La contaminación atmosférica es un reto mundial. Cada año, siete millones de personas mueren de forma prematura por la mala calidad del aire. Lejos de remitir, se estima que esta cifra se duplicará en 2050 si no se toman medidas urgentes (y ambiciosas) a nivel global. La mortalidad asociada a la contaminación del aire supera ya al sida, la malaria o el conjunto de conflictos bélicos en el mundo.
Según la OMS, respirar aire contaminado constituye el principal problema en términos de salud pública, siendo la primera causa de muerte evitable en el planeta. Supone un riesgo para toda la población, pero es especialmente grave para los segmentos más vulnerables residentes en grandes aglomeraciones urbanas; principalmente niños, gente mayor, mujeres embarazadas y personas con problemas previos de salud.
¿Qué hacen las ciudades para hacer frente a este desafío?
Una de las medidas que se ha mostrado más eficiente, implementada ya en más de 220 urbes europeas, es la llamada Zona de Bajas Emisiones (ZBE). Se trata de un área en la que el acceso a los vehículos más contaminantes está restringido. Se circunscribe a una zona delimitada dentro de la ciudad, o incluso en toda ella, y permite solamente la entrada a los vehículos que cumplen con los mejores estándares de emisiones.
“Los vehículos antiguos emiten hasta un 25% más de gases contaminantes que los modernos y tienen un efecto directo en la salud de los ciudadanos, traduciéndose en un aumento del riesgo de enfermedades respiratorias y cardíacas, entre otras consecuencias. La mala calidad del aire es un problema de primera índole a nivel sanitario y la Zona de Bajas Emisiones se ha erigido como la medida más eficaz para revertir esta situación”, explica Marc Iglesias, jefe de la sección de Movilidad Sostenible del Área Metropolitana de Barcelona (AMB).
La ZBE de Barcelona, referencia europea
Estocolmo, en 1996, fue la primera ciudad del mundo en poner en marcha una zona para limitar la circulación de vehículos contaminantes. Le siguieron capitales como Londres o Berlín, que desde 2008 cuentan con un área restringida en su centro histórico, a la que solamente pueden acceder los vehículos menos contaminantes. Alemania —que en 2010 ya había extendido las restricciones de tráfico a sus 50 principales ciudades— fue el primer país en establecer un sistema de etiquetas de colores en función del grado de contaminación de los vehículos. A estas iniciativas se sumaron progresivamente ciudades como Ámsterdam, Milán, Roma o Bruselas; hasta llegar a las más de 220 urbes europeas que cuentan hoy con Zonas de Bajas Emisiones.
En España, no fue hasta el 1 de enero de 2020 cuando el AMB y cinco municipios de la metrópolis de Barcelona establecieron la primera ZBE en el país. “Llegamos una década tarde en relación con otras capitales europeas, pero en estos dos años y medio nos hemos convertido en una referencia internacional por dos motivos: contamos con el área restringida más extensa del sur de Europa y un modelo tecnológico y telemático innovador que permite la automatización de todos los procesos”, explica Iglesias.
Con una superficie aproximada de 100 kilómetros cuadrados y dos millones de residentes, la llamada ZBE Rondas BCN integra prácticamente todo el término municipal de Barcelona, las localidades circundantes de Sant Adrià de Besòs y L’Hospitalet de Llobregat, y parte de los municipios de Esplugues y Cornellà de Llobregat. Su modelo, que también se está aplicando en otras localidades del área metropolitana como Sant Cugat del Vallés y Sant Joan Despí, se basa en un control automatizado, con más de 120 cámaras de matrículas, en el que se limita —de lunes a viernes laborables y entre las 7.00 y las 20.00— el paso de los vehículos más contaminantes, es decir, aquellos que no disponen de la etiqueta ambiental de la Dirección General de Tráfico (DGT).
Resultados y aprobación ciudadana
Los resultados, en escasamente dos años y medio, han sido más que esperanzadores. El establecimiento de la Zona de Bajas Emisiones Rondas BCN ha reducido las emisiones de PM10 de los vehículos circulantes un 20% y las de dióxido de nitrógeno (NOX), un 50%. En este periodo, Barcelona también ha visto cómo la circulación de los vehículos más contaminantes pasaba de más del 20% en 2017 a menos del 2%. La Agencia Europea de Medio Ambiente ha calculado que la puesta en marcha de esta iniciativa ha reducido casi un 30% el conjunto de los gases contaminantes en Barcelona.
“Los resultados son evidentes. La ZBE es una medida imprescindible, pero no suficiente. Se tiene que completar con un proceso de transformación de la movilidad urbana”, explica Iglesias. Una ZBE con cierta ambición, añade, debe ir acompañada de políticas como “el fomento del transporte público, un parque móvil menos contaminante, la promoción de la bicicleta y más espacio para el peatón”. Con este objetivo, la AMB ha creado la T-Verde metropolitana, que ofrece tres años de transporte público gratuito a cambio de desguazar un vehículo contaminante. Actualmente, ya se han concedido más 13.000 tarjetas verdes metropolitanas.
El grado de aceptación de la Zona de Bajas Emisiones en Barcelona, según Iglesias, está entre el 80 y el 90%. “Como sucede en otras grandes ciudades europeas, hay que tener en cuenta que el 80% de la población barcelonesa se mueve a pie, bicicleta o en transporte público; y solo el 20% lo hace en transporte privado”.
Medellín, pionera en América Latina
Latinoamérica sigue los pasos de Europa. Aunque las ZBE todavía no se encuentran operativas de una manera extendida, numerosas capitales del subcontinente se han interesado por las experiencias de ciudades como Berlín, Londres, Milán o Barcelona y están barajando la posibilidad de implementarlas en los próximos años.
Medellín ha sido la primera ciudad latinoamericana en establecer dos Zonas Urbanas de Aire Protegido (ZUAP), ubicadas entre la Avenida Ferrocarril y la carrera 43 y entre la calle 58 y la Avenida San Juan, dos de los puntos en los que los peores índices de calidad del aire. Las ZUAP se han acompañado de políticas para fomentar el uso del transporte público y campañas de concienciación ambiental.
Aunque de manera todavía incipiente, Lima también quiere liderar la transformación de la movilidad urbana en el subcontinente. Dos distritos de la capital peruana, San Borja y La Molina, están realizando una prueba piloto e introduciendo medidas para reducir las emisiones de carbono en el proceso de planificación, transporte y energías; dentro del proyecto Ciudades Modelo en Bajas Emisiones de Carbono.