Libros

La mano invisible del ‘ghostwriter’

Los escritores fantasma son muy reales. ¿Quién recurre a sus servicios? ¿Qué libros les encargan? ¿Y por qué eligen borrar su nombre?

Buenos Aires
El 'ghostwriter' o escritor fantasma, una figura clave para que muchos libros salgan adelante. FREEPIK/XANTHIUS

En la mesa de novedades de las librerías, en primera fila, hay tapas con nombres y figuras de políticos, influencers, diseñadores de moda, músicos, cocineros y deportistas. Además de su especialidad, al parecer, tienen tiempo y deseo de escribir. Incluso, de terminar buenos libros o, al menos, páginas que no desentonan en la sintaxis ni en la escritura; libros que se pueden leer, con una forma amable para traficar contenido —por lo general, historias de vida— hacia las manos del lector.

Escribir un libro lleva tiempo. Y ganas. Y, también, un saber específico que se puede incorporar a base de entrenamiento. ¿Cómo hacen estas figuras que viven un continuum de televisión, pantallas, eventos sociales, actividades, vida íntima, para que su día tenga más horas? ¿En qué momento escriben? ¿Escriben? La respuesta está en la mano invisible del mercado que, en la industria del libro, no es otra que la mano del ghostwriter.

La figura del ghostwriter ha sido inmortalizada por el cine. Hay dos películas clave que, necesariamente, no terminan con un final feliz. El escritor (2010), de Roman Polanski, donde un escritor fantasma, interpretado por el muy real Ewan McGregor, debe continuar las memorias que el ghost del primer ministro británico dejó inconclusas luego de su misterioso asesinato. Y, más acá en el tiempo, estrenada en 2022, The Ghost Writer, de Paul Wilkins, donde un autor en apuros decide plagiar una novela de su padre, en un clima ominoso y paranoico focalizado en una casona solitaria en la campiña inglesa. Sin embargo, en el realismo de nuestra vida diaria, las aventuras de los fantasmas de la literatura tienen menos vértigo. O, mejor dicho, los ghostwriters ya tienen suficiente con intentar pagar las cuentas con su trabajo y llegar a fin de mes.

Estos son fantasmas que no llegan a la cita vestidos de blancos ni levitando a veinte centímetros del suelo. Fantasmas de carne y hueso que se juntan a tomar té o café, mandan mails y, si se organizan, levantan una oficina y crean una asociación. Fantasmas, escritores, escritores fantasma que, en la era de la exhibición, eligen ser invisibles, borrar sus nombres y vivir de lo que más disfrutan: escribir.

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Eva Álvarez escribió su primer libro fantasma por pedido de una amiga editora de un importante sello en Argentina. El autor que firma es una celebridad. Por contrato, Eva debe mantener la confidencialidad y no dar nombres.

—Al principio pensé que él iba a escribir algo, pero no escribió nada. Lo hice todo yo —dice en un bar de Villa Urquiza, en la ciudad de Buenos Aires—. Hicimos una autobiografía fantasmeada en la que yo quedé bastante contenta. Ahí me di cuenta que podía escribir para otras personas. Me divertía escuchar lo que las otras personas tenían para decir. Podía tomar una voz y ponerla en un texto. Podía hacer ese pasaje.

Esa experiencia fue clave y, en parte, sintetiza el método milenario de los escritores, sean fantasma o no: escuchar, escuchar, escuchar. Y, claro, grabar. Eva cuenta que la primera entrevista es fundamental. De esa conversación sale la estructura del manuscrito. Te presenta el tema, el tono, sin ser consciente te va dictando un índice.

—El método es simplemente escuchar. Todas las personas tienen una lógica en su discurso. Y cuando la entendés, la podés escribir, ordenar, le podés dar una estructura. Lo importante es ver cómo el otro pronuncia el mundo. Las palabras específicas con las que nombra al mundo. No tenemos que imponer una estructura ni un vocabulario al texto.

Hay diferentes grados de ghosteo. Entre editar un libro y hacer una edición tradicional, y sentarse a grabar a una persona que no puede producir una oración, hay un mundo de variaciones, de escalas. Por ejemplo, existen los libros fantasmas donde una persona quiere hacer un libro y te da 45 páginas y con ese material hay que armar un libro. Ahí, el ghostwriter trabaja oración por oración, reescribiendo. Otra variación es entrevistar a una persona y escribir su vida.

Eva Álvarez hace todas las etapas de ghosteo, sea como externa para casas editoriales o trabajando de modo particular. Después de trabajar siete años perdió la cuenta de en cuantos libros fantasmas participó. Cada manuscrito, en promedio, le lleva nueve meses. El proceso es escuchar, proponer un índice, entregar un capítulo de muestra, cotizar el trabajo y, si el cliente levanta el pulgar, avanzar con la propuesta, armando un cronograma de entregas por capítulos.

—Hice muchos libros de difusión de economistas, yoguis, esotéricos; uno de una artista muy famosa —dice, mientras se acomoda los anteojos blancos y negros para tomar de su taza de té—. Una vez que entiendo el universo poético de la persona ya está. Entiendo qué diría y qué no diría. Ahí ya tengo el libro, su libro.

Ewan McGregor, en la película 'El escritor', de Roman Polanski, donde interpreta a un 'ghostwriter'. SUMMIT ENTERTAINMENT

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En la avenida Corrientes, altura 800, en el corazón del corazón de neón de la ciudad de Buenos Aires, está localizada la oficina de la asociación Ghostwriter Argentina. En total trabajan veinte personas: escritores, periodistas, licenciados en letras, contadores y abogados. En la actualidad está en proceso de desarme, de mudanza hacia otra sede. Sin embargo, hasta no hace mucho tiempo se podían ver pequeños boxs insonorizados en el centro, para que los escritores puedan tener encuentros online con los clientes (el 90% de las contrataciones son extranjeras). La oficina también contaba con una sala de reuniones y con un sector de videojuegos, para que “los escritores se desbloqueen si entraban en un bache creativo”, según Fernando Iannace, el director adjunto de la asociación. La entidad tiene aproximadamente unos veinte años de vida. Sin embargo, desde 2011 empezó a funcionar con mayor fuerza.

—Nosotros entendíamos que Argentina y Latinoamérica en general estaba un paso detrás de lo que ocurre en Europa o en algunos países de América del Norte, como podría ser Canadá —dice Fernando Iannace—. En esos países se trata de una actividad colegiada, matriculada, donde hay valores nomenclados, mucho más elevados que en nuestro país. A nivel latinoamericano encontramos que era una cuestión más artesanal, freelance, de gente que se lanzaba a la escritura, pero sin el expertise ni el conocimiento que se necesita para trabajar.

Ghostwriter Argentina trabaja de un modo planificado, desde sus inicios se propuso organizar y profesionalizar las partes sueltas del universo ghostwriter. Para empezar, firman dos contratos. Uno de prestación de servicios temporales, donde se deja en claro el pago, el tiempo estimado, la cantidad de páginas y los lineamientos que tienen que ver en la interacción entre el contratado y el contratante. El segundo contrato, el más importante, el de confidencialidad, donde queda escrito que los escritores fantasma prescinden de cualquier regalía económica o intelectual que pueda generar el libro.

—Eso es fundamental —dice Fernando—. El libro es del cliente, es del autor. Nosotros somos un vehículo, una especie de arquitecto literario. Te ayudamos a que tengas tu casa. El cliente te dice: “Quiero que tenga un garaje, tres habitaciones y una piscina”. Nosotros le buscamos la forma para que todo eso que quiera tenga una armonía. Y que le guste tanto a él como al lector al que va a llegar a ese material.

Los ghostwriters se encargan de escribir manuscritos, no de la elaboración de los libros. Pueden ser textos de ficción, biografías, académicos, divulgación. Todo lo relacionado con la edición y distribución va a cargo de las editoriales. Por lo general, editoriales de autopublicación. También, editoriales consolidadas que ponen varios libros al mes en las mesas de novedades de las librerías.

—Salvo los libros de famosos, son publicaciones para los propios, para su entorno —dice Eva—. A mí me guía mucho lo que escribió Walter Benjamin sobre el coleccionismo, ese texto es mi guía. Dice que armar una colección y poner esa pieza en un lugar con otras las redime. Eso es lo lindo de hacer esos libros. Contar una vida tiene algo de redención. 

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De todos los géneros posibles que le tocó escribir, lo que más disfruta hacer Eva son las biografías: es su especialización. La epifanía la tuvo en Schotten, un pueblo de la campiña alemana en donde vive una amiga suya.

—Siempre me enamoró mucho el modo en que tenía ella de ordenar el pasado, la historia de su vida y la de su familia. Me di cuenta que nosotros, los argentinos, no lo hacemos así, que no valoramos el pasado, que odiamos los álbumes de fotos de la tía, que nos molesta ver los VHS de casamientos y las fotos del álbum de Kodak. Para mí ahí está lleno de tesoros. Mi amiga tenía una manera tan bella de ordenar su pasado. Elegía cosas muy hermosas para contarme, y me empecé a preguntar por qué los argentinos no teníamos esta forma.

Ese verano, Eva le dijo a su amiga que escucharla fue una revelación. Y su amiga le propuso ir a conocer a otras familias. La llevó a conocer a tres amigos donde le contaron su pasado. Le mostraron álbumes, fotos, cartas, folios plastificados, objetos guardados en un baúl.

—Cada familia tenía formas muy parecidas de organizar ese relato de la vida familiar —dice Eva—. Me impactó muchísimo. Y empecé a convertirlo en mi profesión: biografista. Cuando nadie quiere escuchar la historia del abuelo que contó mil veces, ahí estoy yo.

¿Qué significa ser autor? ¿La firma te convierte en escritor? ¿De quiénes son los libros escritos por ghostwriters? Preguntas que desde la filosofía aún siguen abriendo surcos. En fin, ¿por qué un escritor elige no ser autor?

—A mí me gustaba escribir y ser ghostwriter me permitió escribir —dice Eva—. Yo quería que me pasaran cosas con la escritura, tener una relación con los textos, pensar en textos, y encontré este lugar que al mismo tiempo es de mucha intimidad y de trabajo. Siempre es para el otro. No me siento dueña de un libro que termina. Lo que importa es la operación de escribir, es lo más lindo.

Escritor. Colaborador en medios como Página/12, Gatopardo, Revista Anfibia, Iowa Literaria y El malpensante, entre otros. Autor de las novelas Un verano (2015) y La ley primera (2022) y del libro de cuentos Biografía y Ficción (2017), que fue merecedor del primer premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina (FNA). Su último libro, coescrito con Fernando Krapp, es la crónica ¡Viva la pepa! El psicoanálisis argentino descubre el LSD (2023), también premiado por el FNA.