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Al rescate del patrimonio olvidado en Honduras

La Mancomunidad Colosuca atesora un rico legado cultural y artístico apenas conocido. El Programa de Patrimonio para el Desarrollo de la Cooperación Española lo está recuperando.

Redacción

Trabajos de restauración en la iglesia de la Inmaculada Concepción de San Manuel de Colohete, en Honduras. AECID

A la iglesia de la Inmaculada Concepción de San Manuel de Colohete, una de las más antiguas de Honduras, le ha costado mucho recuperar su antiguo esplendor. Hasta hace poco, el edificio, construido en el siglo XVII, era un compendio de madera desgastada, ornamentos caídos, frío y oscuridad, pues ni siquiera tenía luz eléctrica. Resultaba complicado imaginar los colores de las minuciosas imágenes que hay pintadas en sus paredes o a lugareños reunidos en este espacio que, en tiempos pasados, desempeñó un papel fundamental en la vida de la comunidad. No solo como lugar para la práctica religiosa, sino también como espacio de cohesión social e identidad cultural que contribuía a preservar tradiciones ancestrales ligadas a las creencias de la comunidad.

“Cuando llegamos, sentí mucha tristeza al ver todo tirado por el suelo, las humedades... La gente salía de misa tosiendo”, recuerda la restauradora Lilian Mazariegos, cuya implicación en el proyecto ha sido fundamental para conseguir que el templo esté recobrando la majestuosidad barroca que ostentó en otros tiempos y de que se haya convertido en un lugar imperdible para los turistas que visitan la zona.

San Manuel Colohete forma parte de la Mancomunidad Colosuca, una entidad territorial situada al oeste de Honduras y conformada por seis municipios del departamento de Lempira, considerado el más pobre del país. Allí viven alrededor de 74.000 personas que se dedican, en gran parte, a la producción de café, un negocio muy rentable para los dueños de las plantaciones, pero poco fructífero para las personas que las trabajan. Además, el acceso a la región resulta difícil a causa del mal estado de la carretera que la conecta con Tegucigalpa y de la falta de infraestructuras. Colosuca es, por tanto, un lugar complicado, y quizá sea por eso por lo que pocos saben que en su interior guarda un patrimonio cultural antiguo y grande, uno de los más ricos e interesantes de Centroamérica.

Conscientes del valor y potencial de este patrimonio, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), organismo adscrito al Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación del Gobierno de España que asume la gestión y ejecución de acciones relacionadas con la cooperación internacional para el desarrollo, comenzó a trabajar en su recuperación en 2003.

Contribuir al desarrollo sostenible, objetivo del proyecto

La AECID, en el marco del Programa de Patrimonio para el Desarrollo, impulsó en ese año el Plan Maestro de Conjuntos Históricos Colosuca con el objetivo de recuperar, restaurar y poner en valor dicho legado, que no recibía el cuidado adecuado. La iniciativa buscaba no solo dar a conocer al mundo su riqueza cultural, sino también contribuir, a través de ella, al desarrollo sostenible y la lucha contra la pobreza en este territorio.

Desde entonces, han sido muchos los edificios y espacios rehabilitados, entre los que destacan las iglesias de los seis municipios de la Mancomunidad (la de San Manuel de Colohete es la más importante), así como distintas casas coloniales y centros de esparcimiento, como plazas y parques públicos. En total, se han realizado más de 30 intervenciones con una inversión de alrededor de 14 millones de euros. Además, se han confeccionado normativas para proteger el patrimonio y se han impartido talleres de gestión cultural.

Pero el proceso ha sido arduo. La falta de recursos, de mano de obra cualificada y, muchas veces, de materiales, hacen que los trabajos se extiendan en el tiempo y que cueste encontrar a personas dispuestas a involucrarse de manera total con el proyecto.

El Programa de Patrimonio para el Desarrollo y la Escuela Taller

La AECID encontró entre sus propias iniciativas una manera de paliar este problema. La institución puso en marcha, casi al inicio, una Escuela Taller para que las personas jóvenes de la región pudiesen formarse en trabajos prácticos, como la carpintería o la albañilería. Parte de ese alumnado se ha incorporado después a alguno de los proyectos de la iniciativa: “Salió una buena camada, y hoy todavía contamos con algunos de ellos”, señala Eduardo Álvarez, arquitecto de la Mancomunidad Colosuca. Este vínculo entre el Programa de Patrimonio para el Desarrollo y las Escuelas Taller ha sido una constante de AECID desde sus inicios como agencia de cooperación.

En la actualidad, la Escuela Taller, que es una réplica de otros centros similares que la AECID ha puesto en marcha en distintos puntos del país, ha pasado a manos del Gobierno central.

Una alumna de la Escuela Taller de Comayagua. AECID

Fue precisamente en la Escuela Taller de Comayagua, en el centro de Honduras, donde se formó Lilian Mazariegos cuando era adolescente: “A mí siempre me ha gustado recuperar cosas, me gusta conservar. Me apasionan las obras de arte. Si no fuese por el Taller, quizá nunca hubiese podido dedicarme a ello”. Ahora, con 38 años, se ha hecho responsable del proyecto más ambicioso y complicado del Plan, la restauración de la iglesia de la Inmaculada Concepción de San Manuel de Colohete, que se puso en marcha en 2017 y que en estos momentos se centra en la rehabilitación de su coro. El equipo es reducido, apenas un puñado de personas, pero trabajan con ahínco y minuciosidad y, a la vista de los resultados, no parece que les vaya mal1. Álvarez reivindica la magnitud de la labor de Mazariegos y su gente: “Es una odisea. Es algo que nunca se había hecho en el país. Personal especializado en restauración del Instituto Hondureño de Antropología e Historia vinieron de visita y comentaron que, si les hubiesen ofrecido el trabajo a ellos, no lo aceptarían por el agobio que supone”.

“Al principio, los vecinos desconfiaban de nosotros, porque veníamos de fuera y esta es una región peculiar, pero ahora están encantados”, se ríe Mazariegos. Y es que los habitantes de la zona han podido conocer en profundidad el trabajo que se está realizando en esta iglesia gracias al programa Abierto por restauración, que pretende poner en valor el proceso de conservación del patrimonio tanto para la comunidad local como para los turistas con una serie de visitas en las que dialogan con las personas que se han encargado de recuperar este espacio.

Mimetizarse con el entorno

La inclusión de las personas autóctonas y del entorno de la Mancomunidad en el desarrollo del proyecto es primordial para las instituciones impulsoras del Plan, que tratan de involucrar en los trabajos al vecindario de la zona, y de utilizar materiales y productos propios de la región. Aunque no siempre es posible y a veces no queda otra que negociar con proveedores externos, algo que puede resultar problemático, como argumenta David Araque, asesor de Patrimonio de la Oficina de Cooperación Española en Honduras: “Cuando las obras son pequeñas, como las nuestras, no compras grandes cantidades de material y los productores no te tratan bien, porque no les sale a cuenta. Necesitas un poco de agresividad para conseguir las cosas, y ese no es nuestro estilo”.

Araque defiende que el esfuerzo merece la pena. Él, que ha sido testigo de la gran transformación de Colosuca desde el principio, destaca el cambio que han experimentado los propios vecinos en la autopercepción sobre su lugar de origen: “Es bonito ver cómo la gente ahora está orgullosa de su pueblo; antes estaban de capa caída. No hablaban de ello. Ahora te dicen: ‘Tienes que venir a ver tal cosa o tal otra’”.

Y es que el proyecto no solo se centra en la rehabilitación del patrimonio; también pretende devolver el orgullo por los tesoros de la región a sus habitantes y lograr que el sector turístico se interese por la zona. Un ejemplo de la labor de la AECID en este último terreno es el trabajo de nomenclatura realizado junto a la Universidad Politécnica de Valencia en el casco histórico de Gracias, cabecera del departamento de Lempira, donde se han puesto carteles que señalan sus monumentos más significativos y explican su historia e importancia, algo que también ayuda a los lugareños a “conocer mejor su pueblo”, señala Álvarez.

Fachada principal de la iglesia de la Inmaculada Concepción de San Manuel de Colohete. EFE

Mantener la tradición

La tercera pata sobre la que se asienta el Plan Maestro de Conjuntos Históricos Colosuca, promovido por la AECID, es la puesta en valor de la tradición de la Mancomunidad Colosuca. “No solo pretendemos restaurar los edificios importantes de la zona, sino llenarlos con las costumbres del lugar, que también son patrimonio”, señala Álvarez. Puede que la mayor muestra de esto sea la Casa Galeano, un imponente edificio colonial que en 2005 fue renovado por la Escuela Taller y que, desde entonces, ha perdido su condición de vieja vivienda “de ricos” para convertirse en un museo en el que se recoge la historia de la región y se recrean sus costumbres durante la primera mitad del siglo XX; incluso los trabajadores van vestidos con ropa de época. Para poder llevar a cabo esta recreación, ante la falta de documentación escrita sobre la vida cotidiana de dicha época, se organizaron las Tertulias gracianas, donde se dialogó con vecinos originarios de la zona para recordar cómo era el entorno durante su infancia.

Araque defiende con ahínco la necesidad de continuar impulsando proyectos de este tipo, a pesar de las dificultades y la competencia que llega desde el exterior. Él lo ve como una pelea de David contra Goliat: “Esas tradiciones ancestrales están compitiendo contra la modernidad: tú pones la tele y todo el mundo tiene un plasma con la televisión de Miami puesta con Ferraris, Coca-Cola o la casa con el piano de cola, y es eso lo que les apela. Entonces tú luchas contra estas cosas gigantes. Es un esfuerzo muy grande. Pero se logra, poco a poco se va logrando”.

La buena noticia es que todo el mundo sabe ya cómo termina esa confrontación bíblica.


El proyecto ha contado con la inestimable colaboración, entre otras personas, de Adela Ferrando, arquitecta coordinadora de las obras en las primeras fases de la intervención; Raquel Ropero, restauradora; Indira Álvarez y Oscar Alvarado, arquitecta y arquitecto; y Anaín Serrano, maestro carpintero

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