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“El sexo es importante, ¿cómo va a ser violencia trabajar con él?”

La escritora Amara Moira repasa sus experiencias como prostituta trans en las calles de Brasil, plasmadas en el libro ‘Y si yo fuera puta’.

La escritora brasileña Amara Moira, autora de ‘Y si yo fuera puta’. CINTIA ANTUNES

En Y si yo fuera puta, su primer libro, editado en español por el sello argentino Mandacaru, la escritora brasileña Amara Moira (Campinas, 1985) reúne anécdotas y escritos de, como dice ella, “una travesti que se descubre escritora al intentar ser puta, y puta al bancar a la escritora”. Historias desgarradoras, pero narradas con humor; una oda al pete; con prólogo de Indianarae Alves Siqueira y epílogo-remate de Nina León. Un texto, en definitiva, que se une y destaca en el mapa de literatura LGTBIQ+ latinoamericana.

Moira, que consolidó su transición de género mientras ejercía la prostitución en las calles de São Paulo, se declara feminista, y es doctora en Teoría y Crítica Literaria por la Universidad Estatal de Campinas con una tesis sobre las indeterminaciones de sentido en el Ulises de James Joyce. Su nombre está inspirado en la Odisea de Homero, donde las moiras eran las videntes que previeron un destino amargo para Ulises.

En esta entrevista para COOLT, la autora habla de su relación con la literatura, de las problemáticas actuales del trabajo sexual y de cómo fue escribir un libro con un lenguaje secreto.

- Quería empezar por preguntarte por tu nombre, que se traduce como “destino amargo”.

- El nombre es algo que no lo escogemos: él nos escoge. Pensé un montón de nombres para mí, a lo largo de mi vida, pero hace un tiempo estaba leyendo una traducción de la Odisea, de Homero, y en un momento el texto dice que Ulises sufrió la moira, el destino. Ulises vive la moira amara, el destino amargo de verse lejos de los suyos. Mi apellido es Moreira, así que Moira tiene algo que ver, y Amara es parecido al nombre que mis padres me dieron al nacer. Entonces, cuando miré esa palabra en la Odisea, me pareció un poco que ella me estaba mirando también. Sentí como si dijera: “Yo voy a ser tu nombre”.

Me gusta mucho porque el amargor es un gusto poco apreciado, por lo menos en Brasil. Acá decimos que algo es amargo para referir que algo es muy malo. Es un gusto que no aprendimos a apreciar. El café sin azúcar, el chocolate amargo, el cacao al 100%, me encantan. Entonces, escoger un nombre que significa destino amargo no es necesariamente decir que mi destino va a ser trágico, sino que mi destino va a ser raro, y que es necesaria un poco más de paciencia para aprender a apreciarlo.

- ¡Qué identidad literaria! ¿Desde siempre te interesó la literatura?

- Cuando empecé mi transición de género encontré el tema de mi trabajo, el propósito, pero todo lo anterior me llevó a aprender a escribir de una manera rara, exquisita, innovadora. La literatura entró en mi vida con una maldición. Cuando tenía cuatro años y medio, mi madre percibió que yo ya sabía leer y escribir algunas cosas. Me imagino que no eran muchas, pero ya conseguía distinguir las letras, escribir mi nombre, cosas así. No iba a la escuela, me faltaba medio año para empezar. Mi madre fue y le contó a la directora de todo esto, y la respuesta de la escuela fue: “Esa criatura va a ser un problema para las clases. Déjala sin leer y escribir por seis meses, para que se olvide de todo lo que sabe y aprenda nuevamente en las clases”. Mi mamá intentó sacarme todas las palabras, no me dejaba papeles cerca, pero no fue posible lograr que desaprendiera nada. Yo percibí que me estaban robando el lenguaje, y empecé desesperadamente a utilizar cada papel que caía en mis manos, cada texto que veía lo intentaba leer. Eso me hizo escritora.

- Y si yo fuera puta está basado en un blog que escribiste hace diez años. En una entrevista con Lucía Tennina marcaste una diferencia clave: el blog era político, y el libro te dio la posibilidad de hacer algo más enigmático.

- Bueno, cuando yo escribí el libro, en 2014-2015, la vida para las travestis en Brasil era muy diferente. Yo quería utilizar ese espacio, ese blog, para ayudar a cambiar la opinión de las personas sobre nosotras, sobre quiénes somos. Quería dar a conocer la realidad de las calles, de la realidad del trabajo sexual que hay para las travestis. Y por eso empecé a escribir de una manera muy militante. Es una manera posible de hacer militancia.

- ¿En qué sentido?

- Escribía los relatos que vivía y escuchaba en la calle, con mis amigas, trabajando, atendiendo a hombres. Hacía el trabajo de interpretar al mismo tiempo que narraba lo que vivía. Quería contar una historia y al mismo tiempo decir cómo ustedes deben entender esa historia. Y tal vez fue por desconocer la realidad travesti, pero mucha gente no entendió lo que yo estaba intentando decir. Pero el tiempo pasó y ahora me parece que es mejor cuando no intento direccionar, conducir la interpretación de las personas. La literatura tiene ese poder de invitar a las personas a vivir la experiencia por medio de las palabras, y cuando viven esa experiencia, salen transformadas. Tal vez no piensen o interpreten de la manera como queremos, pero la experiencia de lectura es transformadora. A cada nueva edición del libro, reescribo el texto para que se acerque un poco más de ese lado oscuro, enigmático, resbaladizo de la literatura.

- ¿Te acordás de algo que hayas cambiado?

- A veces el cliente me trataba mal, y yo intentaba que en el relato él fuera el malo y yo la víctima. En esta nueva edición empece a pensar que, si bien él no respetaba límites, yo tampoco le decía de manera directa que no podía hacer eso. Pienso que necesitamos aprender a señalar límites y encontrar una manera clara de hacer, que no deje dudas sobre qué se puede hacer, qué se arregló, qué vamos a realizar, qué placer vamos a buscar juntos. Y empecé a discutir un poco eso desde la escritura. Y a veces también el tipo hacía cosas malas y en el momento decidía no verlo más, pero, pasados unos días, volvía a querer salir con él por el dinero y por el placer que a veces vivía con él. Las cosas son muy complejas, y antes el texto estaba limpio de esas complejidades, de esos comportamientos contradictorios, confusos, y ahora los estoy trayendo nuevamente para que no parezca que yo soy simplemente la víctima y el cliente es el villano.

- Lo que decís me hace acordar a Teoría King Kong, a esta idea de Virginie Despentes de no temerle a la calle porque uno puede ser violada, sino salir a la calle y aceptar que la posibilidad de la violación es parte de ser mujer.

- La idea de que la violencia sexual es la cosa peor que puede pasar a una mujer es en sí un problema. Es como si la vida de las mujeres estuviera desgraciada, destruida. Necesitamos cambiar el peso que ponemos en esos acontecimientos. No digo que no sean importantes, pero no se puede dejar que aceptemos que nuestras vidas dejan de existir después de estas experiencias, después de esas violencias. Es importante aprender a impedir que eso pase, a decir las cosas de una manera que el otro no solamente tenga miedo, sino que pare. El feminismo tal vez necesite hablar sobre eso, sobre la importancia de aprender a reaccionar, a creer, a confiar en nosotras, a decir: “Eso no va a pasar”. Hay que romper con esa enseñanza, con el condicionamiento social que nos deja sin reacción en el momento en que nos sentimos amenazadas.

- Creo que es claro cómo Y si yo fuera puta, o Las malas de Camila Sosa Villada, tienen el poder de transmitir una experiencia a la cual muchas mujeres no tenemos acceso, pero sin volverlo moralista o solemne.

- Me gusta escribir sobre cosas complejas. A muchas de las travestis no les gustaría trabajar con sexo, pero a veces o no tienen opción, o las otras opciones son incluso peores que la prostitución. Tenemos que luchar por un trabajo sexual que no nos mate, que no nos violente, que no nos destruya. ¿Cómo convences a alguien de que trabajar en McDonald’s, o en telemarketing, o limpiando casas, es mejor que trabajar con sexo, cuando pagan mucho menos? La diferencia es que con esos trabajos no tienes que sentir vergüenza, porque no tienen el estigma que cae sobre la prostitución. Si sacamos el estigma, sacamos las malas condiciones de trabajo y sacamos las violencias del machismo, la transfobia, el racismo y la xenofobia, las condiciones laborales cambian.

El sexo es muy importante en la sociedad, pero cuando hablamos de trabajar con sexo, se piensa intrínsecamente en un acto violento. Es algo que para mí no tiene sentido. Si esa experiencia es tan importante para la humanidad, ¿cómo va a ser una violencia trabajar con eso? Una militante puta feminista de Argentina ha dicho: “Si no puedo cobrar por sexo, esa no es mi revolución”. A veces parece que el problema es el trabajo sexual en sí mismo, y eso es una mentira, me parece. Cambiar las condiciones laborales, cambiar el estigma, va a crear otra realidad para el trabajo sexual.

- La edición argentina de Y si yo fuera puta tiene, al principio, un diccionario de bajubá, la lengua travesti en Brasil. ¿Es, como dice en la nota de traducción, una lengua secreta? ¿Cómo fue incluirlo en la traducción?

- “Bajubá” significa “secreto” en yoruba. ¿Para qué sirve un lenguaje secreto? Para que las personas afuera de la comunidad no entiendan qué se está diciendo. Eso era muy importante cuando se creó ese lenguaje en los años sesenta en Brasil. Se construyó de una manera informal, nadie sabe bien quién empezó a jugar con esas palabras, quién propuso que se utilizaran palabras de yoruba, de las religiones umbanda y candomblé de Brasil como bases de ese lenguaje nuevo, secreto. Entonces, las primeras veces que estaban hablando de esa manera, cuando decían vamos a hablar en bajubá, estaban diciendo: “Vamos a hablar en secreto ahora”. Pero después se perdió la noción de que esa palabra significaba secreto, y bajubá empezó a ser utilizado solo para nombrar a la lengua. Ahora las cosas son distintas. Antes, cuando un policía estaba cerca, había que correr. A partir de los noventa, ya no hay que correr. Sigue habiendo violencia, pero es mucho menor a la de los setenta y ochenta.

Usar ese lenguaje secreto en textos literarios me parece una nueva manera de traer espacios para travestis en la sociedad. Es necesario escuchar a travestis para entender esos textos, vamos a necesitar hacernos interlocutoras de referencias, de pensamiento. Va a crearse un campo de estudios dentro de la universidad, el campo de estudios de la cultura travesti, de la literatura que se escribe con las palabras travestis. El bajubá es muy dinámico, las palabras cambian todo el tiempo. Es una lengua oral, no hay una manera correcta de escribirla o hablarla. Quien está en la calle y necesita que ese lenguaje sea de seguridad, de protección, aún hoy va a utilizar palabras que nadie entiende fuera de la comunidad. Como las palabras van cambiando, las palabras antiguas, las originales, se van olvidando. Escribir un texto que utilice esas palabras es una manera de intentar que no se olviden. Es una manera de hacer un libro que de alguna manera también es un libro que cuenta nuestra historia. Cuando escribo uso un bajubá viejo.

Es difícil mantener secretos de algo, en tiempos de internet, en tiempos de blogs, de YouTube, de celulares con cámara que pueden grabar videos en cualquier momento. No es tan simple tener una lengua secreta hoy en día, pero antes tuvo un papel muy importante para protegernos. Yo creé un glosario para esos términos en la traducción de Argentina, porque ahí es difícil descubrir los significados de las palabras. En Brasil, si pones esas palabras en Google vas a descubrir rápidamente qué significan. Son muy conocidas. Armé el glosario pensando que me gustaría que otros países sepan que hay un lenguaje travesti en Brasil.

Psicóloga. Dirigió la revista Desmadres, de literatura latinoamericana. Colabora en la sección Cultura de Infobae. Es parte del equipo de coordinación del Premio Itaú de Cuento Digital y del equipo de producción del festival Desmadres. Ha impartido talleres de escritura para niños y adolescentes en espacios como el Centro Cultural Recoleta, el FILBITA y el Colegio Nacional de Buenos Aires. Autora de la novela Imágenes olvidadas (2017).