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Barcelona y Latinoamérica: los kilómetros no son nada

La ciudad estrecha lazos con el continente a través de la literatura. Cinco escritores relatan su experiencia.

Barcelona
Barcelona y Latinoamérica, dos lugares unidos por la literatura. ELENA CANTÓN

Gabriel García Márquez sonríe: ha vuelto a Barcelona.

El Nobel es ahora un busto de bronce de 50 kilos de peso obra del escultor Óscar Noriega que partió de Cartagena de Indias con destino a una de las salas de la recién inaugurada Biblioteca Gabriel García Márquez. Una mole de 3.300 metros cuadrados de superficie erigida en el distrito de Sant Martí que cuenta con más de 40.000 documentos en su fondo, en el que destaca un extenso catálogo de literatura latinoamericana.

La apertura de este equipamiento cultural dedicado al escritor colombiano sugiere una idea: quizás Barcelona está acortando los kilómetros que la separan de América Latina a través de la literatura, como ya hizo entre finales de los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado, cuando la ciudad, gracias a la mediación de la legendaria agente Carmen Balcells, se convirtió en el destino de los principales referentes del boom, entre ellos, el propio Gabo.

Esa idea de estrechar distancias ya circula desde hace un tiempo por circuitos ajenos a la oficialidad. Ahí están, por ejemplo, la librería Lata Peinada, que desde 2019 trabaja de forma infatigable por la promoción de las letras latinoamericanas desde un rincón del barrio del Raval; o editoriales como Las Afueras y Candaya, que apuestan por dar visibilidad a firmas del otro lado del Atlántico que no figuran en el radar de gigantes asentados en la capital catalana como Planeta y Random House.

La nueva Biblioteca García Márquez de Barcelona, especializada en literatura latinoamericana. D.R.C.

En definitiva, algo se mueve en Barcelona. ¿Cómo se explica si no que la ciudad cuente con dos festivales de literatura latinoamericana? Uno, el que organiza la ya mencionada Lata Peinada desde hace cuatro años; otro, el que esta semana estrenan Casa América Cataluña y Bibliotecas de Barcelona. Se llama KM América y se celebra del 16 al 19 de junio en la sede de la propia Casa América y en esa flamante Biblioteca Gabriel García Márquez, por donde desfilarán más de una veintena de escritores procedentes de 11 países.

Entre los invitados destacan figuras como Cristina Rivera Garza, Marta Aponte, Ariana HarwiczSelva Almada y Martín Caparrós, así como diversos autores latinoamericanos que han hecho de Barcelona (y su área metropolitana) su hogar. En COOLT hemos hablado con cinco de ellos, empezando por el comisario del festival, Eduardo Ruiz Sosa, y les hemos preguntado por su relación con la ciudad. ¿Cómo llegaron? ¿Cómo se la habían imaginado? ¿Qué les chocó de la realidad? ¿Con quién se relacionaron? ¿Qué cambios han apreciado en el mapa cultural?


El escritor mexicano Eduardo Ruiz Sosa, autor de libros como 'El libro de nuestras ausencias' y 'Cuántos de los tuyos han muerto'. CANDAYA

Eduardo Ruiz Sosa (Culiacán, 1983)

“Llegué en 2006 para estudiar Historia de la Ciencia, como consecuencia de los azares y las solidaridades de los que viven fuera: una amiga de unos amigos de Culiacán estaba estudiando aquí y me dio alojamiento. Había algo en la historia cultural y política de Barcelona que me llamaba: el pasado republicano, los primeros años de la guerra civil, el espíritu internacionalista, Orwell... Todo eso le daba una dimensión mítica a la ciudad, más allá de sus dimensiones reales y confirmables. Por otro lado, era un sitio que relacionaba con la idea de apertura: está el mar —Culiacán está cerca del Pacífico y de varios ríos, cerca del agua, de esa naturaleza que se mueve y que no es estática, como los bosques o las montañas—, y el mar es puerta de comunicación con culturas distintas”.

“En los primeros años vivía en Cerdanyola del Vallès, a 20 kilómetros de Barcelona, y esa pequeña distancia geográfica mantuvo mi relación mítica con la ciudad: las visitas a Barcelona siempre tenían algo especial. Y ahora que ya vivo aquí, Barcelona sigue siendo una ciudad que me estimula mucho. Por eso eso no me quiero ir”.

“Lo que más me chocó de Barcelona es que en las actividades culturales de la ciudad casi no hay jóvenes participando, a diferencia de lo que sucede en Culiacán. Ahí, en los talleres de escritura, en las presentaciones de libros, siempre ha habido jóvenes, gente de entre 15 y 20 años dispuesta a aprender, a hacer cosas. Aquí eso no lo termino de encontrar, la franja de edad es muy alta. No es que la cultura esté diseñada para un determinado poder adquisitivo, pero sí que está ocupada por un público concreto: la gente que acude a los actos literarios tiene entre 40 y 60 años. Seguramente los jóvenes están en otras actividades, pero no en la literarias”.

“En los primeros años tras mi llegada, conocí a muy poca gente. Fui a algunas actividades culturales, talleres, librerías... Pero socializaba poco: estaba muy centrado en mi doctorado, leyendo y escribiendo mucho. Ya después, sobre todo a partir de la Beca Han Nefkens que obtuve en 2012 y de mis vínculos con la editorial Candaya, empecé a conocer a más autores, a sentirme más conectado, no diría tanto con la comunidad literaria latinoamericana de Barcelona, sino con una de tantas comunidades literarias de la ciudad”.

“Hubo una época muy extraña desde la aparición de medios de comunicación más inmediatos, hace unos 30 años, en la que se creó un vacío muy grande entre América y Europa. Si en México enseñas una lista de autores de España saliéndote un poco del mainstream, no saben quiénes son, y viceversa. Quizás como una consecuencia de la pandemia y de todas las iniciativas que se hicieron online, vuelve a haber una reconexión entre las dos orillas, y en ese caso Barcelona está siendo fundamental como puerto abierto en esa comunicación, ya sea por proyectos editoriales como Candaya o Las Afueras, por librerías como Lata Peinada o por iniciativas como el KM América. Hay una recuperación de una forma de relacionarnos, que viene poco a poco, pero que será muy fructífera”.


La escritora chilena Constanza Ternicier, autora de las novelas 'Hamaca' y 'La trayectoria de los aviones en el aire'. JULIETA FEROZ

Constanza Ternicier (Santiago de Chile, 1985)

“Vine a Barcelona en 2011, a estudiar un máster de Teoría Literaria, financiada por una beca del Gobierno chileno. Llegué con una maletita llena de sueños: en ese tiempo ya escribía y eventualmente quería desarrollarme literariamente aquí. Antes había visitado la ciudad una vez y me había gustado, era una ciudad amable, a escala humana; Santiago es mas densa, más hostil. Tras la beca tuve que volver a Chile, y después regresé a Barcelona otros tres años. Ahora quemé las barcas: hace un año me vine con seis maletas, para quedarme”.

“En el primer momento tuve un flechazo con Barcelona; me encantó y la idealicé un montón, pero en cada ida y vuelta, mi relación con la ciudad ha cambiado un poco. Empecé a desidealizarla, a ver la otra cara, a vivirla desde la perspectiva del migrante, que es distinta a la de cuando era estudiante. Antes tenía la sensación de que Europa era el estado de bienestar, de que las cosas funcionan, pero luego fui descubriendo que aquí la violencia también existe, que pasan cosas atroces”.

“Antes de venir a Barcelona, más que obnubilada por su relación con el boom —un fenómeno sobre el cual hoy tengo suspicacias, ya que me parece que fue muy masculino, muy orientado a la narrativa y sin lugar para la poesía—, lo estaba por la figura de Roberto Bolaño, una figura que marcó a los autores de una generación, y que sigo respetando mucho. Para mí, estar en Barcelona suponía encontrarme con los pasajes de sus libros. Por otro lado, aquí también pude acercarme a mis pares latinoamericanos, yendo a actividades donde participaban autoras como Ariana Harwicz, Gabriela Wiener... Eso que yo leía empezaba a tener cuerpo”.

“En términos de escena cultural, veo que aquí surgió la necesidad de equilibrar la literatura latinoamericana con la europea y española, y eso se nota mucho en ámbitos como los premios, lo que me parece entendible. Luego resulta que los espacios dedicados a la literatura latinoamericana no son tantos. Es sorprendente que iniciativas como Lata Peinada no hayan despertado antes. Hay que reinstalar la literatura latinoamericana en la ciudad, y plantear eso no como un terreno en disputa, sino como algo que suma a la literatura española, a la europea”.

“En estos años he visto un cambio en la configuración del sistema literario. Hasta hace una década, estaba esa idea de que había que pasar por el mercado europeo, por Barcelona y Madrid, para salir al mundo. Eso se ha ido desdibujando gracias al esfuerzo de editoriales medianas y más chicas, que están poniendo en circulación a nuevos autores latinoamericanos sin pasar por este centro. Hay sellos chilenos que publican a autores de Uruguay, de Colombia, de Argentina… Pese a todo, Barcelona es un referente, no ha dejado de serlo”.


El escritor y cineasta mexicano Alain-Paul Mallard, autor de 'Evocación de Matthias Stimmberg', 'Nahui versus Atl' y 'Altiplano: tumbos y tropiezos'. MIGUEL ÁNGEL MERODIO

Alain-Paul Mallard (Ciudad de México, 1970)

“Vine a Barcelona [en 2014] sin ninguna fantasía literaria o idea romántica de ser o parecer escritor. Yo vivía felizmente en París desde hacía 18 años. Vine, deprisa y corre, a presentar un libro colectivo y en las márgenes del evento conocí a una persona, que aquí vivía, y que a la postre se convertiría en la madre de mis hijos. Así que no vine a una ciudad, vine a una persona y la ciudad era, simple y llanamente, su circunstancia. Si ella hubiera vivido en Mozambique, a Maputo hubiera ido yo a dar”.

“Mi visión de Barcelona era más bien periférica y anecdótica. Me habían traído mis padres durante la adolescencia —antes, un lustro o más, de la gran reorganización urbana que supuso el 92— y cuando al fin volví, un cuarto de siglo más tarde, no reconocí gran cosa… Acaso Las Ramblas y sus quioscos de periódicos, las columnas inclinadas del Park Güell…”.

“En Barcelona pude reconectar con algún añejo amigo latinoamericano que había venido, él sí, a buscar fortuna en el mundo editorial y a tratar de escribir. Más tarde, cierta gravitación natural hacia lo latinoamericano me llevó a ir conociendo a uno o dos de escritores, pero ni mi coyuntura ni mi temperamento se prestaron demasiado a la socialización. No pretendo que mi experiencia resulte paradigmática. Acaso lo que alguna vez fuera la vida literaria se mudó hacia las redes sociales, que ignoran las fronteras y los enclaves”.

“Mi impresión absolutamente subjetiva es que las letras españolas e hispanoamericanas siguen siendo vasos no comunicantes; acaso porque atienden a públicos diferentes. Ahora, tras la crisis del mundo editorial y con la pandemia detrás, pareciera que nacen nuevas iniciativas (librerías, festivales…). KM América y la biblioteca García Márquez me parecen, en ese sentido, apuestas meritorias. Maneras de poner una pica latinoamericana no en Flandes, sino en Barcelona”.


La escritora y periodista cultural dominicana Sorayda Peguero Isaac, autora de 'Por aquí pasó una luciérnaga'.

Sorayda Peguero Isaac (Santo Domingo)

“Yo no elegí vivir aquí, la ciudad me eligió a mí, a mi pareja. De pequeña, algunas referencias sí tenía de Barcelona: mi papá trabajó durante algunos años para una empresa catalana y tenía compañeros catalanes que se llamaban entre ellos con el nombre de la ciudad de la que eran originarios. Después, en el colegio y en el trabajo, tuve compañeros que tenían apellidos catalanes porque sus abuelos habían emigrado. Tenía esas referencias, algunas anécdotas a propósito de esas personas, pero nada más. Barcelona era un lugar lejano que no pensaba ni mucho menos que iba a convertirse en mi hogar de acogida”. 

“Lo que me impactó cuando vine a vivir aquí fue la gran oferta cultural y literaria, tan diferente a la que estaba acostumbrada a ver en mi país, República Dominicana, que es un país pequeño. Además, yo crecí en Haina, un pueblo portuario que quedaba a unos 30 kilómetros de la capital, y, por ejemplo, no era fácil cuando quería comprar libros. Para mí estar en Barcelona fue como entrar en una tienda de dulces en la que no sabías qué escoger, dónde mirar.  Yo no venía aquí con esa visión, pero al encontrarme con esto, lo aprecié bastante”.

“En Barcelona no busqué relacionarme con autores latinoamericanos en el sentido de querer hacerme un espacio en esa comunidad. Mi contacto tanto con los autores que llevan años viviendo aquí como con los que vienen de visita viene de mi trabajo como periodista. Hace años que escribo para las páginas culturales de El Espectador y he entrevistado a varios escritores; me acercaba a ellos con ese interés y ese propósito”.

“Por lo que recuerdo de mis primeros años aquí, sí que noto que la ciudad está mejorando su relación con la literatura latinoamericana. Hay una serie de factores que han influido en eso: editoriales como Las Afueras, la presencia de librerías como Lata Peinada en Barcelona y Librerío de La Plata en Sabadell, el trabajo de Casa América... Ojalá sigamos en ese camino. Al final, de este intercambio salimos ganando todos”.


El escritor mexicano Roberto Wong, autor de la novela 'París, D.F.' y creador del blog y podcast literario 'El Anaquel'. PAUL SIMCOCK

Roberto Wong (Tamaulipas, 1982)

“Quizás yo no escogí a Barcelona, sino Barcelona me eligió a mí. En 2016 decidí dejar Estados Unidos: estaba cansado del ritmo de trabajo en San Francisco al mismo tiempo que vivíamos las elecciones en las que resultó ganador Donald Trump —su discursó generó muchos cambios en la sociedad norteamericana, y por mi lado comencé a notar ‘cambios’ (por no decir un racismo rampante) en la manera en la que los mexicanos éramos tratados en dicho país. Entre estas dos cosas decidí buscar empleo en otros países y una oportunidad se concretó para venir a trabajar a Barcelona”.

“En 2015 publiqué una novela llamada París, D.F., que se alimenta del boom latinoamericano, en específico de la serie de novelas que se escribieron sobre París en la segunda mitad del siglo XX  —para mí, la Ciudad de la Luz era un símbolo sobre la literatura, esto es, la serie de derrotas a las que uno se enfrenta como escritor primerizo. Así, el personaje en la novela nunca llega a París. O llega, sí, pero a una que solo existe en su imaginación. Barcelona existía para mí en un espacio similar: había visitado la ciudad en 2007, pero recordaba poco de ella (estaba en una parte de mi memoria sumergida en tarros de cerveza). En otras palabras, estaba más vivo en mi interior todo lo que había leído de ella, que aquellas noches intensas. Cuando volví, intenté sumergirme en sus calles al mismo tiempo que buscaba su espejo en una decena de libros. Quería abarcar todas sus posibles realidades: la canalla, la burguesa, la migrante. Creo que todavía estoy en ello”.

“Mi vida en Barcelona se parece a un trencadís: fragmentos diversos (el trabajo, la amistad, la literatura) conforman un conjunto que no tiene una forma definida. Si pienso tan solo en el ámbito cultural, me parece que es difícil ser un escritor mexicano aquí: uno habita un espacio intermedio entre dos países, entre dos tiempos. Mi experiencia está escindida: la mayor parte de mis obsesiones habita en la memoria y, por el otro lado, la vida y todo lo que esto alimenta sucede en esta ciudad, aquí y ahora. Lo que más me chocó, entonces, fueron mis propios procesos: ¿desde dónde escribo? ¿Cómo puedo reconciliar dos espacios aparentemente disímiles? Estas preguntas no son tan sencillas de verbalizar, quizás tampoco de entender”.  

“La vida cultural en Barcelona es boyante, lo que crea una fuerza de gravedad por la que terminamos orbitando personas muy diversas, pero con intereses similares. No me limitaría ni a las letras ni a Latinoamérica: hay grandes escritoras y artistas en la ciudad, todos con proyectos interesantísimos. Pienso, por ejemplo, en Alicia Kopf, en Eduardo Ruiz Sosa, en Marc Caellas, en Valco. Su trabajo, y el de tantos otros, me entusiasma. Sin duda, es un gran momento para estar en Barcelona”. 

Editor jefe de COOLT.