Hay una marca de estilo, una cierta personalidad que ya empieza a percibirse desde el subject que vemos en la bandeja de nuestro correo. Alguien que nos escribe de manera privada y que quiere expresar un estado anímico, narrar una historia desde la intimidad o prescribir consumo cultural con la idea de tejer una red de fans que, poco a poco, se convertirá en una comunidad con vida propia y que alimentará, tal vez, otros canales de expresión que forman parte de la marca personal: redes sociales, webs, libros.
Y está la creatividad, claro. Una idea de narrativa empática alimentada por imágenes, sonidos, animaciones, tipografías e hipervínculos. Y secciones específicas que se mantienen día a día o semana a semana y que reconocemos al segundo después de un tiempo de suscripción y por las que hacemos scroll de manera automática.
Hablamos de lo que podíamos definir como newsletters de autor y de autora, un subgénero que ahora vive un momento de efervescencia, el cual tiene su reflejo en noticias como el crecimiento de las plataformas específicas de creación de newsletters como Substack, la venta milmillonaria de Mailchimp o la adquisición de Revue por parte de Twitter.
Del blog, estas newsletters toman el ímpetu voluntarioso de alguien que quiere expresarse y escribir sobre cualquier tema; del mail-art de Fluxus, el mecanismo de circulación artística; de la novela epistolar, ese estilo confesional y privado de una carta. Y su renovación llega en un momento en el que la marea de información en internet es tan extensa e inabarcable como dispersa. Por eso la newsletter busca focalizar, llegar por carta y a la carta: crear demanda. Hay que suscribirse para recibirla. Hay que pedir que llegue.
De esta manera, para muchas creadoras y creadores, el formato de circulación de las newsletters es un mecanismo que busca resolver o, al menos, paliar, la lucha desigual contra los omnipotentes e inasibles algoritmos en las redes sociales y evitar la comida de sesos, tantas veces infructuosa, de las estrategias SEO para las páginas webs.
Como antes, como siempre: como el correo postal o la venta puerta a puerta. Porque las newsletters no son nuevas y hace mucho que están ahí como un medio para transmitir una información o recopilar contenidos que remiten a webs o blogs, pero cada vez con mayor frecuencia se están convirtiendo en un fin en sí mismo. Ahora son medio y mensaje, contenido y continente, todo en una sola cosa. Lo novedoso no es el formato en sí sino una vuelta de tuerca dentro de él. Una visión más sofisticada e íntima, alimentada sobre todo de jóvenes que le imprimen a esta manera de comunicar y de compartir contenido en internet un sello personal y creativo. Estilos propios que conviven, se cruzan y se complementan con las clásicas newsletters corporativas.
A continuación, hablamos con creadoras y creadores de esta nueva era de las newsletters para que nos expliquen sus obsesiones y leitmotivs, detalles de su trabajo creativo y las claves de una interacción que disfrutan mucho en un momento de sobresaturación de mensajes, avisos, notificaciones e indignaciones veloces en las redes sociales.
Los temas
“Flecha es una carta mágica que disparo cada dos sábados a tu buzón, con recomendaciones, textos y tesoros que no comparto en ningún otro sitio”. Así presenta su newsletter la española Carmen Pacheco: sus envíos como cartas, apelando a resaltar la utilidad del contenido y remarcando la exclusividad. Algo común a muchos otros proyectos, incluido el hecho de que en Flecha todos los post están numerados y por año, como si fuesen una colección. Hasta el perfil versátil de la propia Carmen Pacheco es recurrente en la gran mayoría, porque todas y todos los que hacen newsletters también hacen muchas otras cosas. En su caso, es escritora, autora de cómics, consultora y redactora creativa para marcas, y trabaja en su newsletter con algunas secciones que va alternando en cada entrega: canciones para teletransportarse, lecturas transformadoras, datos que hacen el mundo interesante, artilugios digitales y una suerte de diálogo consigo misma y ejercicio de memoria en ‘Carmen del pasado’.
En una línea similar de intimidad y de conciencia epistolar trabaja el periodista gastronómico y escritor valenciano Jesús Terrés. Nada importa (Círculo de Tiza, 2020) es su primer libro de cuentos y, también, el nombre que tiene una de las newsletters que coordina. “Este último experimento editorial arrancó justo con la pandemia. Yo llevo muchos años colaborando con medios, escribiendo mis columnas, pero casi siempre están tematizadas en gastronomía o viajes. Entonces me apetecía algo más literario, íntimo y personal”, dice Terrés, que concibe al trabajo de su newsletter como “ir bocetando o publicando unas galeradas imposibles e ir escribiéndolas ahí, en un espacio íntimo”. Algo parecido a lo que hace el periodista argentino Diego Geddes con su Diario de la Procrastinación, que empezó en octubre de 2018 y que mezcla autoficción con temas actualidad y consumo cultural.
En el ecosistema de las newsletters hay muchos periodistas. La española Alexandra Lores hace Love&Rockets después de haber pasado por diferentes medios como freelance y de tener un fanzine llamado Cona. “Estaba muy cansada de escribir sobre cosas que no me interesaban en el trabajo, y necesitaba separar mi ocio y mi pasión por el periodismo y la escritura, de mis horas laborales”, dice la autora, que asegura ser una persona bastante caótica con respecto a la elección de temas, en los que siempre destacan los guiños a la cultura pop con memes, canciones y reflexiones personales.
Desde México y después de abandonar la industria editorial y de investigar sobre SEO y marketing digital, Karla Reyes lanzó The Blank Letter junto a su pareja Rodrigo Osornio. Al inicio era una web con su blog; ahora, también una newsletter preparada con los contenidos y artículos que reciben de colaboradoras de diferentes partes del mundo. “Necesitaba un lugar en el ciberespacio en el que pudiera experimentar, cometer errores, aprender. Desde el inicio yo sabía que quería crear una newsletter, porque había leído sobre el gran impacto que este formato estaba teniendo en Estados Unidos y España en los últimos años”, dice Reyes sobre un proyecto con un diseño visual muy cuidado y en el que los contenidos vinculados con el consumo cultural y de ocio adquieren un marcado componente de género, aunque no tan reivindicativo como el de la newsletter de otra mexicana, Mariana Limón, quien trata temas como la transfobia, el aborto o la sororidad.
Los feminismos encuentran un terreno muy fértil dentro del universo de las newsletter y los ejemplos se diseminan en toda Latinoamérica: la red de boletines de LatFem desde Argentina, La Antígona sobre periodismo feminista en Perú o Buenas Juntas, de la Red de Periodistas Venezolanas. En mayo de 2021, la española Ana Muñoz y la peruana Natalia Sánchez Loayza fundaron Maleza, una newsletter de crónica periodística escrita por colaboradoras de Perú, España, Ecuador, Estados Unidos y Bélgica. “Nos atraía mucho este formato porque en cierto modo es como enviar una carta cada domingo”, dice Ana Muñoz desde Bruselas, donde reside actualmente. “Es vital que las escritoras, como cualquier otro escritor, no trabajen aisladas y, sin embargo, las redes de apoyo para las mujeres y disidencias que escriben son escasas y frágiles. Este formato facilita, además de una plataforma en donde publicar tu trabajo, la creación de vínculos entre autoras”, agrega sobre un proyecto que se destaca por la calidad, mirada y tono de la crónica literaria en primera persona.
Para muchas personas, el primer café de la mañana está acompañado con la lectura de newsletters diarias de agenda de noticias. Y este segmento también se ha visto enriquecido y alimentado por algunos ejemplos de autoría individual, como Al Día del subdirector de Eldiario.es Juanlu Sánchez o Kloshletter de Charo Marcos y las semanales Nexo Europa de Nacho Alarcón con la actualidad política europea o la de Kiko Llaneras en El País sobre ciencia y tecnología.
Y la agenda cultural sigue siendo un tema imprescindible y demandado, tanto ahora en pleno auge de la prescripción individual como lo fue siempre. El ejemplo vivo es Le Cool Barcelona, un proyecto con 15 años de trayectoria y que desde hace siete está encabezado por Laura Rosal, quien además de editora y coordinadora es poeta visual y fotógrafa. “Lo bonito también es disfrutar la ciudad, saber a los eventos que vas, intento ir a sitios, hacer cosas, vivirlo desde adentro”, dice Rosal, quien trabaja el proyecto cada día en su propia intimidad y con ojos de cazadora de temas mientras camina por Barcelona. “Al mail me llegan millones de cosas cada semana. Y yo siempre voy con los ojos muy abiertos por la ciudad: si veo algo en la calle ya me lo apunto. Estoy pendiente de todo”, comenta.
Begoña Martín Lara tiene 27 años, vive en Madrid y desde 2018 tiene la newsletter A girl and a book, en donde recomienda libros, después de haberlo hecho en Instagram y de desdeñar otros formatos como el blog o el vídeo. “Lo que yo quería hacer era enviar cartas, no publicar algo y que cualquiera lo pudiera ver, sino algo un poco más dirigido a alguien que estuviera interesado en eso”, dice Martín Lara, sintetizando lo que buscan muchas lectoras y lectores de newsletters, esta suerte de escape de todo el magma de datos, links y post diarios: suscribirse es elegir lo que queremos ver. “Más allá de hablar del libro de una manera crítica o técnica, trato de hablar de sensaciones y relacionarlo de una manera más personal con anécdotas pero no tanto como una reseña crítica”, resalta.
Algo similar hace Julieta Roffo desde Buenos Aires con la música que le gusta en su newsletter Cuchá Cuchá, que pertenece a elDiarioAR. “Es un formato que me permite soltar un poco más la mano, estar un poco más tranqui en la escritura y hacer con cierta periodicidad ese tono. Eso me resulta atractivo. Y otra cosa que ahora cuido bastante es que puedo salir del tema pandemia que, durante el primer año me tuvo recontra tomada”, dice Roffo sobre un proyecto que se destaca por un marcado tono literario y autorreferencial, donde su experiencia personal con la música o los sonidos (incluso los ruidos) prima por sobre la crítica sesuda y donde, por supuesto, hay muchas canciones para acompañar la lectura (o para escuchar después).
El diseño gráfico y la ilustración también ha encontrado su nicho dentro del rubro y una de las newsletters más destacadas en este sentido es Lorem, del diseñador gallego Iago Berro, que empezó con su proyecto a mediados de 2020 y en pleno confinamiento, después de compartir contenidos similares de manera puntual con diferentes amigos. “Intentaba que por lo menos para mí fuese algo que, sin estar del todo desconectado de la actualidad, que no hablara del único tema del que se hablaba entonces. Que fuese una pequeña isla, un pequeño oasis. Siempre con ese toque más humano que tienen en el fondo las newsletters y ese punto de cercanía que no tienen otro tipo de medios ni contenidos”, dice. En Lorem, selecciona contenidos sobre cultura, internet y diseño, todos basados en sus gustos personales y que recomienda y prescribe en una línea similar a la de Honos, la newsletter semanal de diseño, producto digital y tipografía creada por Máximo Gavete.
Desde Cornellà (Barcelona), Gabriel Salvadó edita una newsletter diaria en dos versiones y con dos envíos diferentes: El Full de Calendari, en catalán, y su versión en castellano. Cada día, comparte uno de sus dibujos convertido en GIF y acompañado de una reflexión escrita. “Empecé varios blogs, pero los dejaba. Hace pocos años empecé a fijarme más en temas de marketing y comunicación digital. Cómo escribir de una manera más eficiente teniendo en cuenta que el medio es distinto y que lo más personal, íntimo casi, era llegar yo hacia la gente. Y de aquí me empezó a interesar el e-mail como herramienta de comunicación”, dice Salvadó, quien trabajó como guionista de TV e ilustrador para editoriales. Otros dibujantes como Mercrominah, Sandra Loli o Javirroyo forman parte de las newsletters Meteorito, donde el dibujo adquiere carácter de sátira sobre temas de actualidad, y El Estafador, en la que trabajan sobre conceptos puntuales como la felicidad, la crisis climática o las mascotas.
El tono
Desde Buenos Aires, Victoria De Masi también integra el plantel de newsletters de elDiarioAR, en su caso con Gracias por venir, donde se mete por los bordes y confines del periodismo: la cocina, el detrás de escena, los problemas, alegrías, miserias y secretos del trabajo periodístico. “Es un poco romper con la cuarta pared, como pasa con el teatro”, dice la periodista argentina, quien da una clave fundamental para empezar a entender el tono de la newsletter de autor y de autora: la interpelación directa a quien la recibe. “Hay algo de privado y de íntimo que me gusta mucho. Siento como si estuviera enviando una carta y eso está bueno”.
Cuando escribe, dice De Masi, se deja llevar mucho por la intuición y no se pone a pensar en un “estilo newsletter”. De todas formas, al uso de la primera persona en sus crónicas suma la segunda persona y, de esta manera, interpela directamente a su público, en lo que pareciera ser una norma casi general en las newsletters en su nueva era: ese tuteo o voseo tan frecuente en las novelas epistolares y que, en narratología, se estudia como una manera de implicar a las lectoras y lectores en la trama o para marcar elementos psicológicos de un narrador situado frente al espejo de su conciencia.
Un poco de todo esto hay en el tono de las newsletters de autora y de autor, alimentado por el mecanismo de circulación íntima y personal, propia del género epistolar, que repercute necesariamente en la estética y formato de los envíos, además de prescribir una voz casi confesional de quienes las crean, haya o no conciencia del estilo o se busque o no expresamente esa cercanía.
Carmen Pacheco tiene bastante claro cómo trabajar con lo que cuenta cuando habla de sí misma: “No doy apenas datos concretos de mi vida personal, pero no escondo nunca mi estado de ánimo o lo que me ronda en la cabeza esa semana. Mi newsletter no es simplemente un recopilatorio de recomendaciones. Me gusta que la carta entera tenga cierta coherencia, que te transmita una sensación. A veces, el propio acto de escribirla me sirve como terapia para animarme”. A Iago Berro le cautiva “esa forma de compartir y hablar casi como susurrando, sin molestar”, por eso también trabaja con una voz particular y en primera persona. Para Julieta Roffo, el tono de su newsletter sobre música y sonidos se debe a que “es una especie de refugio y no quería intelectualizar algo que para mí es puro placer”. A Alexandra Lores ha habido gente que le ha escrito para comentarle que suele ser demasiado sintética en su tono y que acaba los textos de una manera demasiado directa, a lo que ella responde: “Es mi fiesta y lloro si quiero”. Cuando escribe los textos para The Blank Letter, Karla Reyes busca un castellano neutro que evite interferencias entre España, México y el resto de países latinoamericanos en donde tienen suscriptoras: “Uso un tono cercano, amigable y fácil de digerir. Los textos son breves, la idea es que cada edición pueda ser leída en su totalidad en unos cinco minutos y se vaya con un nuevo aprendizaje o descubrimiento. Quien desee y tenga el tiempo de profundizar más en un tema, podrá hacer clic sobre el enlace y leer más al respecto en la fuente original”.
Incluso en una agenda de temas culturales como Le Cool Barcelona hay un trabajo concreto con el tono, empezando por la propia editora Laura Rosal quien, cada jueves, presenta la newsletter con un texto muy personal, generalmente cargado de recomendaciones y citas literarias: “Antes me centraba más en la actualidad y buscaba alguna noticia destacada del momento, luego se me fue haciendo más poético, después fue más diario. Va cambiando según mi estado de ánimo. Hay gente que me conoce y que me ha tratado de descifrar en plan: ¿qué te ha pasado esta semana?”.
El tono íntimo y personal que se destaca en las crónicas de Maleza, tanto en la estética como en el formato de la newsletter, también es intencional. Natalia Sánchez Loayza, peruana residente en Nueva York y editora del proyecto junto a Ana Muñoz, lo explica así: “Tradicionalmente, los diarios y cartas han sido considerados como géneros de segunda clase, entre muchas razones, porque han sido escritos, precisamente, por el tipo de autoras que nosotras publicamos. Hay quien todavía dice que el periodismo debe ser objetivo para ser periodismo. La intimidad ha sido despreciada tanto en la literatura como en el periodismo, pero la literatura se ha puesto al día más rápido que el periodismo en este aspecto”.
La interacción
Contra la indignación instantánea y espontánea que puede darse, por ejemplo, en Twitter, la interacción en el universo de las newsletters implica un momento de reflexión, una pausa y otro esfuerzo: abrir el mail, leerlo y responderlo. Y en este tema, entre todas realizadoras y realizadores que participan en este reportaje, hay bastante consenso: el de las newsletters suele ser un territorio no apto para haters.
“Cuando alguien responde al correo hay más pensamiento detrás. No es como escribir un comentario en Instagram mientras estás en el autobús sino que hay un poco más de profundidad”, piensa Begoña Martin Lara, quien disfruta mucho cuando alguien le dice que le ha gustado lo que ha escrito sobre tal libro y se lo va comprar. Incluso ha hecho amigas y amigos gracias a su newsletter, personas con las que tiene gustos muy parecidos. En la presentación de Honos, parafraseando un poema de Luis Montero, Máximo Gavete habla de dos soledades juntas, “la mía que escribe, la tuya que lee”, e interpela a su público de la siguiente manera: “Recuerda: esto es un email al que puedes responder y continuar nuestra conversación”. Algo que también los entrevistados y entrevistadas destacan, porque mucha gente lo olvida: que las newsletters se pueden responder, que se trata de un correo que envía una persona y no un bot, que mantienen vigente una manera de comunicación que en estos tiempos parece circunscrita solo al ámbito laboral.
“Las respuestas por mail me dan ternura porque en el intercambio quedó un poco viejo y, básicamente, es para trabajar. Yo ya no me mando mails con mis amigas, cosa que hace un tiempo hacía un montón. Y todas las respuestas que recibo llegan con la calidez de alguien que pasó un rato en compañía”, dice Julieta Roffo.
De la interacción que tiene con sus seguidoras y seguidores, a Carmen Pacheco la cautiva poder estar “al margen del ruido de las redes sociales” y esa “sensación de confidencia que tiene el género epistolar”. Una confidencia que en la newsletter que escribe Victoria De Masi se da de diferentes maneras: cuando alguien le dice “me dejaste pensando, es muy gratificante” o cuando alguien le escribe “esto está buenísimo, lo llevo para discutirlo en clase” ya que, además de ser un nicho de periodistas, en su newsletter hay muchas suscripciones de alumnas y alumnos de las carreras de periodismo.
“En una web compartes, en una newsletter entregas. La relación entre remitente y destinatario es más estrecha”, dice Ana Muñoz desde Bruselas, quien junto a Natalia Sánchez Loayza en Nueva York y Chiara Klatich (peruana residente en Brasil), las otras dos editoras de Maleza, se envían postales con poemas una vez al mes desde hace tres años. Y esa interacción personal, íntima y privada entre las tres periodistas situadas en tres puntos distantes del mundo fue fundamental para pensar en una interacción laboral que se refleja, a su vez, en una relación también interactiva con quienes se suscriben a su newsletter.
El target y la comunidad
Como pasaba con los blogs, como pasa con los pódcasts: entre las creadoras y creadores de newsletters también se hace comunidad y se recomiendan entre sí. En Honos, por ejemplo, Máximo Gavete recomienda una por semana y hace poco mencionó la de Gabriel Salvadó, algo que le dio mucha repercusión y aún hoy sigue respondiendo a nuevas suscripciones. “Esto funciona mucho mejor que las redes”, reconoce el dibujante catalán.
Con respecto a la idea un hipotético target planificado, Carmen Pacheco dice: “Si cuando empecé con la newsletter hubiera pensado en un tipo de público objetivo —que no lo hice, porque la idea era escribir libremente lo que me apeteciera— no creo que me hubiera imaginado un perfil tan interesante como el de la gente que responde a mis cartas. La mayoría suelen ser mujeres con gustos parecidos a los míos. Me suelen recomendar lecturas o enlaces que ahondan en alguno de los temas que toco”. Y reconoce que “la comunicación es muy diferente a la de las redes sociales, los mensajes que recibo son mucho más largos y personales” porque, para ella, la clave es que su newsletter “transmite una sensación de club secreto o gabinete de curiosidades y a la gente le gusta participar en él”. Su crecimiento se nota en las más de 8.000 suscripciones y Pacheco se lamenta no tener tiempo de responder todos los mensajes que recibe.
El target de Alexandra Lores son chicas desde los 25 a los 45, con intereses similares a los suyos: feminismo, literatura, moda, series y cine. Son personas “activas en las redes sociales y críticas”. Y también “divertidas, ocurrentes y carismáticas. La mayoría escriben o hacen otras cosas creativas”, dice la autora de Love&Rockets, que actualmente cuenta con 650 suscriptores.
A Victoria De Masi no le interesan las métricas, no sabe cuántos suscriptores tiene y el target al que se dirige podría ser gente como ella: “Yo doy clases en talleres de periodismo y creo que le hablo a ese tipo de persona que busca generar una comunidad de debate sobre las cosas que nos pasan a los periodistas, que somos personas y no máquinas”. De Masi está suscrita a muchas newsletters pero, como suele suceder, no tiene tiempo para leerlas todas, aunque reconoce que disfruta mucho cuando uno de estos textos la acompaña durante todo un viaje en autobús y vuelve, a ese trayecto, inolvidable.
Iago Berro tiene cerca de 900 suscriptores que, para él, “son muchos más de los que me podía imaginar al principio”, mientras que Gabriel Salvadó reconoce que su comunidad es muy pequeña, tal vez porque su newsletter se desdobla en dos: hace una en catalán y, después, se traduce a sí mismo para la versión en castellano. “Son públicos con diferentes backgrounds. Y algunos temas que toco algunos lo entenderían de una manera y otros de otra muy diferente o, simplemente, no lo entenderían”, dice Salvadó, quien tiene cerca de 400 suscriptores entre ambas. Un número similar al de The Blank Letter, de las cuales “más del 65% son mujeres mayores de 25 años que viven en México, Estados Unidos, España, Argentina, Colombia y algunos otros países de Latinoamérica”, según indica Karla Reyes.
Le Cool Barcelona lleva la ventaja de muchos años con su newsletter y ha llegado a los 50.000 suscriptores, aunque según Laura Rosal se trata de un número que hay que actualizar, borrando mails en desuso. Pero igual es una comunidad grande, alimentada y cuidada durante mucho tiempo. “Aunque la comunidad crezca, sé que no va a crecer muchísimo porque yo tampoco lo quiero. La gracia de Le Cool es que es lo alternativo de lo alternativo y está bien que así sea. No somos Time Out ni hacemos artículos virales. En las redes sociales tampoco me estoy centrando. Y es que me funciona así realmente”, dice Laura, definiendo el sentido de la newsletter, su particularidad en la intimidad de una casilla de correo electrónico. “En el caso de Le Cool, mucha gente espera el correo cada jueves con los planes para el fin de semana”, agrega.
Natalia Sánchez Loayza y Ana Muñoz comenzaron con Maleza en mayo de 2021 y, hasta el momento, han publicado a 15 autoras para una comunidad de más de 200 suscripciones. “La mayoría son mujeres jóvenes, interesadas o vinculadas a la literatura y feministas. Mujeres de diferentes países que leen en español. Es en quienes pensábamos mientras diseñamos este proyecto”, reconoce Sánchez Loayza.
¿Newsletter, el nuevo blog?
Es evidente que hay un pasaje, no definitivo ni perpetuo y más vinculado con una convivencia. Pero para muchas firmas creativas vinculadas con la escritura, el dibujo o el diseño empieza a ser cada vez más interesante hacer una newsletter con el mismo entusiasmo con el que antes se hacía un blog.
“No termino de entender cómo alguien que tiene una newsletter la comparta públicamente como si fuese un blog. Eso daña un poco el concepto original de una newsletter, que es una carta privada. Yo como suscriptor me siento un poco traicionado”, dice Jesús Terrés. El diseñador Iago Berro, que también viene del mundo de los blogs, cree que las newsletters “sí que han sustituido a un tipo de blog: esos en los que el autor escribía y compartía su vida”, y sostiene que “lo que no se ha perdido es otro tipo de blogs, como los de Tumblr, que siguen teniendo su público”.
Victoria De Masi piensa que “nada reemplaza a nada” y es muy pronto para sacar conclusiones: “Yo tuve blog y ahora me agarra la nostalgia de golpe, pero creo que los dos formatos pueden convivir en este magma imposible que es la cantidad de información que tenemos disponible y la imposibilidad de atender a todo, lo importante es darle a la gente herramientas para que pueda elegir como informarse”. En una línea similar se ubica Carmen Pacheco: “Creo que las newsletters en cierta forma han resucitado el espíritu de los blogs y algunas plataformas como Substack, por ejemplo, prácticamente han fusionado ambos formatos y funcionan como suscripciones a blogs”. Para Alexandra Lores, “la newsletter es el blog modernizado, pero los blogs me flipan” y agrega: “Todo puede convivir, como pasa con el libro y el Kindle. ¿Por qué escoger, cuando se pueden tener las dos cosas?”.
La monetización
En septiembre de 2021, el escritor Salman Rushdie abrió su propia newsletter en Substack, Salman's Sea of Stories, con una modalidad gratuita y otra de pago en diferentes planes anuales y mensuales. Para leer su nueva novela por entregas, que distribuye de manera folletinesca a través de su newsletter, hay que pagar.
Jesús Terrés también tiene alojadas sus newsletters en Substack pero, al revés de Rushdie, deja la parte literaria y autoficcional de Nada importa para la modalidad gratuita y la membresía de pago la reserva para Claves para entender, un reporte personal sobre tendencias y con una marcada idea de prescripción: lo que hay que ver, comer, visitar o leer. “He notado que la membresía de pago está apoyada en dos razones para sumarse. Una es la pertenencia: sé que es un grupito pequeño en el que os recomendáis cosas, quiero formar parte de esa comunidad en la que os cuidáis. Eso no puede haberlo en un gran medio o en Netflix o Spotify. Y, por otro lado, está el suscriptor que quiere el producto y el servicio: visitaré y leeré las cosas que tú publiques y ya está”, dice Terrés.
Para Carmen Pacheco, el hecho de monetizar su newsletter es sinónimo de un estrés por el que no está dispuesta a transitar: “Creo que en el momento en que convirtiera mi newsletter en una fuente de ingresos odiaría tener que ponerme a escribirla y sobre todo odiaría estar más pendiente del resultado y los números. Me encanta que algunas personas la hayan convertido en un trabajo, incluso en su medio de vida. No creo que sea algo que vaya en detrimento del formato. Es simplemente algo que no sé si funcionaría conmigo”.
Alexandra Lores tampoco monetiza su newsletter porque quiere evitar lo mismo que Pacheco: que se convierta en un trabajo más y que le quite ese componente de ocio y de diversión que la impulsa hoy. Begoña Martin Lara está en la misma sintonía: “Ni me lo he planteado ni tampoco me interesa. Al final esto lo hago por gusto y lo envío una vez al mes”.
Iago Berro tiene la opción de que el público lo ayude con un ko-fi, una plataforma pensada para que los creadores reciban pequeñas donaciones. “A este tipo de colaboraciones sí que estoy abierto siempre que crea que es algo que pueda interesar a los suscriptores de la newsletter. Me gusta la cultura libre y compartir el conocimiento. No creo que tenga mucho sentido tal y como está pensada ahora mismo que fuese de pago”.
Gabriel Salvadó cree que por el momento no es rentable hacer una newsletter ya que “es muy difícil ganarse la vida escribiendo así, sobre todo en España”, algo que también piensa Karla Reyes sobre México, que, por el momento, centra sus esfuerzos en “crecer la base de suscriptores y en entender sus gustos y necesidades”. En Le Cool Barcelona, la monetización llega como publicidad en banners de la web y, en menor medida, a través de algún contenido de pago o post patrocinado que alguien quiera tener en la newsletter y que “son siempre o campañas cívicas del Ayuntamiento o cosas de cultura, no metemos publi que no esté en nuestra línea”, dice Laura Rosal. Y si bien en Maleza por el momento no monetizan la newsletter, Natalia Sánchez Loayza reconoce que está en sus planes: “Vamos de a pocos y sobre todo, no nos olvidamos de disfrutar”.
Porque de eso se trata, en definitiva, tanto crear una newsletter como recibirla en el correo electrónico. De un disfrute a la carta.