En Venezuela se ha generalizado la idea de que, tras más de dos décadas de chavismo, no existe una nueva generación política de relevo capaz de liderar los cambios que necesita el país. La dispersión de los distintos partidos que conforman el bloque opositor, la polarización y el caudillismo son factores que contribuyen a reforzar esa idea desesperanzadora que se ha sembrado en gran parte de la población.
Pero, al margen de ese estigma que se debate en las redes sociales y los medios de comunicación, existe un trabajo silencioso en las comunidades que pocas veces emerge a la superficie, en donde organizaciones civiles, instituciones educativas, emprendedores e incluso actores políticos trabajan para superar las adversidades y encontrar vías de recuperación para cientos de miles de venezolanos que buscan un camino distinto a la emigración y a la resignación.
Una de estas experiencias es la que ha sostenido el activista y político Roberto Patiño (Caracas, 1988), quien, junto con el sociólogo Leandro Buzón, fundó en 2013 Caracas Mi Convive, una organización social que se propuso reducir la violencia en las comunidades más conflictivas de la capital venezolana y, al mismo tiempo, formar líderes capacitados para la promoción del bien común.
Patiño es ingeniero de producción egresado de la Universidad Simón Bolívar (USB). Se graduó con mención honorífica con un proyecto que evaluó la formación de capital social en escuelas públicas de Petare, barrio de Caracas distinguido por sus altas tasas de criminalidad y pobreza. La inquietud por estos temas lo llevó a realizar una maestría de Políticas Públicas en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, donde se especializó en Seguridad Ciudadana. Su tesis de grado sobre la prevención de la violencia para la capital de Venezuela calificó entre las 10 mejores de 2015.
El nombre de Roberto Patiño se hizo visible en la opinión pública venezolana cuando, en las elecciones regionales del 21 de noviembre de 2021, fue propuesto como candidato a la alcaldía de Caracas por parte del partido de centroderecha Primero Justicia. La oposición al régimen de Maduro estaba entonces dividida entre varios liderazgos y los que apostaban por una candidatura unitaria o por no participar en los comicios. En ese contexto, Patiño fue una excepción al retirar su nombre como candidato para facilitar la unidad que nunca se logró, acción que fue reconocida positivamente por la opinión pública.
Patiño recibe a COOLT para hablar sobre su visión de la política y el presente y futuro de la oposición venezolana, así como para profundizar en el trabajo de la organización social que dirige, enfocado en la prevención de la violencia y en evitar que los jóvenes caigan en manos de las bandas armadas.
- ¿Qué te llevó a ingresar a la política?
- Comencé mi activismo social y político en el movimiento estudiantil en la USB. Obviamente, no tenía planificado dedicarme a estos temas, pero las circunstancias del deterioro de la democracia en Venezuela, con el cierre de medios de comunicación, y la reforma constitucional me llevaron, como a muchos jóvenes, a querer participar. Una cosa fue llevando a la otra. Fui presidente de la Federación de Centros de Estudiantes de la USB y luego decidí formar una organización social que se llamó Voto Joven para promover la participación electoral.
En 2012, [el líder de Primero Justicia] Henrique Capriles, a quien no conocía, me invitó a coordinar el grupo de los jóvenes en su campaña presidencial, y eso me hizo recorrer cerca de 200 pueblos por toda Venezuela. Algo que me marcó mucho fue la desconfianza que se percibía en la gente hacia la política. Eso me hizo pensar de qué servía visitar tantos pueblos si te percibían como un mentiroso. A partir de allí, decidí cambiar ese pensamiento y en conjunto con Leandro Buzón creamos Mi Convive, que es una organización social que se propuso, en lugar de visitar 200 pueblos, visitar 200 veces la misma comunidad.
Por otro lado, el tema de la violencia me es muy cercano, porque tanto mi hermana como mi padre sufrieron el flagelo del secuestro. Eso me llevó a querer saber y entender qué se había hecho en otros contextos para enfrentar la violencia. Por eso realicé mi tesis sobre la violencia en la Universidad de Harvard, y en 2015 decidí regresar al país, donde en 2016 impulsamos la organización Alimenta la Solidaridad, enfocada en la reducción de la violencia en las comunidades, identificando los espacios en donde se concentra más la violencia y a los jóvenes que se encuentran en riesgo de caer en acciones de mala conducta o en ser captados por las bandas delictivas armadas.
- ¿Cómo se pueden formar líderes en estas comunidades en las que el acceso a la educación ha sido difícil, o prácticamente no existe, y donde sobrevivir es la prioridad? ¿Qué habéis encontrado?
- Hemos encontrado un enorme talento, una gran disposición a servir y mucho carisma. En efecto, en estas comunidades hay una carencia de oportunidades para avanzar en la vida, y hemos vivido muchísimas historias de jóvenes que quieren salir adelante. Un día se nos acercó un muchacho de la Cota 905 que había abandonado los estudios, no tenía trabajo. Reunía todo el perfil para que se alistara en la banda que opera en esa comunidad. Antes de que la banda lo reclutara, a través de nuestro programa Mi Convive, le ofrecimos una oportunidad laboral en un café de la zona este de Caracas. Al principio le costó mucho. Comenzó como mesero, llegaba tarde, no trataba con suficiente respeto al jefe. Pero en el transcurso de la experiencia lo fueron formando y orientando. Luego de seis meses, visitamos el café y el gerente nos contó que el muchacho era el mejor mesonero de todo el local. Eso es lo que significa darle la oportunidad a alguien. El joven, a quien saludamos y nos atendió ese día, me dijo: ‘Roberto, lo único que necesitaba era que alguien creyera en mí’.
Los venezolanos tenemos que ser los protagonistas de los cambios que queremos ver
- En los últimos años se ha registrado una gran deserción escolar. El drama es peor en el interior del país, donde pueden encontrarse jóvenes de hasta 18 años que no saben leer. ¿Cómo se compensa esa deficiencia con la idea de formar líderes comunitarios?
- Ciertamente, el sistema educativo público venezolano está en una profunda crisis. No hay inversión desde hace varios años y con la pandemia se han profundizado las brechas por la falta de conectividad y preparación. Para mí, esa es una de la principales barreras que tenemos que superar para ser una sociedad próspera. Es necesario recuperar todos esos años perdidos y eso debe ser una de las grandes prioridades para Venezuela.
- ¿El trabajo que realizas en las comunidades se vincula con la organización política a la que perteneces?
- Cuando me acerco a las comunidades siempre soy muy franco en cuanto a mis ideas. Creo que, aparte de la transformación por la vía social, necesitamos la transformación política. Primero Justicia es el partido en el cual he encontrado una mayor coincidencia en la forma de entender a la sociedad, en particular en un principio que establece que debe haber más sociedad cuando sea posible y Estado cuando sea necesario. Es decir, se requiere una sociedad civil fuerte, un sistema educativo fuerte, organizaciones que representen a esa sociedad civil estructurada que tengan capacidades, y que no todo tenga que hacerlo el Estado. He tenido empatía con esa visión y es en ese espacio que he tratado de llevar mis ideas y entender la política.
En Venezuela persiste una cultura caudillista
- ¿Cuál fue tu experiencia en las elecciones regionales de noviembre de 2021, cuando sectores sociales y políticos, en reconocimiento a tu labor en Caracas, te postularon como candidato a la alcaldía, y luego, frente a las divisiones y pugnas por los liderazgos, decidiste rechazar la candidatura para promover la unidad?
- Los venezolanos tenemos que ser los protagonistas de los cambios que queremos ver. Los cambios no van a venir de afuera y tampoco los va a generar un grupito. Tenemos que construirlos nosotros, y en ese sentido he planteado ideas para Caracas y las comunidades donde trabajamos. Por eso surgió esa propuesta de mi posible candidatura a la alcaldía. En ese momento, lamentablemente, la oposición no realizó elecciones primarias para escoger un candidato unitario y no hubo una manera de elegir un nombre que tuviera una opción fuerte. Frente a esa situación, yo decidí no seguir adelante con esa propuesta porque, para mí, parte del problema está en las divisiones, y no deseo ser parte del problema sino de la solución. Me sorprendió la reacción favorable de la gente por mi retiro. Agradecí muchos comentarios afectuosos y de reconocimiento de nuestro trabajo. Eso es parte de lo que me impulsa a seguir trabajando, saber que lo que estamos haciendo tiene resonancia en otros sectores de la sociedad.
- Diversos analistas observan con preocupación que no existe una generación de relevo sólida y preparada que pueda encarar uno de los momentos más difíciles que está viviendo el país. ¿Es factible la conformación de un nuevo liderazgo para construir la Venezuela del siglo XXI?
- Por supuesto que es factible. Lo veo a diario en las comunidades, donde hay muchas personas jóvenes que nunca estuvieron vinculadas a la política y que ahora tienen el deseo de participar. Eso es la muestra de que existe la posibilidad de la renovación. Y no es solo una cuestión de edad: también se trata de otra forma de acercarse a la política. Estoy convencido de que eso está ocurriendo. Muchas veces esas mareas no se ven desde la superficie, pero, una vez que emergen, lo hacen con mucha fuerza.
- Últimamente se ha cuestionado la figura del líder único del partido, al que casi se le identifica como el dueño del partido. Eso ha hecho que, en el seno de la oposición al chavismo, hayan surgido muchas formaciones políticas. En el Consejo Nacional Electoral de Venezuela están inscritos unos 50 partidos que se disputan un espectro ideológico que podría reducirse a 4 ó 5 tendencias ¿Qué piensas de esta dispersión?
- Para mí, el caudillismo es uno de los grandes males que no nos permiten avanzar como sociedad. Las sociedades que prosperan son aquellas en las cuales puede haber un debate abierto, democrático, horizontal, de las ideas y de los problemas. Lamentablemente, en Venezuela persiste una cultura caudillista de quienes asumen cargos de dirección política o en organizaciones de la sociedad, que quieren eternizarse en sus espacios y ejercer el poder de forma autoritaria. Es uno de los grandes problemas que se han generado en todos los partidos opositores, incluyendo Primero Justicia, desde luego. Pero hay que resaltar que en este momento hay un proceso de elecciones internas, renovaciones que yo saludo; son importantes y las veo con expectativa.
- Tanto en Venezuela como en la escena política internacional, se han generado posturas radicales donde a las partes les cuesta entenderse, llegar a acuerdos para atender y solucionar los problemas del ciudadano. También han surgido nuevos líderes que tienden a ser autocráticos, hasta el punto que se percibe un declive de la democracia.
- La polarización extrema que hemos vivido en Venezuela solamente le sirve a quienes tienen el poder. La polarización no le sirve al venezolano de a pie. El ciudadano quiere la solución a sus problemas y reencontrarse con la posibilidad de tener sueños. Todas esas aspiraciones están por encima de la polarización. Ese discurso empobrecedor donde es todo o nada o ya no se puede hacer nada. Pero tampoco puede ser que lo resuelva un grupito de militares. La única solución a los problemas del país la van a traer los venezolanos con su participación.