“Estoy empezando a extrañarte. A ti. ¿Qué tienes tú para decir?”, le dijo hace algunos años un querido amigo a Natalia Lafourcade. “Y ahí pensé en que no tenía canciones”, relata ella. “Terminé dos semanas con la cabeza dando vueltas, hice cuentas y claro, me di cuenta que había pasado un tiempo de casi siete años en que yo había sacado otras músicas, pero no un disco completo mío”, explica la artista mexicana en una sala abarrotada de la Feria del Libro de Buenos Aires, durante la presentación de su primer libro, el recién editado De todas las flores, que lleva el mismo nombre del disco que lanzó en octubre de 2022.
Con esta vuelta al ruedo de crear desde cero un álbum completo con composiciones suyas —el último fue Hasta la raíz, de 2015—, Natalia (Ciudad de México, 1984) decidió además documentar todo el camino. La tarea comenzó con un pódcast en el que cada capítulo desvela la historia de una canción compuesta para el álbum, en compañía de sus amigos colaboradores. Y ahora toca mostrar en papel los registros de sus anotaciones en cuadernos, con imágenes y hojas rayadas, toda esa historia de construcción. Ella dice que este ímpetu nace de la ilusión que le hace compartir sus procesos personales de creación con otras personas, que puedan ver más allá de la música. Que sean testigos de la artesanía que involucra este trabajo. Que en general siempre se muestra lo que ya se encuentra acabado y a ella le parece mágico poder mostrar su labor y que ésta pudiese inspirar los procesos de otros. A que sigan y no se detengan.
“Con el paso del tiempo me he encariñado mucho con los procesos, los encuentro interesantes, cada uno tiene sus matices. Hacer este disco me permitió atravesar etapas que eran necesarias y que me entregaron muchas enseñanzas, poco a poco, a su ritmo (...) Siento que celebrar el proceso me permite desmenuzar ese pasado en el tiempo presente. Posiblemente también tiene mucho que ver lo difícil que es para mí soltar cada proyecto que logro terminar. La añoranza, las ganas de que la magia no se termine”, dice en una conversación que se incluye en el libro con la locutora y editora Elvira Liceaga.
Luego de aquella determinante conversación con su amigo, que cambió por completo su inercia del momento, Natalia decidió ir a sus notas de voz del teléfono. Allí encontró 17 grabaciones. Algunas terminadas, otras posibles. “Me di cuenta de que eran muy personales”, dice. “Pero también vi que lo que tenían esas canciones es que, al no estar preocupada de hacer un disco, eran simplemente páginas de un diario personal. Me permitió recordar cómo hacer canciones es una necesidad para mí. Yo pensaba que no tenía nada, pero al ver las que había juntado, de varios periodos, ver lo que había en ellas, pude recordar esa etapa de mi vida. Aquí pasó algo. Y aquí está”.
De todas las flores, el libro, es un collage de anotaciones, fotografías del proceso en estudio con sus compañeros músicos y textos en diferentes tipos de papel y colores, las letras de sus canciones escritas a mano y luego las versiones finales. Se diseñó en Veracruz, durante una residencia artística, entre agosto y diciembre de 2022, “rodeados de la misma fuente de inspiración que acompañó a Natalia en su disco, con la única regla de pasarla bien y honrar cada etapa del proceso”, dice una inscripción al final del objeto, publicado por Cultura y Entretenimientos ML.
Juan Pablo López-Fonseca y María Marín de Buen fueron quienes le ayudaron a materializar la idea de este archivo en formato libro que mostrara la aventura que significó crear el disco. “Todo estaba ahí, las libretas, los borradores de textos, las notas, las polaroids y fotografías de viajes que me inspiraron para escribir estas canciones (...) Al final parece que todo fuera muy fácil, pero en realidad, cada paso toma mucho tiempo, dedicación, pasión y amor. Poder mirar las entrañas de algo que desde afuera se ve sólido, finito y completo, me permitió recordar ese tiempo dedicado que ahora te comparto. Me era importante recordar que siempre es así y que hay que honrar cada segundo y cada paso que se camina en la montaña, siempre sabiendo que todo pasa, pero que el proceso está lleno de magia, matices, de momentitos que valen oro, de enseñanzas. Ver cómo mis canciones toman vida propia y hacen lo que ellas quieren es hermoso”, escribe Natalia en la introducción.
En una de las páginas aparece una hoja de su libreta que dice “DE TODAS LAS FLORES”, en mayúscula, encerrada en un rectángulo, con lápiz negro. Más abajo: “esta canción me hace pensar en un tren. una historia que toda sucede en un tren. ese tren de toledo donde no paraba de llorar”.
Natalia dice, frente a un público emocionado que comenzó a hacer fila para verla en su presentación casi dos horas antes, que el disco lleva ese nombre por la idea de una vuelta a su jardín interior. “Me gusta mucho usar esa analogía, con esa metáfora muy bonita. Somos como jardines, con lugares ocultos, lugares que mostramos. Pero también tenemos las llaves de esos espacios que solo nosotros conocemos y que para mí fue como recuperar las llaves de mi casa interna. Así sentí todo el proceso”.
Y en esta cita con la cantante y su audiencia aparecen las historias detrás de sus composiciones. Por ejemplo, una sobre ‘Vine solita’, la canción que abre el disco y que comenzó a crear cuando acababa de ir al cine a ver Roma, del director Alfonso Cuarón. “Años después, cuando visité esa grabación, cuando la encontré, pensé cómo el amor, no solamente el amor tóxico, sino en cualquier tipo de amor a veces la tendencia, o en mi caso, era entregar el corazón. Y luego pensé que el corazón no lo debo entregar, debo compartirlo, porque es mi corazón. Yo no me debo descuidar, aunque ame a otra persona, aunque comparta la vida con otra persona. No debo descuidar mi jardín. Ahí viene una parte del libro, ya lo van a encontrar ustedes, donde hicimos un mapa para la grabación. Las primeras tres canciones vienen desde un lugar muy adolorido, de mucha oscuridad y soledad pero que es necesario o creo, no sé, a mí realmente me sirvió para entenderlo. Verme allí para entonces, empezar a salir de eso”.
Es curioso cómo Natalia y su equipo lograron palpar en el papel, físicamente, este disco inspirado por el free jazz, la música brasileña y los propios sonidos y ritmos de la naturaleza. Como si las ideas, colores, temperaturas y sonidos se pudiesen tocar. Y, en esta conversación con su público bonaerense, Natalia completa ese estado con más historias sobre las canciones. Por ejemplo, la de ‘Pajarito colibrí’:
“Fue un suspiro de inspiración. Me fui al rancho de una amiga allá en Veracruz, donde me refugié por un mes, más o menos, en plena pandemia. Fue un momento de mucha bruma en mi mente, justo con esta cosa de ¿será que tengo música? ¿Será que no tengo? ¿Qué voy a hacer? Y de repente un amigo me dijo ‘¿por qué no nos vamos solamente a hacer música? Por hacer música, sin que te preocupes de nada’. Y entonces le dije ‘bien, vamos a ir a grabar, pero no voy a hacer letras’. Me dijo ‘no te preocupes, yo voy a estar ahí’. Yo no me sentía con ánimos de levantarme de la cama. Solo quería dormir, me encanta dormir. Le decía perdón, es que tengo mucho sueño, voy a estar durmiendo. Y él me respondía ‘yo aquí te voy a esperar’. Él tenía todo conectado ahí, tan bueno, y me esperaba. Y hubo un momento en que empezó a venir un pájaro colibrí. A mí se me hizo muy extraño que un colibrí picara todos los días la puerta y entonces yo lo sentí como una señal. Pues, una mañana, ese pájaro me hizo sentir que tenía que levantarme de la cama y tenía que salir a caminar por el rancho de mi amiga, lleno de árboles de macadamia. Entonces me fui a meter entre los árboles y ahí me bajó la melodía de esta canción que siento que tiene un mensaje muy bonito, muy poderoso”.
