Nacida en Quito hace 68 años, Mónica Patricia Estupiñán es toda una institución del periodismo en Ecuador. Sus primeros pasos los dio en el diario Últimas Noticias, aunque la mayor parte de su carrera ha transcurrido en el Vistazo, la revista de la que actualmente es directora editorial. Fundado en 1957 en Guayaquil, este medio es la cabecera insignia del grupo Editores Nacionales y uno de los principales referentes de la información política y social del país.
A lo largo de las más de cuatro décadas que lleva vinculada a Vistazo, Estupiñán ha entrevistado a numerosos mandatarios internacionales y a los principales políticos de Ecuador, incluidos siete presidentes. Gracias a su labor, ha ganado cinco veces el Premio Jorge Mantilla y ha obtenido un accésit en los Premios Ortega y Gasset.
La periodista ecuatoriana —que también ha ejercido como corresponsal del boletín Business Latin America, editado en Nueva York, y ha publicado diversos ensayos— ha formado parte asimismo de organizaciones como el Observatorio de Política Fiscal del Ecuador, el Centro de Diálogo Carter y la Comisión Fulbright.
Repasamos con ella su trayectoria y los retos de la profesión en una charla a través de videollamada.
- Patricia, tiene un extenso currículum, pero hay muy poca información sobre usted en internet. ¿Es una cuestión de preservar su intimidad?
- En realidad, sí. Tuvimos que borrar mucha información en internet en la época de Rafael Correa. En esa época había tanta persecución que nos vimos forzados a bajar todo el archivo de la revista y cosas personales, porque una cosa publicada hacía siete u ocho años servía para enjuiciarnos. La verdad es que el Estatuto del agravio o de la calumnia prescribe a los seis meses de publicarse. Eso hizo que yo participara activamente en Twitter o Facebook. Llevo mucho tiempo en las redes sociales, pero tengo relativamente pocos seguidores porque un tuit significaba que inmediatamente tenía una avalancha de trolls insultándome y hasta diciéndome de qué iba a morir. ¿Para qué voy a exponer mi tranquilidad con gente que no quiere debatir las ideas sino ir al ataque personal pensando que con eso gana?
- ¿Cómo fueron sus inicios?
- Mi abuelo fue periodista, director de un periódico. Sufrió un atentado en la época de José María Velasco Ibarra, que le quemó todo el periódico. Ahí se acabó, y a partir de entonces se dedicó a la docencia. Él murió muy joven siendo diabético, cuando yo tenía 12 años, y siempre hubo en mí esta predisposición a escribir. Fui a Estados Unidos a educarme. Estuve un año y regresé a Ecuador para ser profesora de inglés, pero no me convalidaron los créditos. Por eso terminé en la escuela de periodismo y, a la vez, me acerqué al diario El Comercio para poder traducir las fotos de la agencia United Press. Hablaba bien inglés y entré, como quién dice, por la ventana a los 19 años como reportera.
- ¿Cuáles eran sus intereses periodísticos en esos inicios?
- Yo quería escribir de política, pero no me dejaban. Querían que solo hiciera cultura o las páginas sociales como mucho. Entonces, cuando cumplí 25 años, apliqué a una beca Fulbright y estudié Ciencias Políticas. A mi regreso pensaba trabajar en la cancillería, pero a mi esposo lo contrataron para una empresa multinacional en Guayaquil. Allí no había ningún movimiento de cancillerías ni nada por el estilo, así que me vinculé a Vistazo, en una relación que lleva más de 40 años.
- Caramba, una larga historia…
- Sí, he sido de todo. Secretaria de redacción, jefa de redacción, directora gerente, editora general... y ahora, por último, directora editorial.
- ¿Cómo era Vistazo en esos primeros años?
- Se parecía mucho a revistas como Bohemia o Combativa. Vistazo, que va a cumplir 65 años, era mensual cuando nació y estaba dedicada a la política al 100%. Me vinculé desde 1983 y, salvo un corto periodo de dos años que tuve mi hija, siempre he estado al frente. He ido evolucionando con la revista y con los tiempos.
- Ahora Vistazo tiene una mirada más transversal, más allá de la política. ¿Cómo es actualmente el proyecto?
- Tenemos un equipo bien pequeño y que ahora estamos intentando ingresar también en el digital. Tenemos una página bien posicionada, la sexta de Ecuador, solo superada por canales de televisión y los dos grandes periódicos, El Comercio y El Universo.
- ¿Y cómo está siendo esta transición a lo digital?
- Es un enorme logro, pero, como toda transición de impreso a digital, la convergencia es difícil todavía porque los mileniales que están muy adaptados a las redes sociales aún no tienen el rigor que proporcionaba el periodismo clásico. Es un debate de todos los días y un tira y afloja de todos los medios. Estamos tratando de migrar en digital y potenciar aún más lo que producimos.
- ¿Cuál es el factor diferencial de Vistazo?
- Desde que nació, Vistazo ha sido el principal medio de investigación de Ecuador. El fundador y director general de la revista, Xavier Alvarado Roca, aún mete sus manos, revisa y comprueba. Él también es el dueño del canal Ecuavisa y una persona muy interesante. Compartimos los mismos valores, y eso ha permitido que hayan transcurrido tantos años y que nos hayamos entendido bien.
- La rigurosidad en los procesos debe estar por encima del periodismo fast-food de la inmediatez, las redes sociales y el impacto audiovisual. Pero es una dialéctica real y compleja.
- Es complicada, pero yo peleo todos los días. Es más importante salir bien que salir primero. Y esa es la norma. Los digitales creen que cuando se equivocan, se borra y ya de nuevo se puede publicar. Pero el daño ya está hecho. Hay que tener cuidado.
- En cuanto a la audiencia, hoy vemos una gran dependencia de los dispositivos móviles y las redes, donde se consume rápido y se confrontan opiniones muy polarizadas…
- El otro día leí un interesante tema en El País Semanal sobre un psiquiatra que decía que las redes sociales son como el tabaco, que uno fuma, fuma, fuma y te envenena. La opinión de muchas personas no es una voz capacitada para creer que lo que dicen es verdad. Llegaremos a ver que los influencers irán perdiendo espacio porque hay mucho bla, bla, bla sin sustento, ni experiencia, ni investigación, ni argumentos basados en testimonios.
- En este contexto, ¿cómo se configura el futuro de Vistazo?
- Veo que en pocos años va a ser un futuro digital íntegramente. El poder de esta marca tan rica en credibilidad es la que la hará sobrevivir, siempre y cuando no borre su ADN. Este ADN tiene profundidad en lo que hace. Está bien hacer el breaking news, pero no tiene sentido sin el ADN propio de Vistazo.
- ¿Un ADN marcado por el periodismo a fuego lento?
- Así es, periodismo a fuego lento, periodismo de investigación, de contrastación, de entrevistar a personalidades que tengan algo que contar, algo que decir. De alguna manera, hay que luchar para que otros sean los modelos sociales. Puede sonar idealista, pero ese debería ser el objetivo: contribuir a que la gente piense un poco más allá y que no se deje convencer por todos estos bulos que aparecen en las redes sociales.
El periodismo debe tener en cuenta lo que es cierto y lo que es falso
- Hacer periodismo en algunos países de América Latina es complicado y peligroso. ¿Qué significa hacer periodismo en Ecuador?
- Todavía no hemos llegado a esos extremos en algunos países, pero me temo que llegaremos. Precisamente, en esta modalidad de querer ser los primeros, aprovechando los medios digitales, hay algunos periodistas que le dan mucha pantalla a los narcos. Nosotros tenemos una olla de presión en las cárceles, ¿por qué debemos entrevistar a líderes criminales si lo único que estoy haciendo es una apología del delito? Son esas cosas que hay que repensar porque tenemos la obligación moral de ser un curador de lo que se publica. Y ahora todo el mundo con el móvil publica un angulito de la noticia. Y puede ser un ángulo interesado. El periodismo no puede caer en lo mismo. El periodismo debe tener en cuenta lo que es cierto y lo que es falso. No puede dejar de pensar, porque entonces no cumple su función de no mirar más allá de la primera cosa que se ve. Por lo menos, dos fuentes. Eso es periodismo 1.0. En el mismo espacio, hay que poner las dos versiones de una noticia.
- ¿Se tiene que dar espacio a políticos como Trump para que digan tonterías?
- Si esas tonterías van en contra de la democracia, hicieron bien Facebook y Twitter en censurar los discursos de Trump. Ahí se vio claro que Trump tenía un gran poder en Twitter, igual que Bukele en El Salvador. Uno no puede ser cómplice; debe ser curador y decir esto es noticia o esto es insulto. No es censura, es simplemente saber qué contribuye al debate. Para estar vigente, Rafael Correa, va y viene en Twitter. Es algo que muchas veces raya en el cinismo.
- ¿Es el populismo de los políticos que necesitan la pantalla y los medios para seguir siendo protagonistas?
- Efectivamente, y que perdieron el norte sobre lo que es correcto y lo que no. Por la popularidad, pueden hacer lo que saben que está mal. Los políticos en general tienen una moral elástica. Después de cubrir desde el año 1983 hasta ahora la política ecuatoriana, honrosas excepciones se salvan. Por eso estamos como estamos.
- ¿Qué receta se puede dar a los jóvenes periodistas ante estas situaciones vinculadas a la corrupción, manteniendo la integridad para realizar su profesión?
- Ir tras la verdad, y entender esa frase tan célebre que dice que la verdad es dueña del tiempo, no de la autoridad. Ese debe ser el norte, esa es la función del periodismo. Nosotros tuvimos muchas experiencias amargas con Rafael Correa y su ley mordaza. Hacías una investigación y publicabas las cifras. Entonces te enviaban una rectificación que no rectificaba nada, pero tenías la obligación de publicar, pese a que habíamos entrevistado al ministro o a quien fuese. Después, cuando salió ese Gobierno y se empezó a destapar todo, se comprobó que todo lo que se había denunciado en esos artículos periodístico era cierto.
Hubo un director del Seguro Social al que no le gustó una portada en la que denunciábamos que el Seguro Social estaba en serios problemas financieros. Mandó la portada que quería que publicáramos en el siguiente número. Como la ley nos obligaba, nosotros perdimos un anuncio y le dimos la contraportada en la última edición del año. También aprendimos a vivir con esto. Había artículos de rectificación de cuatro páginas y nosotros poníamos el cuerpo de letra bien pequeño para que no se leyera. Cumpliamos la ley pero…
En un editorial dijimos que había que votar ‘no’ en varias preguntas de una consulta. Tuvimos un juicio de largos años. Finalmente, la Corte Constitucional dijo que era una barbaridad porque un editorial no puede ser propaganda política. Un editorial es una opinión y se nos acusó de hacer propaganda política, violando lo que se llama el silencio electoral de la Ley Electoral. Nos pedían una multa de más de dos millones de dólares. Después terminó en la última instancia con 80.000 dólares. Apelamos a la Corte Constitucional y se desestimó sentando un precedente que obligó a los reclamantes a pedirnos disculpas.
- Siempre se intenta silenciar a los medios de comunicación a través de las finanzas…
- Exactamente. Correa debilitó a todos los diarios. Por ejemplo, El Comercio terminó vendido a Ángel González, llamado El Fantasma [propietario y fundador de la red latinoamericana de medios Albavisión]. Había leyes como que el 75% de un anuncio tenía que ser hecho en Ecuador. Resulta que, si tenías anuncios de las grandes marcas como Chanel u otros, no podías publicarlo. Perdimos una gran cantidad de anunciantes sobre todo en la revista femenina del grupo. Chanel, por ejemplo, no iba a permitir que nosotros cambiáramos las fotos… Fue un periodo muy duro. La única ventaja es que tal vez nos hizo ser mejores periodistas. Nos puso los pies en la tierra para decir ‘volvamos a las bases’ y tratar de hacer un mejor periodismo.
- ¿Correa les hizo mejores periodistas?
- Es la verdad. Nos hizo recordar la rigurosidad. Lo hacíamos vendados y fue terriblemente injusto, porque eso de que no hubiera respeto y te exigieran rectificación donde no hay rectificación, amenazándote con la cárcel o con quebrarte, era una barbaridad. La censura es terrible, pero a la vez, por esa misma mordaza, tu empiezas a explorar cómo puedes ser más riguroso.
Uno no puede ser cómplice; debe ser curador y decir esto es noticia o esto es insulto
- ¿Con el Gobierno actual de Guillermo Lasso se vive mejor o es importante seguir estando alerta con el poder?
- Tanto con Moreno como con Lasso hemos tenido el regreso del buen periodismo. Siempre hay resentimientos, porque a ningún Gobierno le gusta escuchar la verdad desnuda, pero no habrá tantas represalias como en el otro caso, en que vivías con una espada sobre la cabeza.
- En las sociedades de América Latina, se palpan las desigualdades entre clases sociales. ¿Se puede remediar?
- Es una cosa a largo plazo, pero creo que sí ha habido una expansión de las clases menos favorecidas. Tengo una persona que me acompaña con el día a día desde hace décadas. Esta mujer tiene dos hijos universitarios. Quizás sea algo muy lento, pero esos chicos van a tener otra visión y otras expectativas. No hay una fórmula mágica de un día para otro. El camino es invertir en educación, que no haya desnutrición crónica infantil. Esos son los desafíos. Se necesita coraje y si hay limitaciones, hay limitaciones. Es un hecho que hay diferencias abismales, pero en las nuevas generaciones se va viendo un cambio. Si más jóvenes acceden a la universidad y el país genera los empleos para que no se vean frustrados, Ecuador va a cambiar.
- ¿Cómo se puede promover el valor democrático de la educación?
- Exigiendo que haya igualdad de oportunidades para todos. Que la inversión en educación primaria sea excelente igual que la preparación de los profesores. Sin educación, no se avanza. Yo he llegado a donde he llegado porque tuve una educación de primer mundo, gracias a que obtuve becas. Pero es una posibilidad que todos deberíamos tener. Que no se desperdicie ningún cerebro. Izquierda, derechas, comunistas, ultraliberales deberían ponerse de acuerdo en la inversión en nutrición infantil, salud preventiva y educación. Todos los recursos deben ir ahí y deben ser objetivos de país para que Ecuador cambie.
- Desde marzo de 2020, la pandemia de la covid-19 ha impactado en la sociedad ecuatoriana. ¿Costará recuperarse?
- Sí, porque se han visto las grandes diferencias en la educación. En las áreas rurales no hay acceso a la tecnología y hubo niños que con un celular hacían los deberes de toda la familia. Allí es donde tendría que haber inversión. La pandemia, no obstante, golpeó a todos los niveles. Terminaron muriendo en soledad pobres y ricos. Fue muy duro. Recordemos esos días en los que en Guayaquil había cadáveres en las calles.
- Estas imágenes causaron mucha impresión en Europa...
- Nos cogió la pandemia sin estar preparados. Nadie estaba preparado, pero nosotros, menos. Fue una cosa devastadora que pagamos todos de una u otra forma.