Manuel Jabois 'superstar'

Reencuentro en una terraza de hotel con el último ídolo del periodismo narrativo español con motivo de la novela 'Miss Marte'.

El periodista y escritor español Manuel Jabois. ALFREDO ARIAS
El periodista y escritor español Manuel Jabois. ALFREDO ARIAS

Dice Manuel Jabois que un episodio de la primera temporada de la serie True Detective le inspiró para su última novela, Miss Marte.

Es curioso, porque mi recuerdo de cuando nos conocimos en São Paulo durante el Mundial de fútbol de 2014 y trabajamos juntos también es la de una dupla de reporteros como la de los detectives de la primera temporada de la serie, esa relación como de Quijote y Sancho, en la que yo hacía de reportero pragmático, centrado en qué está pasando allí y él, literato y poeta marciano atento a los detalles, en el cómo. 

Jabois y yo fuimos a un hotel de lujo abandonado ocupado por personas sin techo y a un gran burdel. Yo encontré las historias, traducía del portugués, grababa las entrevistas, le pasaba las transcripciones en español, y él apenas usó un par de cables para construir reportajes que en verdad tenían la potencia de relatos. 

Por aquel entonces, los dos trabajábamos en el periódico El Mundo, él era el columnista estrella del periódico y yo un joven de 29 años fascinado por las aventuras que me brindaba la corresponsalía freelance, entre ellas el mano a mano periodístico con lo que por aquel entonces era un ídolo, un referente.

Siete años después, el reencuentro tiene lugar en la terraza de un hotel de Barcelona. Me recibe tomando un vermut bajo el sol de verano, que brilla en la piscina, con un bañador que acaba de comprar. Tiene ganas de bañarse porque hace tiempo que no lo hace en el mar. Por primera vez en mucho tiempo y durante un ratito, me siento como si estuviera de vacaciones en mi ciudad. 

Más o menos Jabois me dice que él atendería a estos detalles del párrafo anterior si él fuera yo e hiciera un perfil o entrevista sobre sí mismo, añadiendo una pulsera que lleva que le regaló su hijo y una anécdota de cómo anoche, cuando se asomó por la ventana del hotel fumando desnudo, vio que justo delante estaba el edificio del periódico La Vanguardia. Seguramente lo haría con más gracia. 

Dice que a él le interesa más el cómo que el qué se dice en una entrevista, que si estuviera con Leonardo Di Caprio o Brad Pitt se fijaría en sus pantalones, en sus zapatos, en si tiene Whatsapp (él se lo ha quitado), si le llegan mensajes, en cómo es más que en lo que tenga que decir, “a no ser que diga algo muy interesante”. 

Es curiosa su insistencia en subrayar a fosforito lo que más le llama la atención de sí mismo para ayudarme a escribir este texto, como si en vez de en una entrevista estuviera en un taller periodístico exprés. Le hago algo de caso, consciente de mis limitaciones.

Acaba de escribir su columna en el móvil (esto también es suyo, hay que reconocer), hundido en una butaca y con los pies descalzos en la otra,recordamos aquellos días y hablamos de su novela y de algunas otras cosas. “Aquellos reportajes que hice contigo los recuerdo como los mejores del viaje”, confiesa sin recordar del todo de qué iban. 

Jabois es para algunos arquetipo del viejo columnismo canalla madrileño que tan bien retrata el dúo cómico Pantomima Full en uno de sus últimos vídeos paródicos, y para otros una luz de esperanza y comprensión del nuevo mundo entre todos esos escritores hombres de mediana edad para arriba que el diario El Español en su día calificó como autores de la prosa cipotuda

El periodista y escritor Manuel Jabois, autor de 'Miss Marte'. ALFREDO ARIAS
El periodista y escritor Manuel Jabois, autor de 'Miss Marte'. ALFREDO ARIAS

Escritor y cronista de talento único y esponja de todo lo que pasa cerca de él, Jabois vive en verdad a caballo entre el viejo mundo de los señoros ofendidos por la cultura de la cancelación y las jóvenes luchas de minorías que pelean, a veces con fiereza, por cambiar el relato. La duda, los matices y el olfato no solo le dan credibilidad como periodista, sino que lo convierten en uno de esos raros puentes entre dos mundos. 

“Me interesa en general más lo que tiene que decir gente más joven que yo, pero hay que respetar lo que dicen los más mayores y no me asusta hablar con gente que piensa diferente, más allá de que no me sentaría en una mesa con un machista o un racista”, dice. 

“A Pérez-Reverte lo veo poco”, señala, apuntado por la polémica columna del escritor en la que presumía de haber estado un buen rato hablando del físico de la actriz Christina Hendriks en una cena en la que también estaba Jabois, quien queda retratado en la crónica como el más respetuoso de la tropa. 

En una de sus últimas columnas, Jabois se refiere a una entrevista a Gay Talese en la que el periodista estadounidense asegura que no podría publicar en The New York Times porque no entra en los cánones de lo políticamente correcto. Jabois se posiciona en contra de que personajes con tanto altavoz “lloren” y que además lo hagan desde los grandes medios donde se les entrevista. Pero no deja de reconocer la injusticia en la que incurre muchas veces la cultura de la cancelación. 

A él le dan en las redes, “duele, pero menos al décimo año que al primer mes”, aunque reconoce que, de los que tienen columna propia, es de los que menos se puede quejar por el hateo

Sin adentrarnos mucho más en el tema, Jabois destaca de su último libro, Miss Marte, “la presencia del secreto” y cómo “las cosas que no se dicen por el bien de los otros pueden salir a la luz 25 años después, cuando tu bien ya no importa o ha quedado invalidado”. La novela parte en una boda, “un acontecimiento alegre”, en la que una niña desaparece, “un acontecimiento trágico” y relata la búsqueda de la verdad de una joven de fuera y un periodista local a través de un documental que, de paso, permite a Jabois jugar en casa: por un lado, conoce la profesión del periodista y, por el otro, el juego periodístico le da cierta verosimilitud a la historia. “Me han llamado de algún programa de televisión para preguntarme por la niña desaparecida”, que es ficción, claro. 

A sus 43 años, Jabois es probablemente la última rock star del periodismo narrativo español, si es que tal categoría existe y tiene estrellas, y se nota. Aunque es humilde y sobre todo transparente y generoso, capaz de contarte intimidades rápidamente de manera incluso inocente, tiene ese aura indescriptible que, de manera involuntaria, te recuerda que no estás en su mismo mundo, ya sea por su éxito o por su talento. Pero es tan sutil y tan imposible de probar ante un tribunal que no duele, porque Jabois me deja hasta las llaves de su habitación de hotel cuando le pido tabaco.

Cuando llego a la habitación, hay un hombre en la ducha. Es un trabajador del hotel que ha ido a repararla.

Pero a lo que iba es a que, por alguna razón, la conexión que me engancha a sus columnas y que nos llevó de aventuras por São Paulo parece haberse diluido. Algo se ha perdido. O tal vez simplemente Jabois está cansado. Tal vez las personas que tienen que lidiar con tantas atenciones a la vez de manera agradable y cercana están agotadas.

Oscilante de peso, Jabois es presumido y cada vez que te ve comenta si está más gordo o más flaco. “Con menos peso gano mucho, con perdón”, dice poniéndose una camisa blanca delante del espejo de su habitación. Alto y apuesto, tiene una fama de ligón en el oficio que no siempre le juega a favor. Nacido en 1978 en la localidad gallega de Sanxenxo, en el seno de una familia de clase media dedicada a la hostelería, Jabois se apuntó de joven a cuatro carreras diferentes que no llegó ni a empezar, pero muy pronto entró en el periodismo local con sueldos escasos y muchas horas. Se hizo un nombre en el Diario de Pontevedra gracias a su estilo personal, que lo mismo plasmaba en columnas que en reportajes, y años después volaría en Madrid, primero con El Mundo y desde 2015 con El País

Su ritmo de producción literaria y periodística es apabullante: a crónica, reportaje u opinión cada dos días (“Me gusta escribir un poco sobre todo, me aburro rápido”) y colaborando en la radio, le ha dado tiempo también a publicar tres libros en los últimos cinco años: el primero, Nos vemos en esta vida o en la otra (Planeta, 2016), aborda “la frivolidad del mal” profundizando en la trama española que ayudó a perpetrar los atentados del 11 de marzo de 2004. Después, en Malaherba (Alfaguara, 2019), abordará la importancia de aprender sobre la diversidad sexual en la infancia antes de llegar al thriller emocional de Miss Marte (Alfaguara, 2021), en el que los mares, prados, peñascos y caserones gallegos funcionan como un personaje más en una intriga triste y misteriosa. 

'Miss Marte', de Manuel Jabois

La escritura de Jabois es como abrir el puño y soltar purpurinas o soplar una burbuja: la belleza del lenguaje en sí ya le da un poso de profundidad y nostalgia, pero se queda en el aire y uno no acaba de saber si aquello significa algo concretamente o no, o el qué, como los versos en el aire de los buenos poetas. Los personajes, a veces, también parecen bailar como versos sueltos.

Esa posible falta de concreción o complejidad no afecta a sus crónicas y reportajes, rigurosas y divertidas, donde siempre pasan cosas y los personajes te atrapan, ni en las columnas, pues en ambos casos el mensaje de fondo es la realidad, que no necesita artificios ni tesis para sacudirte. En Miss Marte, su estilo, momentos brillantes, reflexiones poéticas que te golpean sobre todo al inicio, le sirven para armar un muy buen thriller dramático.

Hay algo en Jabois, incluso en la sonoridad de su apellido, que evoca al pasado o que al menos conecta sobre todo con su generación. Algo en esa forma de ir a comer con amigos influyentes y en esa forma de escribir, recrearse en los detalles, galopar despeinado entre las fuentes perdiendo bolígrafos, que evoca a un periodismo literario de columnista mordaz que no sólo parece estar muriendo, sino también desfasado. 

Él mismo defiende que “la precariedad es el principal enemigo del periodismo” actualmente, y que en un mundillo donde muchos querrían ser Manuel Jabois y escribir crónicas de autor —y aunque claro que no todos tienen talento para ello—, la mayoría tienen que conformarse con sueldos bajos, contratos temporales y precarios y con que “te echen cuando te van a hacer fijo”. 

El detalle, la descripción, ese verso de purpurina en el aire parece hoy un privilegio un tanto frívolo que te distrae de la injusticia o la bofetada que quieres contar. Esta sensación es reciente, hace cinco años era imposible imaginar una forma mejor de contar las cosas que la de Manuel Jabois. Seguramente sea culpa de un entorno revolucionado y supersónico, lleno de jóvenes queriendo contar cosas en TikTok que no sabíamos que existían, y no de él, siempre atento y al día y más elegante que todos aquellos artistas que ante la decadencia se retratan reivindicando que cualquier tiempo pasado fue mejor o patalean contra el feminismo o el movimiento LGTBIQ como si los derechos fundamentales fueran una lucha menor. No es su caso.

Aún hoy sigue pareciendo difícil imaginar una forma de contar las cosas mejor que la de Jabois, pero no tanto imaginar una forma más actual, fresca y rabiosa, ya que su mirada es una mirada de casi hoy, de casi ayer, la madrugada intermedia y sin dueño, aunque a lo mejor no hay maneras de escribir, o no todavía, que capten la realidad con la vigencia y chispa de un reel de Instagram, un videoclip de Bad Bunny o una conversación con Ibai Llanos. 

Periodista. Ha sido corresponsal freelance en Brasil para medios como El Mundo, La Tercera y Revista 5W. Actualmente colabora con Eldiario.es y Ara.

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