Guadalupe Nettel, la cuentista que nació de la venganza

La autora mexicana, que vuelve a las librerías con ‘Los divagantes’, halló en la escritura una forma de “exorcizar” los malos pensamientos.

La escritora mexicana Guadalupe Nettel. MELY AVILA
La escritora mexicana Guadalupe Nettel. MELY AVILA

El listado de éxitos que acumula Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) es apabullante. Tanto, que hay que repasarlo varias veces para no equivocarse al asociar los títulos con los reconocimientos. Por ejemplo, en 2005 fue finalista del Premio Herralde de Novela con El huésped, un galardón que ganó nueve años más tarde gracias a Después del invierno. Además, ha conseguido otros premios internacionales —sus libros se han traducido a más de veinte lenguas— como el Premio Nacional de Narrativa Gilberto Owen o el Antonin Artaud, aunque, sin desmerecer al resto ni mucho menos, la distinción que brilla con una intensidad especial es la de finalista del Booker Internacional 2023. Es la que destaca en las fajas de los libros junto a los elogios de otros literatos o críticos de renombre (la prueba más fehaciente de su importancia). Nettel llegó a ese podio con su novela La hija única, que se publicó en España en 2020 de la mano de Anagrama, editorial que ahora trae a las mesas de novedades de las librerías su antología de cuentos Los divagantes.

Con este último volumen, la escritora regresa a un formato muchas veces denostado pero con el que ella se siente cómoda y que ya practicó en otros títulos como Pétalos y otras historias incómodas (Anagrama, 2008). Un poco en la línea de Camila Fabbri (Buenos Aires, 1989), que afirmaba en una entrevista que le gustan los cuentos porque necesita “empezar un mundo nuevo cada tantas palabras”. Nettel se mueve entre lo real y lo fantástico en esta colección cuyo título hace referencia a los albatros perdidos que aparecen en uno de sus cuentos. Esa historia es su preferida, ya que los ejemplares de esa especie que se salen del camino marcado suponen todo un misterio para los biólogos, un hecho que despierta en ella una curiosidad atrayente y que se refleja, de cierta forma, en todos sus personajes.

La mexicana hace una parada corta en Barcelona dentro de la frenética gira de presentación del libro. El encuentro con COOLT se produce en la sede de su editorial española, a donde la autora llega después de haber pasado un rato respondiendo a preguntas en un estudio de radio. Si está harta de tratar con periodistas —lo que es bastante posible si se tiene en cuenta el ritmo de su periplo promocional— no lo demuestra: su amabilidad es tan fluida como su escritura y piensa bien sus palabras antes de contestar, sin prisa por terminar.

Aunque se ha adaptado a esta parte de exposición que ahora es intrínseca a su oficio, a Nettel aún le cuesta un poco, y se alegra de que le haya tocado en una edad en la que aún es relativamente fácil enfrentarse a los cambios. “Por suerte, no me trastocó el paradigma como a otras personas a los 60, imagínate, o a los 70 años”, dice con una medio sonrisa. Y suerte también para los redactores que cuentan con la buena disposición de la entrevistada para hacer su trabajo, algo que nunca se puede dar por hecho.

- En este nuevo libro que publica ahora con Anagrama, ha vuelto a los relatos. ¿Qué es lo que le ha hecho regresar a este formato?

- Es que gusta mucho, la verdad y además, hay diferentes tipos de formas en este género. Cuando la gente dice que no le gusta el relato o que se le hace complicado, no cuenta con que hay mucha variedad. Desde el microrrelato hasta, no sé, estos que son como una conversación nada más. Los míos son como novelas en miniatura, y eso me gusta. Aunque tengan esa extensión de solo unas veinte páginas siento que puedo manejar y desarrollar un poco a los personajes, puedo cerrar una historia con una trama aunque pueden pasar años dentro de ella. Me permite hacer todo eso pero a la vez tenerlo todo muy contenido. Alterno la escritura de novelas con la de relatos porque ese cambio de formato me da la sensación de que me refresca.

- ¿Se puede decir que este conjunto de relatos se cobijan bajo un paraguas temático concreto? ¿Pertenecen a un universo compartido?

- Sí, sin duda. O, al menos, yo lo veo clarísimo. Este es un libro pospandémico, es decir, tiene muchos de los elementos que sentimos después del 2020, esa idea de desorientación tremenda. No sabemos ni para dónde movernos. Antes creíamos en el progreso o en el sistema capitalista o en el desarrollo tecnológico, como que veíamos un futuro hacia el cual dirigirnos, un objetivo. Ahora tenemos la sensación de que el mundo se puede acabar en cualquier momento. Y ese sentimiento de impotencia, de frustración y a la vez de desorientación, de estar como sin brújula, está presente en todos los personajes de formas diferentes. A veces son personajes a los que les cambió la vida porque vino una pandemia y los encerraron a todos, otros porque hubo antes una pandemia y se fueron al bosque y ahí estalló toda la rabia y la frustración. U otro porque encontró un caramelo que le transformó. Hubo algo, una casualidad, un encuentro, algo que les cambió todo el panorama existencial.

- ¿Usted se encontraba en algún momento especial en su vida cuando escribió los relatos o solo es que participaba un poco en ese sentir general pospandémico? ¿Algo de su vida se refleja en sus cuentos?

- En México el confinamiento no era obligatorio, pero sí era muy, muy recomendado. A mí me mandaron a trabajar en casa durante casi un año, y mis hijos tampoco fueron a la escuela. O sea, fue tremendo, y ellos estaban también muy bajoneados. Toda esa cosa está ahí presente, y no fue poco, la verdad. Además, tuve anemia a la vez que estaba confinada. No sabía si era depresión lo que tenía o si era el hecho de estar encerrada y no poder ver gente, pero resulta que también tenía unos niveles de anemia bastante elevados. Así que se juntó todo.

Portada del libro Los divagantes, de Guadalupe Nettel. ANAGRAMA

- ¿Hay alguno de los relatos que tenga más de usted? Que lo sienta más cercano a su propia experiencia o a su vida.

- Me gusta mucho el de los albatros, el de ‘Los divagantes’, porque la figura de estos albatros me fascina realmente. Tienen la vida todos súper predeterminada, está como planificada, todos los albatros deben recorrer las mismas corrientes, no salirse nunca de las rutas, regresar al lugar de origen, encontrarse una pareja con la que van a estar siempre. Y luego están estos que dicen que no y no sabemos por qué. Los biólogos mismos no lo saben, no saben si se desorientaron o si ellos decidieron irse. Me intrigan muchísimo, por eso creo que este misterio de alguna manera está en todos los personajes de estos relatos.

- Fue finalista del Premio Booker Internacional, que es uno de los galardones más prestigiosos que existen. ¿Qué supuso para usted?

- Pues fue una enorme sorpresa para empezar, porque era el primer libro que publicaba en Reino Unido. Fue realmente muy, muy lindo. Además, me permitió tener lectores no solamente en Reino Unido sino también en los países a donde llegan esos libros, como Australia, que es enorme. Me abrió realmente un territorio y le dio mucha promoción al libro.

- ¿Ha recibido algún tipo de feedback de esos nuevos lectores a los que ha llegado ahora? ¿Han tenido percepciones distintas a las que hayan podido tener los lectores en español debido a las diferencias culturales?

- Creo que en Reino Unido hay una discusión un poquito más avanzada o que comenzó hace más tiempo, acerca de la discapacidad, que es un tema del que casi no se habló por acá. Se ha hablado mucho de la maternidad, la maternidad, la maternidad, pero un tema como el de una niña con una condición neurológica grande es como si no existiera, y eso me llamó la atención. Ha habido más apertura hacia esto que trato en el libro La hija única.

- Cuando empezó a escribir, ¿se imaginaba que iba a llegar a ser una autora súper famosa? ¿Alguna vez tuvo esa ambición?

- No, porque cuando empecé a escribir, a diferencia de ahora, los escritores no tenían tanta exposición. O sea, no viajaban por todos lados, no había redes sociales. De vez en cuando, te hacían una entrevista grande en un periódico y era lo máximo que te podías exponer, no había tantas presentaciones, no era una carrera como de influencer o de personaje público. Yo me lo imaginaba más como que iba a vivir en mi estudio, que iba a ser súper lindo e iba a poder leer un montón, que iba a tener mucho tiempo. Y ahora cambió completamente la configuración, el trabajo de un escritor también está enfocado a la promoción.

- ¿Se siente cómoda con esta parte de su profesión?

- No sé. La verdad es que no, no estoy tan cómoda, me he tenido que adaptar. También, por suerte, no me trastocó el paradigma como a otras personas a los 60, imagínate, o a los 70 años. Pero sí es un poquito raro.

- ¿Qué fue lo que le llevó a escribir? ¿Cuántos años tenía?

- Lo cuento en El cuerpo en que nací (Anagrama, 2011), que es una novela autobiográfica. Nací con un problema de visión y usaba un parche en el ojo que veía bien para desarrollar el que no veía tan bien. Los niños se reían de mí en la escuela y, para vengarme, escribía relatos en los que a los que eran malos conmigo les pasaban cosas feas: naufragios, la maldición de la momia, la peste bubónica; todo lo peor. Así lo hice durante un buen rato y yo me lo pasaba de lo mejor. Pero un día la maestra dijo: “Léenos todo lo que has estado escribiendo”, y me obligó. Pensé que me iban a golpear al salir de la escuela pero, en realidad, a los niños les gustó mucho ser protagonistas de esas historias.

- ¿Aunque fuese todo terrible?

- Sí, sí, les fascinaba. Y eso me dio un lugar en la escuela. En esa pequeña sociedad que es una clase, yo era la que contaba las historias. De repente me volví especial porque sabía hacer eso. Además, dibujaba los cuentos, y podían ver como les salía sangre al ser apuñalados. Ahí tengo todavía esos cuadernos y se ven las gotitas de sangre. Y ya no paré de escribir. Ahora estoy trabajando en una nueva novela, siempre estoy con algo entre manos.

- ¿Se imagina a qué se hubiese dedicado de no haberse hecho escritora? ¿Tenía algún plan B?

- No sé, ahora me viene que asesina en serie. Habría sido algo horrible porque no habría podido exorcizar todos esos malos pensamientos.

- Como escritora consolidada, ¿cómo ve la situación de la mujer en el mundo editorial?

- A mí me interesa muchísimo leer a escritoras y siento que alrededor de mí hay muchas mujeres escribiendo muy bien. No sé qué tanta cobertura le están dando los medios, pero están ahí. Es más, se han rescatado otras que estaban en el olvido por el sistema patriarcal en el que vivieron y vivimos.

En la pandemia me puse a estudiar italiano y ahora puedo leer en ese idioma, así que estoy disfrutando de Chiara Valerio y de Viola Ardonen en su lengua original, aunque ambas están traducidas. Y desde hace varios años sigo a Sara Mesa, a Samanta Schweblin, a Mariana Enríquez y a Gabriela Wiener. Su libro Huaco retrato me encantó.

Además, soy editora de la revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, que existe desde 1930. Publicamos bastante literatura de ficción y ensayo y estamos por traducir un texto de una escritora italiana que se llama Michela Murgia y a Yael Weiss que publicó dos libros de cuentos súper buenos. Sigo descubriendo una autora tras otra, la verdad es que no paro de leer a mujeres.

Periodista. Especializada en información cultural, colabora en medios como elDiario.es, El Periódico de España y SModa.

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