San José es la capital de un país al que no se parece. Mientras Costa Rica se muestra al mundo como un oasis vegetal, idílico y silencioso, la ciudad parece crecer disociada del resto del territorio y lucha contra la naturaleza con un ruido de hormigón en el que lo único que florece son los aparcamientos y las rejas en las ventanas. Incluso las plantas que cuelgan de la fachada de la sede del Ministerio de Medioambiente son de plástico. Cuesta creer que en medio de todo este estrépito urbano haya hueco para la resistencia de los árboles, pero así es.
El Jardín de Mariposas Spirogyra se encuentra a diez minutos andando del centro de San José. Se trata de un enclave de unos 350 m² en el que no solo se crían este tipo de insectos, sino que también se recuperan plantas autóctonas de la región, como las musáceas, las pasifloras o los triquitraques; y se ofrecen cursos sobre medioambiente y rutinas ecológicas a los visitantes. Un río atraviesa la parte baja del espacio. Sol Carballo, una bailarina con gran interés por la mezcla entre naturaleza y arte, lo fundó hace 32 años al recibir en herencia el terreno por parte de su padre, que ya había construido una casa en él y que fue quien le inculcó el interés por la conservación del planeta. “No te imaginas el asombro de la gente cuando entra aquí y ve un lugar como este en pleno centro de la ciudad. Es impresionante, y conseguimos que descubran lo que se podría lograr si cuidasen de sus propiedades así”, asegura, orgullosa.
Spirogyra es uno de los proyectos que colaboran con el programa San José Ciudad Paisaje, puesto en marcha por el Centro Cultural de España en Costa Rica (CCECR), uno de los 16 Centros que conforman la Red de Centros Culturales que la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) tiene desplegados en América Latina y Guinea Ecuatorial. En colaboración con agentes locales, estos Centros desarrollan una intensa actividad de cooperación al desarrollo a través de la cultura y de cooperación y promoción cultural, convirtiéndose en espacios de encuentro y ciudadanía, así como en lugares de referencia cultural en los territorios en los que se ubican.
El proyecto San José Ciudad Paisaje inició su andadura en 2020, y tiene como objetivo convertir a la capital costarricense en la primera ciudad verde de América Latina. Para lograrlo, promueve una serie de iniciativas que buscan cambiar el paisaje de la urbe a través de intervenciones ecológicas en distintos espacios; concienciar a la población organizando cursos y charlas con referentes de la arquitectura y el diseño sostenibles; y movilizar tanto al vecindario como a los poderes públicos con acciones de reivindicación ciudadana. Sus ideas se basan en corrientes filosóficas como el ecofeminismo y las teorías de pensadores como Gilles Clément.
La tarea no es fácil, pero poco a poco van ganándole terreno a los bloques de cemento y consiguiendo que algunos barrios vuelvan a asemejarse al resto del país. “Queremos parecernos un poco al bosque de Birnam y acabar con la tiranía del asfalto”, bromea Ricardo Ramón Jarne, director del CCECR y unos de los principales impulsores del proyecto, en referencia al bosque que amenaza al despótico rey Macbeth en la obra del mismo nombre de Shakespeare.
Flores en las rejas
Casi todas las ventanas de San José están protegidas por rejas. La ciudad sufre altos niveles de inseguridad y esta es una de las formas que ha encontrado la población para sentirse un poco más segura tanto en sus casas como en sus negocios. Pero la seguridad, al menos en este caso, no va de la mano con la belleza. Lo cierto es que este sistema de aislamiento entristece las calles y tampoco parece aumentar la sensación de protección. Por ello, una de las primeras acciones del proyecto San José Ciudad Paisaje fue promover que se disimulasen los enrejados con plantas trepadoras, una especie fácil de colocar, barata, casi concebida para adaptarse a los enrejados, y que logra de una manera rápida que la apariencia de la ciudad mute de esa opresión metálica a algo mucho más agradable, repleto de colores y olores capaces de transformar la apariencia de los barrios y el orgullo del vecindario.

“Si lográsemos que todas las rejas de la ciudad se llenasen de enredaderas, limpiaríamos el aire en un 37%”, explica Ramón Jarne, que incide en la importancia de que las plantas cubran también las rejas de los aparcamientos, pues son lo único que compite en número con los enrejados: “Esta es una ciudad a la norteamericana, y el centro se está llenando cada vez más de parqueos. Por eso, yo insisto mucho a los propietarios para que se sumen a esta iniciativa. También a ellos les viene bien”.
Carballo cree que este proyecto ha tenido un gran impacto en la población: “La gente viene, compra sus plantitas y se las lleva, y me pregunta cómo hacer para que se enreden en las cercas y en las rejas”. Y también pone en valor algunos trucos que hacen que los vecinos se decanten por esta opción, como un “concurso para elegir la reja mejor decorada”.
Un sistema basado en el arte
Algo que hace que San José Ciudad Paisaje y Spirogyra congenien de manera orgánica es la importancia que ambos proyectos le otorgan al arte. Las iniciativas puestas en marcha por la AECID a través de este programa siempre se relacionan con alguna expresión cultural. Puede que el mejor ejemplo de ello sea RíoBardas, un proyecto con el que se pretende mejorar la calidad del agua de los tres ríos de la ciudad a través de un sistema de bardas que filtran la polución y los desechos que las corrientes arrastran a su paso. Pero estas bardas no son unas bardas cualesquiera; algunas de ellas han sido diseñadas por artistas como Maider López y logran no solo disminuir la contaminación hídrica de la urbe, sino también mejorar la estética de los espacios en los que se instalan. Otro ejemplo similar es el de las bardas musicales de Alessandro Valerio, que componen melodías cada vez que el agua o el viento las mueve, y junto a las que ya se han organizado algunos conciertos de orquesta.

Por su parte, Spirogyra ha tenido un componente artístico desde su nacimiento. La carrera de Sol Carballo como bailarina en la Compañía Nacional de Danza terminó casi en el mismo momento en que puso en marcha el jardín. A pesar de que ella era feliz diseñando y haciendo crecer el solar que había heredado de su padre junto a la casa familiar, sentía que le faltaba algo, esa pulsión creadora que la había acompañado siempre no se saciaba del todo. Así que, unos años más tarde, fundó junto a un grupo de amigos que provenían de diferentes ramas culturales el grupo Metamorfosis. Se trata de una asociación interdisciplinar —“la primera de este tipo en el país”, asegura Carballo— que compone y representa obras que buscan concienciar a la población sobre la necesidad de conservar el medioambiente y de luchar por los derechos humanos a través del mismo goce estético que provocan las bardas que los artistas diseñan para los ríos de la ciudad. “Nosotros juntamos las dos cosas, porque, para mí, el arte y el ambiente no deberían separarse nunca”, sentencia la bailarina.
‘Paty Alcaldesa’
Pero si hay una iniciativa que llama especialmente la atención entre todas las que ha puesto en marcha San José Ciudad Paisaje es Paty Alcaldesa, una propuesta performática en la que la directora de cine costarricense Patricia Velásquez fingía que se presentaba a las elecciones municipales de febrero de 2024 con un partido virtual que defendía un programa repleto de ideas para mejorar la sostenibilidad y otros aspectos de la ciudad con el objetivo de que el resto de aspirantes a la alcaldía se comprometiesen a llevarlas a cabo si salían elegidos. La “candidatura” tuvo un gran éxito: “Nos presentábamos a los debates contra los políticos de verdad y los ganábamos casi todos”, ríe Ramón Jarne. Y aunque admite que el nuevo alcalde de San José, Diego Miranda Méndez, está implementando algunas de las medidas que se propusieron en Paty Alcaldesa, cree que “habría que ir bastante más allá”.
Quienes tengan interés en conocer este proyecto en profundidad están de suerte, porque próximamente se estrenará un documental en el que se cuenta su historia completa.
Una de las propuestas que ya se están implementando y que va en línea con el espíritu de esta insólita candidatura es la de la “ciudad comestible”, que consiste en que se planten árboles frutales en los jardines públicos de los vecindarios. “De esta manera, no solo ayudamos a luchar contra el hambre, un problema que va en aumento en Costa Rica; también atraemos a insectos y pájaros que estaban abandonando la ciudad”, argumenta Ramón Jarne.
Con estos y otros muchos proyectos la AECID y espacios como el Jardín de Mariposas Spirogyra ponen su granito de arena en esa batalla contra la “tiranía del asfalto” de la que hablaba el director del CCECR y ayudan a que San José se parezca cada vez más al país que representa.