Libros

Margo Glantz y las mujeres que abrían las piernas

Adelantada a su tiempo, la escritora mexicana celebra la “resurrección” de su literatura coincidiendo con la edición en España de ‘Apariciones’.

La escritora mexicana Margo Glantz, en la presentación de la novela 'Apariciones' en Madrid, el pasado 5 de abril. CASA DE MÉXICO EN ESPAÑA

“La niña sigue allí, tiene los mismos nueve años, está tirada en el sillón, con las piernas abiertas, con sus pantalones azules y su blusa blanca”. La niña crece y cambia un poco, viste casi siempre esa misma ropa y abre las piernas en un gesto que se repite a lo largo de la novela. Apariciones, de Margo Glantz, acaba de ser editado en España por Firmamento más de 25 años después de que en 1996 viera la luz en México. No tuvo suerte la autora en esa época, cuando hizo la pertinente ronda de preguntas a las editoriales españolas, comenzando por el sello La Sonrisa Vertical —especializada en literatura erótica—, donde una obra como esta podría haber encontrado entonces su hueco. Ahora llega al mercado español con sus imágenes obsesivas, sus palabras y frases, fragmentos que se repiten en distintos momentos y contextos para añadir o descubrir diversas capas de significado.

“Lo releí, hice la corrección de pruebas y me pareció muy bueno mi libro. Creo que sigue siendo vigente. Está bien escrito y organizado de acuerdo con la idea que yo me había hecho al principio, la de palimpsesto: el libro debía incluir capas sucesivas, incluyendo la posibilidad de repeticiones, variaciones”, explica Margo Glantz en conversación con COOLT en la Casa de México en Madrid. La escritora, profesora y crítica literaria de orígenes ucranianos nacida en Ciudad de México en 1930 ha venido a España a celebrar la “resurrección” de este libro en particular y de sus formas de hacer literatura.

Después de una sólida trayectoria académica, Margo Glantz abordó la ficción tarde… o simplemente cuando sintió que había llegado el momento, cuando decidió “que iba a escribir como yo sabía escribir y que me importaba un comino si lo que escribía, y cómo escribía, podía interesar o no, porque a mí sí me interesaba escribir y creí que era necesario para mi persona”. Empezó con una obra de frases breves, Las mil y una calorías. Novela dietética (1978). “Lo llevé a varias editoriales y no lo quisieron. Lo publiqué por cuenta de autor y luego escribí Doscientas ballenas azules y cuatro caballos, reeditado el año pasado, después de haberse publicado en 1979. Eso quiere decir que, después de muchos años, mi escritura resucita y empieza a reproducirse quizá porque en su momento aquello que quería publicar era inusitado”. No era habitual esa escritura fragmentaria, en la que Margo Glantz fue una pionera; ni incorporar elementos gráficos, dibujos o fotografías en las páginas de los libros. “Ahora se halaga la escritura fragmentaria, que no tiene una densidad ni una organización aristotélica de tiempo y espacio, causa y efecto, y yo lo practiqué hace mucho tiempo. Luego muchos autores lo han hecho también”.

La escritura es una forma de erotismo, el deseo de escribir es como el amoroso

Tampoco era habitual en la literatura, y menos en la literatura que entonces escribían las mujeres, tratar con total desinhibición las prácticas sexuales. Y hay mucho sexo, mucha carne y mucho cuerpo en Apariciones. “El libro está manejado por ciertas imágenes como la niña que abre las piernas, la mujer que toca el chelo, la que monta a horcajadas en el caballo...”, explica Margo Glantz. “Todo ese tipo de imágenes tienden a exteriorizar  una idea de los usos del cuerpo femenino, un imaginario que impedía a las mujeres manejar su propio cuerpo de forma normal, natural y autónoma”. Salvo para concebir o para parir, el cuerpo femenino no se abría, ni siquiera cuando la situación así parecía pedirlo, no: las mujeres montaban de lado en las motos y a caballo, eran llevadas. En público, las piernas juntas, las rodillas pegadas bajo la falda. Antes eran solo ellos los que podían desplegarlas, a gustito, en un fenómeno al se le puso nombre: manspreading. A la niña de Apariciones le caen algunas reprimendas por ello. Las recibe con indiferencia sin mirar si quiera a su sermoneador, la pareja de su madre, que se emplea a fondo: “Las mujeres deben mostrar una actitud de modestia en todos los lugares. Esto se logrará (…)”. No le mira, pero tiene una respuesta: abrir aún más las piernas.  

Escribir con el cuerpo

Hay dos tramas (o tres) en Apariciones. La primera es la de una pareja de amantes, cuyas prácticas son observadas por la mencionada e inquietante niña de forma clandestina, pero consentida. La otra es la de unas monjas que se castigan con el fin de llegar a Dios, alcanzar la santidad. En una y otra el cuerpo es el protagonista absoluto: un cuerpo ineludible, un cuerpo por el que hay que pasar necesariamente, ya sea en su versión mística o sexualizada, para conseguir lo que se persigue. Hay otra trama u otro nivel: una mujer escribe y la escritura es para ella un deseo que involucra también el cuerpo. “La escritura es una forma de erotismo —explica Margo Glantz—. Hay esa imagen que es una metáfora porque el deseo de escribir es como el amoroso”.  La imagen es la de la mujer preparando el cuerpo para la escritura como los amantes se preparan para una cita. Mediadas por el deseo, cada situación requiere sus rituales:

“Me desnudo el torso. Antes de escribir suelo acariciar mis pezones, son rugosos (…). Paso las yemas sobre la areola, mi yemas se contagian y con esa exaltación me preparo. Ya coloco los dedos sobre el teclado”.

Su escritura es búsqueda y comunión con sus personajes a los que interroga, imita… “La escritura y la sexualidad se ejercen siempre en espacios privados y por ello mismo susceptibles de violación, espacios secretos, sí, espacios donde se corre un riesgo mortal”, se lee en el libro de Firmamento.

“Punza, quema, sangra” y otras digestiones literarias

Junto a las imágenes, también hay palabras, frases que se repiten de forma obsesiva y que son válidas para los dos contextos: el sexual y el místico. “Punza, roe, quema, sangra, duele”, la serie del verso incluido en el poema Muerte sin fin de José Gorostiza se instala con variaciones en distintos momentos del libro: “Los rasguños que se hacen los amantes tienen paralelo en la flagelación de las monjas, que se dañan porque esa es su forma de unión con Cristo”.

También hay frases tomadas de la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, una figura en la que Margo Glantz es una autoridad y a la que ha dedicado numerosos ensayos. De alguna manera, el libro deviene así “un homenaje a mis lecturas, a mi tradición literaria gracias a esas frases que provienen de otros autores y que se han introducido como parte de mi propia digestión literaria”. En los agradecimientos finales del volumen se da cuenta del menú de intervinientes en esa particular digestión. Aparte de los mencionados, andan por ahí  Kawabata, Georges Bataille, Teresa de Jesús, Marguerite Duras, Pier Paolo Pasolini… De hecho fue después de ver Saló o los 120 días de Sodoma cuando Margo Glantz se decidió a hacer su propia lectura en femenino de las leyes del masoquismo y la sumisión.

Pero, de forma más general, Glantz analiza así este fenómeno que permea, de alguna manera, toda su literatura: “Toda escritura hace una genealogía de las lecturas, máxime cuando una se ha dedicado a la docencia de la literatura. Y esto es algo que la escritura devuelve como algo totalmente introyectado y personal. Cierto que no se puede precisar qué exactamente influyó para escribir determinada cosa, pero toda escritura tiene que ver con la vida personal, con lo percibido y lo que una ha leído. Eso se da un modo inconsciente que se va perfilando cuando uno escribe, de modo que el impulso de escribir ayuda a hacer mucho más concreta la escritura misma. El momento de escribir supone la materialización de algo que era inconsciente y que estaba ahí de una forma un tanto evanescente. Uno piensa mucho mejor cuando escribe”.

La escritora Margo Glantz. CASA DE MÉXICO EN ESPAÑA

Encontrarse en el tiempo

Más de dos décadas y media después, el libro de Margo Glantz ha encontrado su espacio y quizá su tiempo ahora. Pero ¿qué relación tendrá su autora con el tiempo? Y responde para COOLT: “Mi generación se ha extinguido casi por completo. Yo tengo 92 y he vivido muchísimo. Mis amigos del alma se han muerto y mis mejores amigos ahora tienen 30 ó 40 años menos que yo. Yo ya no enseño, pero la constante cercanía con gente más joven, enfrentarme a ellos, me vivifica. Por lo demás, sigo siendo muy curiosa y estoy muy interesada en lo que pasa en mi entorno, lo que me mantiene bastante vigente”.

En una entrevista, cuando estaba próxima a cumplir 90 años, Margo Glantz dijo estar cansada de la vida: “Bueno, la pandemia me aburrió bastante. Eso de estar encerrada, no salir a la calle en un año estuvo muy deprimente y me aplastó bastante. Además cada vez soy más vieja y tengo achaques que me hacen pensar, algunas veces, si no debería hacerme una eutanasia como Alain Delon; pero no, en general, la paso bien”.

Periodista cultural. Colaboradora de medios como La Maleta de Portbou, El Salto y La Marea o de las revistas Diseño Interior y La Aventura de la Historia, con temas que van desde la filosofía y la poesía hasta la arquitectura y el diseño. Es autora de la novela La otra vida de Egon (2010) y los libros de relatos Siete paradas en el país de las sombras (2005) y La carretera de los perros atropellados (2012).