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“A Latinoamérica no le ha sido fácil encontrar la democracia”

El escritor e historiador venezolano Rafael Arráiz Lucca analiza los éxitos y fracasos políticos de la región.

El escritor e historiador venezolano Rafael Arráiz Lucca. ALEJANDRO CREMADES/ELESTIMULO.COM

Rafael Arráiz Lucca (Caracas 1959) es uno de los intelectuales más activos en estos tiempos de conflictos en Venezuela. Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua, su trayectoria lo ha llevado a transitar desde la poesía y la literatura hasta la historia. A esta disciplina llegó, confiesa, cuando ingresó en la Cátedra Andrés Bello de la Universidad de Oxford, la cual se ganó mediante un proyecto de investigación sobre la poesía venezolana. A partir de allí, esa ha sido su más importante preocupación, cuyo estudio considera vital para que las nuevas generaciones tengan herramientas para conducir asertivamente el futuro de nuestras naciones.

“Cuando comencé a escribir con frecuencia diaria, hace ya 40 años, no imaginaba que el ensayo sería el género que cultivaría con mayor insistencia. Suponía entonces que después de la poesía se me iría imponiendo la narrativa; pero eso no ha ocurrido, y el ensayo se ha ido apoderando de buena parte de mi afán de escribidor”, explica Arráiz en su libro La navaja de Ockham (Alfa, 2015), en donde diserta sobre la historia de dos naciones: Colombia y Venezuela, con un origen y tránsito aparentemente similares; pero en donde hurga en sus profundas diferencias.

Entre sus múltiples actividades, Arráiz Lucca lleva la cátedra Retos de la Democracia en América Latina en la Universidad Metropolitana de Caracas, un tema que en estos tiempos preocupa a todo el continente por las convulsiones y cambios que se han sucecido en la última década. Nos recibe en su casa, ubicada en una colina, al sureste de Caracas, en una acogedora sala, frente a grandes ventanales desde donde se disfruta mucho de los verdes de esta ciudad. Al fondo su nutrida y organizada biblioteca, su centro de trabajo, en la cual ha procesado la mayor parte de su producción literaria.

- En su novela histórica El general en su laberinto, Gabriel García Márquez recoge una cita de Simón Bolívar que nos hace reflexionar sobre lo vivido por América Latina. El Libertador, en sus últimos momentos de vida, al dictar una de las cientos de cartas que puso en manos de su fiel amigo, el general José Laurencio Silva, expresó: “La América es ingobernable, el que sirve a una revolución ara en el mar, este país caerá sin remedio en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos los colores y razas”. 

- Sí, esa es una de las últimas cartas de Bolívar. Él ya estaba en Santa Marta, en la Quinta de San Pedro Alejandrino, muy grave y deprimido. Quien está escribiendo es un hombre al borde de la muerte, que ha fracasado en su proyecto político, porque la República de Colombia se ha deshecho a lo largo de 1830. A mi juicio, el proyecto político de Bolívar de integración estaba destinado al fracaso desde el principio porque no lo concibió en términos federales, sino centralistas. Él detestaba el federalismo a pesar de que reconocía que en Estados Unidos había  funcionado a las mil maravillas: decía que eso era una excepción histórica, y que no servía para nuestros pueblos. La paradoja de todo esto es que la República de Colombia, mal llamada Gran Colombia, fracasó precisamente por no ser federal. Pero Bolívar no iba a dar su brazo a torcer en esto. La columna vertebral de su pensamiento político, de 1812 a 1830, es el centralismo. Consideraba que el federalismo conducía a la  anarquía y para él, la anarquía, era lo peor. 

- Bolívar habla del avance de tiranos y países ingobernables. ¿Seguimos sufriendo ese efecto dos siglos después? 

- En 200 años, a Latinoamérica no le ha sido fácil encontrar la democracia, el desarrollo económico y el desarrollo político. Pero hay países que sí lo han logrado con mucho éxito, y tienen que ser fuentes de inspiración. Uruguay, Costa Rica y Chile han alcanzado el desarrollo económico y político, no en su totalidad, pero son los países latinoamericanos con los más altos índices de desarrollo humano, según las Naciones Unidas (ONU). El cuarto podría ser Argentina, que, en medio de todas las dificultades recientes, tiene una fuerza económica importante. Colombia es la democracia más larga del continente. Y en Venezuela la experiencia democrática es muy breve: 40 años que no han sido lo distintivo de nuestra historia de 200 años de vida republicana. Entonces, ciertamente, en nuestro continente ha habido muchos tiranuelos, pero también experimentos democráticos exitosos. Y, al día de hoy, con todos los bemoles, son más las democracias que las dictaduras militares en el continente latinoamericano.

En nuestro continente ha habido muchos tiranuelos, pero también experimentos democráticos exitosos

- En la Venezuela actual, frente a un país deteriorado en su sistema de producción, sin separación de poderes, hay una nueva generación de líderes que promueven la democracia y se enfrentan a un régimen autocrático; pero parecieran no engranar. Cada uno lidera su propio movimiento político. Hay 70.000 candidatos opositores para 3.082 cargos para las próximas elecciones regionales y se observa una pugna destructiva entre ellos. ¿Cómo observa a esta nueva generación?  

- En estos 22 años hay dos camadas de líderes. Veo una generación de jóvenes de 2007 que actualmente están alrededor de los 40 años en promedio, y a los que les tocó forjarse durante los primeros años del chavismo. Y en estos últimos tiempos observo otra generación en la que tengo muchas esperanzas: son jóvenes entre 30 y 35 años de edad, como Roberto Patiño y Andrés Schloeter, que a mi juicio se han formado mucho mejor en relación con la venezolanidad que la generación de Leopoldo López y Henrique Capriles. El hecho de que para estas elecciones regionales del 21 de noviembre en Venezuela exista un archipiélago de candidaturas opositoras no me parece necesariamente negativo. Por el contrario, creo que eso habla de un rigor democrático, es una señal de que hay gente que quiere cambiar. Triste sería que la desmoralización fuese absoluta. Lo que sí lamento es que no hayan podido lograr la unidad de la oposición. Eso se va a lograr a través del voto: vamos a escoger entre los candidatos de la oposición y vamos a respaldarlos en su mayoría.  No sé si van a ser los votos suficientes para que ganen a los candidatos unitarios del chavismo, pero eso lo veremos en el proceso.

Rafael Arráiz Lucca destaca las experiencias democráticas exitosas en Latinoamérica. ALEJANDRO CREMADES/ELESTIMULO.COM

- En los años 2000, cuando comenzaba el chavismo en Venezuela, usted sostuvo una larga entrevista con el escritor y político Arturo Uslar Pietri, uno de los intelectuales más respetados en el país, quien le manifestó su pesimismo sobre lo que vendría: “No hay partidos políticos, los dirigentes que hay son de muy segundo orden. No nos podemos comparar con otros países cercanos, con Colombia, Perú y no digamos con Argentina, Uruguay o Brasil. (…) Este es un momento muy malo, muy peligroso. La educación es un desastre, la política espantosa, no hay debate, el país está sin rumbo, sin destino, sin clase dirigente”. Luego de 22 años, ¿cómo interpreta esas premoniciones de Uslar Pietri?

- Uslar Pietri cometió, a mi juicio, muchos errores en la vida. No hay duda de que los personajes son complejos. Un hombre con una obra escrita importantísima y un legado político. Él tenía, una especie de don profético, veía con anticipación futuras catástrofes y, apenas comenzó el chavismo en Venezuela, advirtió lo que venía. Claro, bastaba oír hablar a Hugo Chávez sobre lo que se proponía para entender que en Venezuela venía una etapa de pobreza como la que hemos estado viviendo.

Hay un período del chavismo en el que había mucho dinero porque la estatal petrolera, Petróleos de Venezuela, S.A (PDVSA), exportaba más de 3 millones de barriles diarios; pero no hicieron las inversiones necesarias y comenzó a declinar la explotación petrolera. Y hay que recordar, en la onda de Uslar Pietri, que los motores de la vida venezolana, que son la clase media y la movilidad social, se basaban en la explotación petrolera. Esa gallina de los huevos de oro comenzó a ser desatendida al punto que la producción actual es de 520.000 barriles diarios, la mitad de los que produce Colombia. Esto ha conducido a que el PIB de Venezuela, que en 2010 alcanzó su punto más alto con 400.000 millones de dólares anuales, en este momento sea de 40.000 millones de dólares al año. El 10% de lo que fue apenas hace una década. Ese es el tamaño de nuestra pobreza. Sería injusto decir que la caída de la industria petrolera es solo por el mal manejo del chavismo de la estatal: también han incidido en los últimos años las sanciones internacionales. Pero, en medio de esas circunstancias, quienes estamos pagando los platos rotos somos los venezolanos, que nos hemos empobrecido dramáticamente.

Chile ha aprendido que necesita  profundizar en la democracia, redactar una nueva Constitución que ya no tenga ningún viso pinochetista

- Usted mencionó antes a Chile como uno de los ejemplos de las democracias más sólidas en el continente. Ese país logró el mayor crecimiento económico sostenido de Latinoamérica con estabilidad democrática, pero resentimientos históricos han conducido a parte de la población a protestar y exigir reformas. Ahora, se trabaja en una nueva Constitución. ¿Vivimos permanentemente buscando cambios que nos lleven a un mundo mejor?

- Buda nos enseñaba que la realidad está todo el tiempo cambiando, pero los seres humanos tenemos un impulso conservador: no queremos que nada cambie, nos gusta que todo se quede igual como lo conocemos. La Caracas de los años sesenta y setenta, la Venezuela de la prosperidad, los tiempos democráticos; nada de eso permanece. Ni siquiera en Chile. En la generación de candidatos que está en Chile en este momento, uno empieza a advertir que no hay ni herederos del pinochetismo ni de la izquierda radical. Hay unos candidatos que están en el centro. El  país ha aprendido que necesita profundizar en la democracia, redactar una nueva Constitución que ya no tenga ningún viso pinochetista; pero tampoco quiere regresar al intento fracasado de Salvador Allende, de la izquierda radical, porque se entiende que no ha servido en ninguna parte del mundo. Al contrario de muchos que tienen dudas, yo veo con buenos ojos lo que ha pasado, porque creo que van a evolucionar. Viene una nueva generación de líderes que no son deudores del pasado. No son Sebastián Piñera ni Michelle Bachelet. Van hacia otra cosa.

Las reelecciones presidenciales impiden el relevo generacional y son caldo de cultivo para las autocracias. Abogo por la no reelección absoluta

- Aparte de estos ejemplos exitosos de democracia que usted destaca, hay otras experiencias en el continente que yo diría que constituyen un nuevo ciclo de populismo con tendencias autocráticas. En El Salvador aparece un polémico personaje como Nayib Bukele, en Colombia puede ascender a la presidencia un radical como Gustavo Petro, en Brasil regresaría Lula da Silva y en Bolivia el partido de Evo Morales retoma el poder. 

- Abogo porque en el continente latinoamericano nos inspiremos por lo que hizo México. La manera de resolver estos liderazgos mesiánicos y autocráticos es prohibir la reelección de manera total. Que no haya ninguna posibilidad de reelegirse, como hizo México a principios del siglo XX después de la amarga experiencia con Porfirio Díaz. En México, el presidente de la República dura seis años y nunca más. Los países no se benefician en nada de las reelecciones presidenciales. Las segundas presidencias son peores que las primeras, impiden el relevo generacional y son caldo de cultivo para las autocracias. Abogo por la no reelección absoluta. Es solo un artículo en las constituciones que hay que reformar, pero tendría una incidencia positiva en las democracias de América Latina. Si eso estuviese vigente, Lula no podría ser candidato en Brasil, Evo Morales no hubiese gobernado tantos años, Rafael Correa no hubiese repetido, Hugo Chávez y Nicolás Maduro no se hubiesen mantenido tantos años en el poder. Hubiese habido un relevo generacional con un refrescamiento de la vida política.  

- Hablando de relevo generacional, en Venezuela tenemos 5 millones de migrantes, la mayoría con estudios medios y superiores; pero este año 35% de nuestros jóvenes en el país no se inscribieron en los centros educativos. A eso se suma el deterioro acelerado de las universidades públicas. Sin embargo, aún se observa una gran fuerza emprendedora y tradicional. ¿Esta nueva generación será capaz de liderar la reconstrucción del país?

-Yo apuesto a que sí. Junto a la nueva generación de políticos también hay una nueva de empresarios que no cuentan con el Estado, que como no tiene recursos no puede protegerlos de la competencia extranjera, ni subsidiarlos. Los nuevos emprendimientos se basan en el esfuerzo de las personas que van a competir en un mundo muy distinto al que vivieron sus padres y sus abuelos, cuando había un Estado todopoderoso que los protegía. Ahora están a la buena de Dios, y eso es lo que verdaderamente desarrollará las capacidades y las facultades productivas de los empresarios, obreros y técnicos. En ese sentido, no soy pesimista con Venezuela, porque lo que ha venido pasando ante la debilidad del Estado es que somos los mismos venezolanos los que estamos produciendo. Eso puede ser un cambio de paradigma que todavía no estamos adiviertiendo. 

 No soy pesimista con Venezuela, porque lo que ha venido pasando ante la debilidad del Estado es que somos los mismos venezolanos los que estamos produciendo

- Es decir, que, a pesar del esquema ideológico estatista que domina en el Gobierno, ¿para usted el emprendimiento y la empresa privada son los únicos medios para rescatar al país de la crisis?

- El Gobierno ha tomado medidas que no son socialistas. Dejó de controlar los precios frente a la hiperinflación. ¿Qué trajo como consecuencia? Que el productor nacional dejó de producir a pérdida; ahora venden sus productos con ganancias. Es verdad que el consumo se ha reducido dramáticamente, pero lo que vende no lo hace a pérdida. No tienen que cerrar sus empresas porque el Gobierno le controla los precios como venía ocurriendo en años anteriores. Se eliminaron los aranceles a los productos importados [hasta noviembre de este año] y con eso se acabó la escasez de alimentos, medicinas, etc. Claro, no todo el mundo tiene acceso a esos productos, es cierto. Pero las últimas mediciones de los organismos empresariales como la Confederación Venezolana de Industriales y la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela indican que el sueldo mínimo en la empresa privada se ubica en 150 dólares mensuales, mientras que en el sector público sigue anclado en 10 dólares. Hay un país que está avanzando lentamente en un ambiente muy hostil, adverso; pero que está floreciendo lentamente. Si vamos a cualquier centro de abastecimiento hay hortalizas, frutas, etc. Eso lo produjeron los venezolanos. Hay leche y hay productos nacionales nuevamente. ¿Por qué antes había escasez y ahora sí hay? Porque dejaron de controlar los precios. Esas son medidas liberales que se vieron obligados a tomar y han generado esos cambios.

Periodista y consultor. Ha trabajado en medios como El Diario de CaracasEl Universal, donde fue editor del área de Investigación. En 1995 ganó el Premio Nacional de Periodismo por el libro Las cuentas ocultas del presidente. Es autor de otros títulos como Las balas de abril (2006), Afiuni, la presa del comandante (2012) y Los últimos días de Hugo Chávez (2020).