Un local pequeño y destartalado. En un callejón del barrio del Raval de Barcelona. Era la opción idónea.
Paula había encontrado el rincón desde Buenos Aires, buceando en una web inmobiliaria. Su plan era montar ahí una librería especializada en literatura latinoamericana. Le ayudaría su amigo Ezequiel. Argentino como ella. Bibliófilo como ella. Y enamorado de Barcelona como ella.
La negociación con el propietario fue difícil, pero al final los dos socios consiguieron abrir su librería en el local. Final feliz con giro inesperado: ya instalada ahí, Paula descubrió que el espacio había sido antes la sede de un centro cultural… del que ella había sido socia años atrás, cuando residía en Barcelona y se movía por el barrio. “¡Y en ningún momento me di cuenta!”, dice entre risas en conversación con COOLT.
Una casualidad loca que añade mística a la breve pero intensa vida de Lata Peinada, el proyecto que Paula Vázquez (Del Viso, Buenos Aires, 1984) puso en marcha en 2019 con Ezequiel Naya. En estos dos años, la librería —que toma su nombre de una oscura novela del argentino Ricardo Zelarayán— se ha consolidado como un referente del circuito librero barcelonés. No hay otro lugar en la ciudad dedicado al 100% a la literatura de América Latina. Una oferta única en la que tienen cabida los clásicos del boom, sí, pero también autores marginales y noveles inéditos fuera de sus países.
La apuesta es arriesgada, pero que parece que funciona. La señal: Lata Peinada cuenta también desde 2020 con un establecimiento en Madrid, en el barrio de Malasaña. Abrió en plena pandemia, aprovechando el bajón en los precios de los alquileres y las ayudas estatales para iniciativas de carácter cultural. Y fue muy bien recibido por el ecosistema literario de la capital española: “Ya conocían nuestro trabajo en Barcelona”, dice Paula.
Pero el camino hasta aquí no ha sido fácil.
“Todo fue muy complicado”, dice Paula. “Tuvimos que desarrollar todo desde cero: pedir los catálogos a las editoriales, ver cómo podíamos hacernos con los libros, inventarnos nuestros propios canales de distribución…”. Y es que, como recalca la librera —que también es escritora y abogada—, las editoriales no están acostumbradas a salir de sus países. Ni siquiera en Latinoamérica, donde lo que se lee, por ejemplo, en Chile rara vez llega a Argentina o Uruguay.
“Hay una balcanización de las literaturas, pero es un fenómeno mundial”, dice Paula. “En España pasa lo mismo, si miras las listas de autores más vendidos, siempre son españoles, más algunos anglosajones”.
Ese desconocimiento de las literaturas de los distintos territorios de habla hispana no ha impedido a Lata Peinada hacerse con una clientela fiel, que precisamente busca salir del ensimismamiento. “Tenemos un público muy lector, intenso, que está abierto y ávido de nuestras recomendaciones”, apunta Paula. Una audiencia que encaja a la perfección con una iniciativa que —“aunque pueda sonar cursi”, bromea Paula— nació “del amor a la literatura”.
La vocación divulgadora de la librería se explicita en su selección de títulos, muy meditada (“la mitad de nuestros títulos no se distribuyen en España, y esos libros no los podemos devolver si no se venden”), y en una apretada agenda de actividades que incluye talleres, presentaciones... y un festival anual, cuya tercera edición se celebró el 15 y el 16 de octubre en la sede de Barcelona.
“El festival era una idea loca, pero que estuvo ahí desde el inicio. Se inspira en el FILBA de Buenos Aires, que es un hito. La idea es traer a autores consagrados y jóvenes que empiezan”, dice Paula. Este año, entre las firmas invitadas figuraron la mexicana Fernanda Melchor, la chilena Lina Meruane, la venezolana Michelle Roche y el peruano Fernando Iwasaki.
Paula ya planea con llevar el festival a Madrid el año próximo. No parece que divise nubarrones en el horizonte; todo lo contrario. En los últimos meses, tanto en Madrid como en Barcelona se palpa cierta euforia librera, con la apertura de nuevos locales que derriba el tópico de que el libro de papel agoniza. “Que abran nuevas librerías siempre es una buena noticia, porque ayudan a crear lectores, lo que beneficia a todos”, dice Paula.
¿Y Amazon? Ni entra en la ecuación. El gigante tecnológico y Lata Peinada juegan en ligas distintas. “Nosotros somos una librería que crea comunidad, porque además la literatura es algo colectivo. Es verdad que leer es un proceso individual, pero tú luego completas tu lectura al charlar con tus amigos”, dice Paula.
De hecho, es difícil que el algoritmo de Amazon pueda afinar tanto como Paula cuando le pedimos tres recomendaciones para los lectores de COOLT: “Los mejores días, un libro de relatos de Magalí Echevarne. Otro libro de relatos, Sofoco, de Laura Ortiz Gómez. Y cualquier cosa de Lemebel”.
—¿Y el libro que más te gustaría poder traer a Lata Peinada, pero que no hay manera?
—La nueva novela, del poeta chileno Juan Luis Martínez. Es muy, muy raro, apenas se editó, y solo circula en versiones pirata.
Buscando, buscando, no sería raro que Paula acabara encontrando una copia. Igual que hace dos años encontró ese local pequeño y destartalado en el barrio del Raval, donde ahora hay una librería en la que cabe toda Latinoamérica.