La narradora y poeta mexicana Ale Oseguera (Guadalajara, 1982) tiene todo a su favor: visión, voz y, sobre todo, inteligencia.
Desde el año 2006 vive en Barcelona y su nombre siempre suena en festivales de poesía y slam poetry de la ciudad. También gira por otros puntos de España, y a la par de su escritura es parte del proyecto de perfomance poético y eléctrico Las Hermanas del Desorden.
Luego de los poemarios Tormenta de tierra (2016) y Un hotel de cinco estrellas sobre un cementerio (2019) y de la novela Realidad en mono (2020), la editorial No es Berlín le propuso publicar su nuevo y último poemario, Mi rostro es un mapa de mi cuerpo (2023), un compendio arriesgado en estructura y lírica donde Ale Oseguera pone su cuerpo en el asador y es atizado por varias temáticas como el colonialismo, la migración, las lenguas invisibilizadas pero arraigadas y la violencia en general.
Desde su trinchera artística y literaria, la autora quiere trabajar para impedir el avance del fascismo, la homofobia, el racismo y la discriminación; es por eso que en esta entrevista para COOLT nos comenta cómo su poética no es solo su cuerpo, sino que representa el de muchos.
- ¿Qué fue lo que activó la pulsión creativa por la escritura y la poesía en general? ¿Cuándo comenzó?
- Muy joven. Hasta hace poco mi madre decía aún conservar los relatillos que escribía en la primaria. A la escritura entré por la lectura. Pasé una infancia muy solitaria y nunca me ha gustado mucho la televisión, ese medio omnipresente en el México de los ochenta. Prefería leer: cómics, cuentos... Recuerdo especialmente los libros de El Barco de Vapor. A la poesía entré en la adolescencia, como nos pasa a muchos, y sin saber que eso que estaba escribiendo podía transformarse y denominarse poesía.
- Este nuevo poemario se titula Mi rostro es un mapa de mi cuerpo. ¿El cuerpo atraviesa tu escritura?
- Toda. Nuestro cuerpo condiciona nuestro andar en la sociedad; por nuestro cuerpo se nos juzga, oprime o privilegia. En el cuerpo se alojan las heridas y las alegrías de nuestra vida. En él quedan las cicatrices, físicas y emocionales. Toda mi poesía pasa por el cuerpo y utilizo el cuerpo como un medio de expresión. Por eso expando la poesía en la escena y en la oralidad. Empecé hacer teatro de muy niña, como con 12 años. Entonces descubrí que mi cuerpo era lienzo y herramienta. Me encantó poder utilizarme toda, cuerpo, psique y biografía, para la expresión artística.
- Este poemario es híbrido, con diferentes géneros, dibujos y juegos de páginas al estilo Rayuela de Cortázar o los libros de Elige Tu Propia Aventura. ¿Qué buscabas con estos detalles? En un mundo en que somos más de pantallas, ¿esta es una forma de vincularse con el lector y entretenerlo?
- Nunca me planteé este libro como un “entretenimiento”, aunque entiendo que apelarle de una manera tan directa puede entretenerle, como, por ejemplo, con los ejercicios de “rellene usted los espacios en blanco” que hay en algunos poemas. Si a la vez que se entretiene, se siente, vive, sufre y se le revuelve algo en el interior del estómago o del pensamiento, mejor.
Lo que buscaba con estos detalles más “fuera de la norma” era, por una parte, coincidir en la forma de la escritura con todas aquellas identidades que se mueven fuera de la hegemonía. El poemario habla de estas identidades híbridas, fronterizas, imposibles de clasificar con estructuras cerradas de pensamiento o de organización social. Así que, por una mera cuestión de coherencia conceptual, era importante no casarme con estructuras literarias fijas. Por otro lado, creo en la poesía como un campo de experimentación, de juego. Creo que el espíritu transgresor de las vanguardias está vivo en la poesía y que gracias a lo que la poesía nos permite, el arte avanza. Esa es mi filosofía al acercarme a la poesía: inventar, jugar, romper, proponer.
- Este poemario visibiliza una incomodidad. Los conceptos “persona racializada” y “colonialismo” hilan gran parte del libro. ¿Qué representan estos conceptos en tu obra y qué representan en tu vida?
- No me gusta definirme ni definir a otros con el término “persona racializada”. Me parece que es nombrarnos desde la opresión. Yo sé que he sido juzgada por mi color de piel o por mi cuerpo de mujer en innumerables ocasiones, pero eso no me define ni condiciona lo que yo soy o puedo llegar a ser. De ahí que rechace nombrarme así. Soy mucho más que mi color de piel, que mi cuerpo, y es justo a esta idea a lo que apela el poemario.
Este poemario plantea un viaje que se inicia con la invitación a despojarnos del cuerpo, sus limitantes, sus objeciones y sus juicios, para poder encontrar todo lo que somos a partir de la revisión de todos aquellos elementos que componen la identidad: las creencias, la historia, los orígenes. Al revisar nuestra historia, vengamos de donde vengamos, es imprescindible pasar por el colonialismo, porque todas y todos vivimos en las consecuencias del colonialismo: tanto los vencedores como los vencidos. ¿Cómo condiciona la historia nuestras vidas actuales?, es parte de lo que se pregunta el poemario.
- En el poema ‘La belleza al fondo del océano’ juegas con el género teatral y, en general, como creadora, te mueves en diferentes formatos. ¿En qué género y en qué formato creativo te sientes más a gusto?
- En la palabra, así en general, que puede ser oral, escrita, vivida.
- Hay varios guiños a otras lenguas mexicanas en el libro, ¿cómo es tu aproximación a ellas como castellanoparlante?
- He intentado hacerlo desde el más absoluto respeto y desde la más absoluta humildad. Sabiéndome ignorante y sabiéndome partícipe. Me aproximo mucho al náhuatl porque, además del totonaca, es la lengua prehispánica con la que personalmente he tenido más contacto. Como mexicanos o mexicanas, hemos tenido más contacto con ella porque ha permeado incluso el español mayoritario que se habla en el país. Me acerco a la lengua náhuatl como quien abre una puerta y se asoma a un mundo que le es familiar pero que, a la vez, desconoce por la invisibilización sistemática de la que ha sido objeto.
- Tienes un máster de Construcción y Representación de Identidades Culturales. ¿Cómo tu poemario representa tu identidad?
- Estudié este máster cuando ya me había embarcado en varias de las lecturas que han empapado mi poética y filosofía. En el máster encontré una guía, una educación más formal y organizada a todo este conocimiento que yo había ido recogiendo gracias a pesquisas en librerías o internet. Estoy muy agradecida con todas las profesoras, han sido una inspiración. Me siento afortunada de haber podido realizarlo y terminarlo, porque no es fácil ponerse a hacer un máster cuando tienes ya una edad y además tienes que trabajar la jornada laboral completa, pagar facturas y vivir.
En todo caso, creo que este poemario es, de mis obras, la que más bebe de la teoría, y eso se nota en la variedad de epígrafes y referencias a otras autoras que incluyo en el libro. No he hecho este viaje de deconstrucción de la identidad sola. Me han acompañado todas esas plumas.
- ¿Estudiar el concepto poscolonial desde España ha sido una oportunidad o una amenaza?
- Una oportunidad y un dolor de cabeza muy emocionante. Las academias británicas y francesas se han aproximado mucho más a sus literaturas migrantes y poscoloniales que no el mundo hispano. En el máster me planteé analizar, con el marco de la teoría poscolonial, que es propio del mundo anglosajón, las literaturas migrantes contemporáneas escritas en España por autores de origen hispanoamericano. No encontré mucho marco teórico. Es una literatura muy reciente y por ello aún se está empezando a analizar desde conceptos teóricos. Encontré que, además, hay muchas pugnas entre los defensores de la teoría decolonial, hispana y desarrollada mayormente en EEUU, y la poscolonial.
Mi meta era y es tender puentes entre realidades híbridas y multiculturales que trasciendan las barreras lingüísticas y geográficas. Creo que literaturas como las de Juan Pablo Villalobos, Clara Obligado o Gabriela Wiener pueden dialogar con la pluma de Zadie Smith, Thiong'o o Kureishi, o, por ejemplo, con las de autores de países como Malasia, Nigeria, India. Son mundos histórico-literarios marcados por el colonialismo, el imperialismo cultural, la hibridez y la migración. Al intentar abrir ese campo de estudio me topé con muchos vacíos y espacios que no han sido pensados, mucho trabajo por hacer, especialmente en España, que es renuente a revisar su pasado como nación colonialista.