Escribe Irene Vallejo que leer “es a veces hablar con los muertos para sentirnos más vivos. Es viaje inmóvil”. Hasta en el “a veces” tiene razón la autora de El infinito en un junco, porque no siempre es así. Para el escritor e historiador de cine Diego Moldes, por ejemplo, fue lo contrario: un auténtico motor, un resorte invisible que se activó el 20 de julio de 2020 tras la lectura del tercer capítulo del libro de George Steiner En el castillo de Barbazul. Aproximación a un nuevo concepto de cultura.
En la mencionada fecha, Moldes (Pontevedra, 1977) dialogó con el filósofo francés, que había fallecido pocos meses antes. La secuencia fue así: por la noche, vio en un sueño la imagen de una gran ballena; en una ensoñación diurna posterior, la ballena estaba muerta. Por la mañana, Moldes terminó de bosquejar los conceptos esenciales de un posible y futuro ensayo sobre la cultura en un blanco del libro de Steiner. Entonces aparecieron el cine y la inquietante imagen de aquel hombre mirando el ojo de una gran ballena muerta como quien mira a través de una ventana: es una de las escenas de Las armonías de Werckmeister, la película de Bela Tarr y Ágnes Hranitzky.
Pasó el tiempo, vinieron lecturas, entrevistas, listas, y aquel bosquejo apresurado se convirtió en un ensayo singular donde el autor explica todo este proceso. Pero, además, En el vientre de la ballena. Ensayo sobre la cultura (Galaxia Gutenberg, 2022) es también una obra muy plural. Cuenta con la inestimable participación de 38 autores de diferentes disciplinas, edades, lenguas y nacionalidades: de Noam Chomsky y Edgar Morin a Pilar Adón, Jorge Morla o Eloy Tizón, pasando por Juan Herreros, Diana Widmaier Picasso, Luis Alberto de Cuenca, Mircea Cărtărescu, Ruth Fine, Monica Zgustova, Agustín Comotto o Hilario J. Rodríguez. A ellos Moldes les ha preguntado qué es la cultura y en qué se asemeja y diferencia la del siglo XXI de la del XX. Justo por ahí empieza esta entrevista.
- Después de la valiosa recopilación de respuestas que presenta En el vientre de la ballena, ¿qué es para usted la cultura y cuál es la diferencia entre la del siglo XXI y la del XX? Ah, y si a la primera pregunta contesta que cultura “es lo que hay que saber”, entonces repreguntaré sobre qué es y qué no es lo que hay que saber.
- “Lo que no hay que saber” es, evidentemente, la incultura. Cada uno determina, según su juicio crítico qué no debe saber (la incultura) y qué saber; si quiere culturizarse, es decir, ampliar su cultura focalizándose solo en lo que sí hay que saber.
Pondré un ejemplo. La televisión es cultura, pues es un medio de masas y por tanto forma parte de la cultura de masas. Pero no todo lo que se puede ver en televisión es cultura. Juego de tronos, por ejemplo, es cultura, guste o no. Es una serie que, además de su evidente calidad narrativa, audiovisual y artística, forma parte de la cultura de masas del siglo XXI, además de por ser la serie más vista de la pasada década, en todo el mundo. En cambio, un programa televisivo de cotilleo sobre la vida privada de los famosos no es cultura. Diría que es incultura.
- La figura de Dietrcih Schwanitz, con su obra La cultura. Todo lo que hay que saber, sobrevuela la pregunta anterior. El libro es muy divertido, pero ¿quién dice/dicta lo que hay que saber?
- Me reí mucho con esa obra. De todos los libros sobre la cultura, mi favorito es sin duda es el de Schwanitz. Y aprendí mucho. Respondiendo directamente a la pregunta, quién dicta lo que hay que saber son las sociedades que crean esa cultura. Cada sociedad tiene una serie de poderes que determinan y dirigen, pero no producen toda la cultura. Al ciudadano siempre le queda un reducto de independencia de pensamiento y de creación. La poesía, por ejemplo. El arte.
- En distintos puntos de su ensayo defiende que el ciudadano culto lo es por educado y que la cultura no entra en disputa, no entra al barro, digamos… Pero, ¿y las guerras culturales, los bandos de Sartre y Camus, de Vargas Llosa y García Márquez? ¿Dónde queda la disputa en el marco de la cultura? Porque haberlas haylas…
- Claro que sí. Nadie en su sano juicio diría que Sartre y Camus o Vargas Llosa y Gabo no son cultura. Son cultura literaria, y de la mejor del siglo XX. Pero sus debates, a mi juicio, no fueron siempre culturales sino ideológicos. Es decir, políticos. La cultura claro que debe fomentar el debate, la crítica, el diálogo, la conversación libre. Pero si entra en el campo de la propaganda política ya no es libre, es interesada. Y por tanto es política, no cultura.
Cultura política. Política cultural. Son también conceptos distintos. Los eludo parcialmente en mi libro, que va por otros derroteros, más antropológicos, si se quiere.
Es todo muy complejo. Por eso el padre de los cultural studies, Raymond Williams, marxista de formación y autor que hay que leer obligatoriamente sobre estos temas, respondió cuando le preguntaron sobre qué es la cultura: “No sé cuántas veces he deseado no haber oído nunca la maldita palabra”. ¡Y lo dice el académico que, probablemente, más estudió el asunto cultural!
- Cultura es hoy inexcusablemente cultura y responsabilidad medioambientales. Es una aportación reciente, no sé si cuestionada, pero pienso que incuestionable. Me gustaría que explicara y defendiera, como usted describe en la obra, que “el pensamiento verde es hoy un pensamiento culto”.
- La cultura es creación humana y tradición. La cultura es resultado de la educación. Las ballenas tienen su propia cultura, como las personas. Incluso hay culturas distintas entre la misma especie de ballena, como en los humanos. Una ballena enseña un lenguaje y unos hábitos a sus crías. Como las personas hacemos con nuestros hijos. De hecho, una misma especie de ballena tiene una lengua distinta si es un grupo de los mares que bañan Nueva Zelanda o de Noruega: en Secrets of the Whales, el magnífico documental producido por James Cameron y narrado por Sigourney Weaver, los científicos lo explican claramente.
Si se rompe la cadena, sin tradición intergeneracional, la cultura muere. Un genocidio, por ejemplo, además de un acto criminal penal es un acto inculto, porque no solo se pretende exterminar a un pueblo, sino a toda su cultura. El pensamiento verde es un movimiento cultural que no mira por el presente individual de cada uno, sino que trabaja para el futuro de las generaciones venideras, la cuales desarrollarán otras culturas. Por tanto, es quizá, el único movimiento que no trabaja solo para el futuro inmediato, sino para los siglos venideros. Y, aunque suene idealista o utópico, trabaja para toda la humanidad futura y la naturaleza, la madre tierra, que nos da la vida. Esto, que puede parecer una perogrullada, es muy importante. La ecología hoy es una de las formas más elevadas de cultura profunda.
- Sostiene que estamos inmersos en una etapa histórica pueril, de incultura generalizada a la que pone fechas incluso, hasta 2060. ¿Podría explicar brevemente sus causas, rasgos y estragos?
- Desde el punto de vista de la cultura impresa, estamos en una etapa de regresión, un “gran paso de gigante hacia atrás”, como me escribió el gran novelista grecosueco Theodor Kallifatides. Al mismo tiempo, desde el punto de vista de la cultura digital, estamos en una fase primigenia, embrionaria, porque la informática e internet apenas tienen medio siglo de existencia y eso, en términos históricos, es poco tiempo. El período de 1970 a 2020 equivaldría en la historia de la expansión de la imprenta a los 50 años de la segunda mitad del siglo XV, la etapa de los incunables. Otro contexto, otros efectos, pero con analogías. La etapa pueril es, por tanto, en el doble sentido.
Desde el punto de vista de la cultura impresa, la de la lectura pausada, profunda, en silencio e individual —que, realmente, como nos enseñaron Roger Chartier, Peter Burke o Alberto Manguel, apenas tiene 200 años de vida, sino menos—, la etapa en la que ya hemos entrado es pueril, es decir, apresurada, superficial, impulsiva, líquida, como decía Bauman. O ligera, como dice Lipovetsky. Esto se debe a que la red ha alterado por completo las relaciones escritura-lectura, y la bidireccionalidad, rapidez y simultaneidad han creado nuevas formas de pensamiento, producto de un nuevo tipo de homo sapiens que no había existido hasta ahora (ni existió desde el Renacimiento hasta la década de 1990). ¿Quiénes crean esas nuevas formas de cultura/s? Los wreaders y los prosumers. Wreaders es la voz inglesa de write and read, es decir, de writers-readers (escritores-lectores). Los prosumers son, simultáneamente, productores y consumidores de contenidos digitales. Somos casi todos nosotros, pero especialmente los jóvenes nacidos en este siglo XXI. Los nativos digitales.
- A pesar de ello, tiene esperanza y sostiene que surgirá de ella otra cultura global más rica, humanista, solidaria… ¿Cómo o por qué cree que será posible ese resurgimiento?
- En mi libro explico que confío mucho en lo que harán los niños pequeños de hoy, porque ellos ya no tendrán “un pie en el siglo XX y otro en el XXI”, como me dice mi amigo Alejandro Jodorowsky. Ellos desarrollarán formas impensables de cultura, que nosotros, hijos del siglo XX y de la cultura impresa basada en la lectura tradicional, no podemos ni imaginar. Eso lleva tiempo. Cuando tengan cuarenta y tantos años o más, es decir, en la década de 2060, ya habrán asumido totalmente la producción cultural. ¿Será eso bueno o malo? No es una pregunta correcta: será distinto. Como siempre ha sido, generacionalmente, la historia de la cultura y de las civilizaciones humanas.
Por otro lado, sí, creo que los niños y adolescentes de hoy serán adultos más solidarios en un futuro más cercano de lo que parece. No les quedará otra.
- El deporte, la gastronomía, finalmente ¿son cultura? La moda, sí, es algo en lo que ha variado de opinión.
- No soy experto en ninguna de las tres actividades, ni deporte, ni gastronomía, ni moda. Pero diría que sí, son cultura porque implican creatividad humana. Sobre la moda tenía prejuicios, que sobrepasé con la lectura de libros sobre la historia de la moda y el vestuario (y sus causas y efectos socioeconómicos) y con el visionado de El hilo invisible, la película de Paul Thomas Anderson protagonizada por Daniel Day-Lewis. En ese film maravilloso, con ecos hitchcockianos bien sutiles, percibí que la moda no solo es cultura, sino que puede ser una forma de arte. Como la pintura o el propio cine.
- En no pocas de las definiciones de cultura que dan las personas consultadas en el ensayo se mencionaba la libertad. ¿Qué une cultura y libertad? ¿Por qué esta es un elemento imprescindible dentro de la cultura?
- Sí, en eso coincidíamos casi todos los que hemos contribuido con nuestros pensamientos a este volumen. Especialmente los más ancianos a los que consulté, Edgar Morin, ya centenario; Noam Chomsky y Jodorowsky, ambos nonagenarios. Los tres son intelectuales y creadores de origen judío y padecieron la falta de libertades que vivió la humanidad en general y el pueblo judío en particular, en diversas etapas del siniestro siglo XX.
Sin libertad no hay cultura real, cultura profunda, lo que hay es propaganda, adoctrinamiento, aniquilación del ser. George Steiner, que fue la semilla del libro, lo ha escrito, descrito y pensado mejor que yo. Mejor que nadie, diría. Quizá los más jóvenes damos por hecho que la libertad conquistada siempre estará ahí. Pero se ciernen oscuras amenazas que pueden privarnos de ella. No es asunto baladí, por supuesto.
- La pregunta final surge al leer una frase contundente: “Escribir un libro es cultura, publicitarlo es propaganda”. ¿Qué es esta entrevista?
- Creo que no es publicidad ni propaganda, porque no hay transacción económica de por medio ni intereses políticos entre usted y yo. Se ha hecho en libertad, tanto sus preguntas como mis respuestas, sin que nadie interfiriese entre nosotros. En todo caso, esta entrevista es lo que el lector decida que sea. Ni quien formula las preguntas ni quien las responde pueden decidirlo.