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La literatura arácnida de Nayeli García Sánchez

En ‘Araneae’, la escritora mexicana reinventa el viaje de ‘Pedro Páramo’ a través de las arañas, unos animales “que no están tan lejos de nosotros”.

La escritora mexicana Nayeli García Sánchez. ALE CARBAJAL

Araneae, la primera novela de Nayeli García Sánchez (Ciudad de México, 1989), comienza cuando su protagonista, Natalia, se entera de que su padre ha muerto. Un hombre que la abandonó cuando ella era un bebé y del que únicamente sabe que era una mala persona. Con el fin de intentar rellenar ese hueco que tanto ha marcado su vida, Natalia viaja a Iraputo, la ciudad de origen de ese progenitor al que nunca conoció.

Hasta aquí, Araneae podría ser una obra heredera de la literatura que marcó Juan Rulfo con Pedro Páramo. Sin embargo, la autora añade un elemento diferenciador: las arañas. Unos animales que la protagonista ama, y que le servirán para entender que existen otras formas naturales de relacionarse más allá de las antropocéntricas. También, para comprender que incluso ella, que ha sufrido el dolor por culpa de los demás, puede ser una de esas personas que hacen daño. Igual que las arañas.

Publicado en 2023 por el sello español Barret, el debut de Nayeli García Sánchez pertenece a la colección ‘Editor por un libro’, en el que figuras relacionadas con el mundo de la literatura eligen una obra que les gusta y la editan. Aquí se germinó, por ejemplo, Panza de burro de Andrea Abreu, a quien editó Sabina Urraca; o La tiraría de las moscas de Elaine Vilar Madruga, libro elegido por Cristina Morales. Araneae lo han editado Paula Vázquez y Ezequiel Naya, propietarios de Lata Peinada, librería ubicada en Madrid y Barcelona especializada en literatura latinoamericana.

- El disparador de Araneae es la búsqueda de un padre muerto, de un pasado que la protagonista necesita rellenar.

- Ese es el disparador de la novela, pero el disparador real del libro fue una investigación personal. Yo trabajé mucho la noción de archivo mientras hacía un seminario con la escritora Cristina Rivera Garza. Esos conocimientos me dieron pie a indagar en la propia historia. Para mí, la novela es el resultado de haber procesado un archivo personal y de haber encontrado estrategias ficcionales para poder incluirlo. Por eso he añadido un par de guiños que daban pistas de un compromiso con él.

- Un archivo personal que tiene su contrapunto en las arañas. ¿Por qué estos animales? ¿Por qué unir el archivo a ellas cuando en principio parecen tan alejadas?

- Las arañas me servían para crear una metáfora muy potente gracias a su proceso biológico de cambiar de piel y de conservarla. Es como si pudieras desprenderte de tu capa más superficial y regresar a consultarla de tanto en tanto. Algo que hacemos con los archivos personales.

- Aparte de esto, las arañas te sirven también para explicar los sentimientos de la protagonista.

- Mi interés por las arañas comenzó como una forma de crear una lejanía verosímil sobre los procesos psicológicos de la narradora: la ausencia del padre, la obsesión con la memoria, el viaje para buscar información sin saber qué… Yo quería generar una extrañeza frente a esos hechos. El proceso de muda me parecía que era una metáfora que podía explotarse mucho en términos de buscar quién eres y de desprenderte de una parte de ti.

Además de esto, también quería darle un matiz un poco aterrador. En una búsqueda real, hay una posibilidad de que pase algo terrible, de que haya algún problema. Ese matiz de siniestro, pensé mucho en cómo dárselo, y por eso elegí a las arañas. Me parecen un símbolo occidental de terror: hay muchas películas sobre ellas, tienen este cuerpo inexplicable que no sabes cuál es la frente o la espalda, su semejanza con la mano… Por ahí empezó el interés en generar un ambiente a través de ellas. Quería que hubiera una incomodidad y que las arañas fueran ese acompañante siniestro.

- Las arañas también las utilizas para resignificar los actos de los humanos. Para que la protagonista entienda comportamientos de familia o pareja que le son dolorosos, como que le abandone su padre.

- Sí. Muchas veces, los disparadores de esos momentos más ensayísticos son acciones que se resignifican cuando habla de las arañas. Por ejemplo, las arañas recién salidas del huevo que se comen a su mamá. Eso genera una perspectiva distinta de los conflictos que va teniendo con su familia o pareja. Era mi intención usar a las arañas como un negativo de la narración humana, para acortar la distancia entre su comportamiento y el de los humanos. Eso le sirve a ella para desnaturalizar los mandatos de cómo es la paternidad, la maternidad o el ser hija. De repente, esos comportamientos no tienen sentido entre las arañas.

- ¿No estamos tan alejados de las arañas como pensamos?

- Hay muchas cosas que no están tan lejos de nosotros. Que un padre nunca abandona a sus hijos es algo que todos firmaríamos, pero muchos lo hacen. Me gusta recordar que esto no tiene nada de obvio o natural; no está dado, lo hemos construido nosotros. Generar la extrañeza y la fascinación era algo que quería lograr. Las cosas que nos aterran, como el abandono o el desinterés, si las contemplas más tiempo, quizá puedes entenderlas de otra manera. Puedes incluso llegar a verte a ti mismo en eso.

Quería que el asunto se complicara según avanza la investigación de la protagonista: quizá no fue contra ella, sino que se le escaparon otros factores. Y quizá ella también es capaz de hacer cosas malas o de abandonar o de ser egoísta o de traicionar la confianza de alguien. Quería que ella se fuera convirtiendo en eso que rechazaba al principio. Y las arañas me servían muy bien para ejemplificar ese camino.

- La novela es un archivo, una búsqueda del padre muerto. ¿Por qué crees que necesitamos saber? ¿Por qué la protagonista se siente incompleta por no conocer a su padre? En algún momento, dice que él puede vivir sin ella, pero que ella no.

- Creo que tiene varias razones. Hay una macroestructura, al menos en México, donde las familias todavía tienen un peso bastante fuerte. Hay muchas celebraciones y publicidad alrededor de ello, pero además hay también una exigencia social que se basan en gestos e insinuaciones. No puedes no saber quién es tu padre. De hecho, en la literatura mexicana la novela más importante del siglo XX es Pedro Páramo, que trata de esto.

En la novela, la ausencia del padre no fue nunca un espacio vacío; yo diría que había un espacio reservado: como si siempre hubiese habido un hueco en toda la vida de la protagonista. Con ese hueco quería mostrar cómo las ausencias moldean la personalidad de cada individuo. Una ausencia es eso, un hueco, y la protagonista tenía que indagar en él. En mis propios pensamientos, trato de buscar quién soy a partir de las historias que me conforman y los recuerdos compartidos. Intento descifrar cómo todo ello determina mi forma de reaccionar ante las cosas. Es algo que me obsesiona, pero creo que es una demanda en este país. Aunque la novela ocurre en 2012-2013, antes de que la violencia del narco fuera evidente, desde 2006 las desapariciones forzadas se han vuelto un tema muy recurrente tanto en las conversaciones como a nivel político. Y, aunque eso está alejado de la narrativa de la obra, hay una reflexión pública sobre qué implica que alguien no esté. De alguna manera, eso influyó; no de forma consciente, pero esas cosas van rodeándote, son el agua en la que te vas moviendo.

- Esto se liga muy bien con la memoria. En la novela, en un momento dices que Natalia vive sin recuerdos, y eso a ella le pesa mucho. Es algo que quizá le obliga a tener que salir a buscar a su padre.

- Sin duda. Hay un impulso por saber quién eres, aunque sea de una memoria construida a medias. Un interés por saber el pasado, aunque no sé si para entenderlo. El derecho a esa memoria, tanto individual como social, se ha ido configurando como algo cada vez más importante. Al menos en México.

- Todo esto hace que se pueda ligar a la novela a la línea de Pedro Páramo. Pero, al meter ese juego con las arañas, se convierte en algo totalmente diferente...

- La mirada hacia lo no humano resignifica lo humano. También permite ponerte en los zapatos de otro ser completamente distinto a ti. De un ser que podría ser una araña, un pulpo o tu papá. De repente, lo que parece muy cercano es lejano y lo desconocido es lo más íntimo. La correspondencia de la protagonista con esos animales es lo contrario a la lejanía con su propio padre. Ahora, en el tiempo que nos ha tocado, hay una conciencia cada vez más grande a las personas no humanas. Un llamado a ver a los animales como seres dignos. Yo quería llevar eso un poco al extremo con las arañas.

Periodista. Especializado en cultura, medioambiente, sociedad y viajes.