Isabel Perón, una vida hecha de silencios

Derrocada por el golpe de Estado de 1976, la expresidenta argentina está rodeada de enigmas. El periodista Facundo Pastor los expone en un libro.

Isabel Perón saluda desde la Casa Rosada, en 1974. ARCHIVO
Isabel Perón saluda desde la Casa Rosada, en 1974. ARCHIVO

La foto es en blanco y negro. En el centro hay un helicóptero, con la punta apenas inclinada hacia un cielo sin estrellas. Está despegando de la terraza de la Casa de Gobierno, de un helipuerto que se construyó a las apuradas durante los últimos meses. En uno de los laterales, el helicóptero lleva pintada una escarapela gigante y, a un lado, como si fuese el título de un cuento siniestro, tres palabras: Fuerza Armada Argentina. Adentro, divididos en dos cabinas, viajan cinco tripulantes y dos pilotos. Todos hombres menos una mujer: Isabel Martínez de Perón, hasta el momento, hasta ese momento, hasta antes que amanezca el 24 de marzo de 1976 y se inaugure oficialmente la dictadura cívico-militar, presidenta de la República Argentina.

La foto está pegada sobre la base del escritorio de madera donde el periodista Facundo Pastor (Buenos Aires, 1980) trabaja cada día. La observa cuando apunta ideas para el noticiero que conduce en el canal América 24, cuando habla por teléfono con el equipo que lo acompaña en el programa de radio Pastor 910, cuando revisa las pruebas galeras de 1986, una revista sobre River Plate, el club del cual es hincha. Y esa instantánea del helicóptero está junto a una línea del tiempo con la cual orientó la investigación del libro que acaba de publicar en la editorial Aguilar con el título Isabel.

—Hay una imagen, un instante en la vida de todas las personas que te marcan fuertemente —dice Facundo Pastor, mientras revuelve la miel dentro de una taza con té para cuidar su voz, en un bar de Colegiales, uno de los barrios más arbolados de Buenos Aires—. Yo veía mucho esa imagen y decía: hablamos de este helicóptero, hablamos del 24 de marzo, y no sabemos nada de lo que pasó ahí adentro.

El helicóptero que llevó a Isabel Perón en la madrugada del 24 de marzo de 1976. AGUILAR
El helicóptero que se llevó a Isabel Perón de la Casa Rosada el 24 de marzo de 1976. AGUILAR

Como se cuenta en Isabel, ese vuelo puede ser leído como el minuto cero del terrorismo de Estado en Argentina. Capturar a la presidenta fue la primera de las tres fases del golpe llevado a cabo por todos los cuerpos de las Fuerzas Armadas sincronizados. Los pasos siguientes, fueron iniciar una cacería con asesinatos y secuestros durante la madrugada; y, por último, al clarear, una vez tomados los medios de comunicación oficiales, anunciar “a la población que el país se encontraba bajo el control operacional de la Junta Miliar”.

Isabel no es una biografía sobre Isabel. Tiene toda la obsesión que requiere, pero no la pongo en la rigurosidad del dato biográfico, sino en la rigurosidad de una búsqueda —dice Facundo—. Hay un recurso que tomo de Rodolfo Walsh, un homenaje a su escritura si se quiere, donde él echa mano al pacto de verdad que establece con los lectores. Una elección ética y estética de Walsh, que es: “Yo te voy a contar todo lo que pude investigar y comprobé, y te voy a marcar lo que no pude. Y lo que no pude comprobar dice cosas también”.

Isabel puede leerse como un thriller, una novela de no ficción o una deriva de la escritura documental donde se ponen en juego distintos tipos de archivos y se relacionan con la imaginación del autor. Gracias a las virtudes de la literatura, tambien es una posibilidad de escuchar el silencio que guardó como un tesoro íntimo la primera presidenta —azarosa, inesperada— de la Argentina y la primera mujer en el mundo en ocupar la jefatura del Estado y de Gobierno de un país democrático.

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La línea del tiempo que Facundo Pastor mantuvo en su escritorio junto a la foto del helicóptero empieza en 1931 con el nacimiento de María Estela Martínez, en la provincia de La Rioja, y finaliza con Isabel Perón viviendo en un departamento en Madrid, en Villafranca del Castillo, a los 93 años, tras más de cuatro décadas de silencio y exilio voluntario. En el medio, debajo del puente frágil de la historia argentina, pasó mucha agua; sucia, difusa, decolorada por sangre ajena y sudor propio.

Entre punta y punta de la línea de vida, entre la transformación de María Estela en Isabel, resaltan como acontecimientos la huida de la casa familiar a los 16 años, el cobijo espiritista de familias postizas, los años como bailarina nocturna, el encuentro en Panamá con Perón exiliado en 1955, su relación esotérica con José ‘El Brujo’ López Rega, el día más feliz en la vida de Perón al regresar del exilio, su elección como vicepresidenta en 1973, la muerte de Perón en 1974, el derrocamiento en 1976, los cinco años de prisión legal durante la dictadura y el exilio mudo que se extiende hasta estos días. Como la sintetizó el poeta Martín Rodriguez, una línea de tiempo que va “del anonimato al amor, del amor a la presidencia, de la prisión al exilio, de la democracia al silencio”.

—Me aparecía todo el tiempo la idea del silencio de ella como el enigma a resolver. ¿Qué vio Isabel en sus 20 años como pareja de Perón? ¿Qué sabe? ¿Qué oculta? ¿Por qué no es una presidenta, una vicepresidenta, del sistema político argentino? ¿Por qué calla? ¿Por qué ese exilio emerge como un exilio definitivo? ¿Es un exilio voluntario? ¿Un exilio obligado? ¿Responde a un poder superior a Isabel que todavía no conocemos, no sabemos? ¿Puede haber una logia alrededor de su figura, de la figura de López Rega o, incluso, alrededor de la figura de Perón? ¿Quién la cuida, quién la sostiene, quién la protege? —dice Facundo Pastor, mostrando las preguntas de largada—. Todo eso junto emergió como un enigma de silencio.

El periodista argentino Facundo Pastor. ALEJANDRA LÓPEZ
El periodista Facundo Pastor, autor de 'Isabel'. ALEJANDRA LÓPEZ

Isabel es el cuarto libro de Facundo Pastor; los dos primeros, Nisman —sobre la muerte del zigzagueante fiscal— y El gran arrepentido de la mafia del fútbol —sobre el CEO de medios Alejandro Burzaco y la conexión con el FIFAgate—, son libros fieles a las coordenadas de la investigación periodística clásica. En cambio, en su tercer libro, Emboscada, donde rastrea la obra inédita de Rodolfo Walsh tras su desaparición, Pastor se anima y sale airoso de entrar al terreno de la no-ficción, en cruzar las fronteras, en utilizar recursos de la ficción para contar una historia real. Como le dijo Paco Taibo en la Semana de Gijón, donde Pastor quedó finalista con La emboscada, “vete al coño con la idea de los géneros”.

En Isabel, Pastor plantea un juego de dobles entre el periodista y el escritor que conviven en el autor. Por un lado, mostrando los dientes del periodismo busca revelar el enigma, romper el silencio, ver qué hay detrás de ese muro ennegrecido, de esa casa sin cortinas, como tituló Julián Troksberg su película sobre Isabel Perón. Por el otro, como le señaló Pacho O´Donell, “como escritor respeta ese silencio, construyendo hacia adentro del texto un silencio inquebrantable y respetado”.

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En Isabel se amplía el zoom en el vuelo que llevó a Isabel a las fauces de las Fuerzas Armadas. En total, 8 ó 10 minutos calcula Pastor. Cuando las hélices empiezan a agitarse en el aire, estaba programado que aterrizara en la Quinta de Olivos, donde suelen pernoctar los presidentes de Argentina. Sin embargo, un plan elaborado al detalle, trama un desvío hacia el Aeroparque de Ezeiza. El hecho es conocido en la Historia Argentina, pero Pastor, tras varias tardes trabajando en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, aporta un dato hasta hoy inédito: entre los tripulantes que acompañaban a Isabel había un espía, un traidor, el edecán naval Diamante, un hombre de la Marina que había entrado al círculo íntimo de Isabel y, desde su cercanía, había digitado la operación. Además, en el helicóptero estaban los pilotos que habían sido elegidos y preparados por la fuerza aérea para la ocasión. Uno de ellos, cuando levantó vuelo, dijo: “La gallina verde está en la jaula”.

—El libro no busca resignificar a Isabel —dice Pastor—. Sí aparece la idea de que, en ese vuelo, toma su propio veneno. Ella junto a López Rega y Perón negociaron con los militares la desaparición de las organizaciones revolucionarias de izquierda, de la peronista y de la marxista, es decir Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo. Y, al mismo tiempo, termina siendo víctima del propio veneno que ella misma gestó. Sobre todo, con la figura del almirante Massera, que le infiltra un espía.

Juan Domingo Perón y su esposa Isabel, en España, en 1972. ARCHIVO
Juan Domingo Perón e Isabel, en España, en 1972. ARCHIVO

Pastor mantuvo el libro flotando en el aire al igual que el helicóptero. La escena lo conmovía y no podía hacerlo tocar tierra.

—Lo que me pasó fue enloquecedor —dice—. Sentía que la investigación la tenía. Iba escribiendo, y me daba cuenta de que no lograba hacer aterrizar el helicóptero. Mi editor [Genaro Press] me decía: “¿Aterrizó?”. “No”, le decía. Te escribo en 15 días”. “¿Aterrizó?”. “No”. Había que reconstruir un vuelo de 8 minutos. Arriba estaban Luisi, Troncoso, Diamante, González, el único civil, y los dos pilotos. “No aterriza más”, decía. “Va a quedar todo en el aire”. Pero un día Genaro me dijo que si el helicóptero no aterrizaba no había libro.

Y libro hubo. Además del vuelo, Pastor sigue el derrotero de Isabel por tres prisiones domiciliarias durante cinco años, desde 1976 hasta 1981. Un cuerpo entregado a los castigos y al encierro militar, un cuerpo peronista, de un peronismo sin pueblo, como dice Martín Rodriguez, sacudido por los antiperonistas, en esa larga tradición de vejar los cuerpos que el pueblo peronista encumbró.

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El silencio de Isabel, Pastor lo contrapone con un juego de voces propias. Una fuente muy cercana a ella —que, como buen periodista, se encarga en no revelar—, le cuenta que era frecuente entrar al “despacho de la señora y encontrarla mirando por la ventana, sola, hablando sin nadie alrededor”. La señora, Isabel, Isabelita, “oía voces”, le dicen.

—Soy muy respetuoso de los temas de salud porque no soy médico, pero sí hay reportes de ella, de que su estado clínico no era bueno —dice Pastor—. Isabel llegó a pesar 40 kilos. Cuando intenta suicidarse en la base naval de Azul donde estuvo prisionera, la ve una junta médica militar que establece la idea de una anorexia nerviosa, su estado de salud mental era frágil.

El enigma que movió a Pastor era su silencio, entender por qué calla. ¿Y esas voces? se preguntó. Voces de qué, de quién. Por medio de la literatura, las empezó a reconstruir, creando una segunda persona que le hablara a ella (“qué hiciste Isabel”), que le reciminara su ausencia en la muerte de Perón; sus vínculos con El Brujo; su fragilidad ante el Gobierno militar que ella —por cosmovisiones, espacios cedidos, inoperancia— contribuyó a instalar.

Portada del libro Isabel de Facundo Pastor. AGUILAR

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Otro de los hallazgos del libro es dar cuenta del documento de renuncia a la presidencia que los militares ofrecieron a Isabel y que ella se negó a firmar.

—A mí me parecía muy llamativo que todo lo que se sabía sobre el helicóptero y lo que pasó cuando aterrizó en Aeroparque, era construido por voces militares —dice Pastor—. La llevaron a un lugar cerrado, donde solo había cuatro personas. Todo lo que se contó de ese encuentro fue reconstruido por la voz de los tres militares golpistas.

Pastor se pone en contacto con el entorno de Isabel —una sobrina, un abogado y un confesor que la acompaña en España— y les traslada esa inquietud. ¿Había algo más para decir de ese encuentro? ¿Se podría quebrar el relato oficial de los tres militares? Para su sorpresa, del otro lado les acercaron una respuesta.

—Ella habla poco porque le duele hablar de este tema —dice Pastor repitiendo palabras de sus interlocutores—. Su versión es que la intentaron trenzar en una negociación extorsiva, donde si renunciaba a la presidencia le iban a dar recursos y acceso para vivir en España. Yo no la reivindico a Isabel. Después la terminan emboscando, sometiéndola a una trampa. Los que saben lo que pasó ahí adentro son ellos cuatro. Ahora se suma una versión más. Era llamativo que la versión oficial esté sustentada sólo sobre los tres que cometieron delitos: golpear contra una democracia, persecuciones, muertes.

Desde que Isabel llega a España en 1981, se recostó en sectores conservadores. Al principio, cuando se va al exilio, busca adentrarse en la alta sociedad madrileña, una alta sociedad muy franquista en esos días. Isabel concurre a cenas de solidaridad, se hace amiga de Pilar Franco, hace el esfuerzo de hablar en castizo.

—Empieza a tener una vida con esos anhelos —dice Pastor.

Isabel Perón con Arturo Frondizi, en 1989. ARCHIVO
Isabel y el expresidente argentino Arturo Frondizi, en 1989, en la toma de posesión de Carlos Menem. ARCHIVO

Desde entonces, las apariciones públicas de Isabel fueron menguando, envaneciéndose, como una fotografía que va perdiendo su color con el paso del tiempo. Su escasa vida pública sucedió mayoritariamente en Argentina. Visitas aisladas que la devuelven prontamente a Ezeiza, al aeropuerto, para retornar al país, la ciudad, el departamento donde eligió refugiarse. Un primer regreso en 1983, en los primeros meses de la democracia, donde aparece en un acto peronista rodeada de los restos de la militancia que no pudo ser eliminada por la dictadura. Su apoyo al peronismo neoliberal de Menem en 1990. Una disputa de bienes familiares con las hermanas de Perón que la deja sin la famosa quinta de Puerta de Hierro en Madrid. Una caminata en 1994 hacia la catedral de Buenos Aires, junto a Menem para celebrar el aniversario de la Revolución de Mayo. Unos pocos intercambios cumpleañeros con Bergoglio en los años en que se convirtió en el papa Francisco. Y, por último, una foto a los 93 años, a color, a pocos días de la salida del libro Isabel, tras ser reconocida con el Premio Hispanidad 2023, entregado por la Asociación Preserva, “una organización cultural sin fines de lucros que defiende la Hispanosfera en Hoyo de Manzanares y en toda España”.

—Esa foto dialoga con el libro —dice Pastor—. Sin el libro no hubiese existido. Isabel se va de su casa muy joven, escapando de ciertas ataduras. Y creo que Isabel también se escapa de la Argentina. Isabel no sabe qué hacer con Argentina. Y tampoco la Argentina sabe qué hacer con Isabel. El peronismo no sabe qué hacer con Isabel, incluso Isabel no sabe qué hacer con Isabel. Lo único que se me ocurre es que acá hay un desencuentro, para usar una palabra bien tanguera.

Un desencuentro que lleva más de cuatro décadas, hecho de silencio y palabras grises, de voces y cuerpos fantasmales que siguen batallando aunque no los veamos. 

Escritor. Colaborador en medios como Página/12, Gatopardo, Revista Anfibia, Iowa Literaria y El malpensante, entre otros. Autor de las novelas Un verano (2015) y La ley primera (2022) y del libro de cuentos Biografía y Ficción (2017), que fue merecedor del primer premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina (FNA). Su último libro, coescrito con Fernando Krapp, es la crónica ¡Viva la pepa! El psicoanálisis argentino descubre el LSD (2023), también premiado por el FNA.

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