Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) estaba aburrido de decir siempre lo mismo cuando le preguntaban, en los foros y debates que frecuenta, por el concepto de América Latina. Entonces, en un hotel de San Salvador, en 2018, pensó que necesitaba una respuesta mejor y que merecía la pena pasar un par de años o el tiempo que fuese necesario tratando de encontrarla.
El resultado de esa búsqueda es Ñamérica (Literatura Random House, 2021), un recorrido de 680 páginas que pasa por el Chocó colombiano, por Ciudad de México, por Caracas; que incluye una parada en la Bolivia de principios de los noventa y en la de febrero de 2020, el último viaje que Caparrós hace para este libro antes de la irrupción de la pandemia.
Ensayo y crónica, historia y escenas, para entender una región definida por un fenómeno extraordinario: 19 países que hablan el mismo idioma. El castellano, la única lengua que para escribir un sonido común a otras utiliza, en lugar de dos, solo una letra con sombrero.
Ñamérica, en librerías a partir del 9 de septiembre, confronta al lector con su propia mirada sobre una parte del mundo contemplada tantas veces desde lo folclórico, bajo el cliché. Caparrós arranca su relato en uno: “Amanece. El mercado huele a cilantro y a cebolla, a carne fresca y a pescado seco, a pollo frito y flores, al maíz de las tortillas sobre todo, y resuenan las palmas de mujeres que las hacen a golpes. Los gritos, también, por todas partes”.
- ¿Por qué esa primera escena en el mercado de Chichicastenango, Guatemala?
- Fui a Chichi pensando que si salía más o menos bien quería empezar así. Me interesaba empezar por ahí para cagarme en la idea folclórica que la mayor parte de los lectores suele tener sobre América Latina. Quería empezar por descartar esa mirada que suele ser la más habitual, tradicionalista. Hay lugares a los que mucha gente va o mira tratando de encontrar lo que sigue siendo como antes y América Latina sin duda suele ser mirada así muy a menudo. Quería ir a Chichi a ver si podía poner en escena la situación que muchos preverían y cagarme en ella.
-¿No cree que en otros lugares ocurre lo mismo? ¿No está todo muy condicionado por la mirada turística?
- Sin duda lo está, pero hay que ver en qué consiste cada mirada turística. Si vas a China, creo que no pasa lo mismo. Hace tres o cuatro años volví a Shanghái después de casi 25 sin ir. Era una feria del libro, tuve cuatro días libres, y paseé, y lo que yo miraba allí no eran los restos del pasado sino la evidencia brutal del presente y futuro. Cuando uno va a las nuevas ciudades chinas, lo que mira es lo nuevo justamente, cómo han llenado el espacio esos edificios extraordinarios totalmente avasallantes. En cambio, en América Latina se siguen buscando esos lugares donde se conservan las esencias. Y las esencias, por definición, son una falacia porque suponen que hay algo que se detuvo hace tiempo, o que debería haberse detenido hace ciento, doscientos, trescientos años, y que eso es más auténtico que lo que no se detuvo y lo que tienes delante de ti todos los días. Lo auténtico es lo que pasa, lo verdadero es lo que está pasando, ese era un poco el planteo de esa entrada en el recorrido: nos quieren hacer ver las viejas esencias, yo quiero ver las nuevas realidades.
- ¿El epítome de ese “vamos a verlo antes de que cambie” es Cuba?
- La Habana es la puesta en el espacio de algo que era más o menos común hace equis décadas o siglos y que está desapareciendo en todos los otros lados. Es cierto que, como hay una especie de normalización del mundo globalizado, que empieza a ser todo tan parecido, tan igualado, cuando hay algún espacio que no sigue, eso dan ganas de mirarlo. Lo raro es justamente que sean espacios cristalizados, detenidos en el tiempo. Que no podamos inventar espacios distintos en vez de tratar de preservar los que lo eran, con la seguridad de que los que no preservamos, de que los que cambian, fatalmente serán todos iguales. Esa es la pena, por qué no podemos inventar espacios distintos en vez de tener que buscarlos en los museos, entendidos como museos La Habana, Chichicastenango y todo el resto.
Lo que vale la pena es el mestizaje, la integración de todo
- En Ñamérica habla de una cierta mirada sobre los pueblos originarios.
- Sí, la culminación de esto es esa idea sobre las culturas de los pueblos originarios, como dicen ahora, de que nosotros tenemos que evolucionar, pero ellos tienen que seguir siendo como eran. Imagínese que viene un mapuche y dice: “Ustedes, españoles, deben seguir viviendo como en 1890, las mujeres no pueden votar, no tienen derecho a tener propiedades y tienen que pedirle permiso al papá para casarse con un hombre del cual nunca más se van a poder separar, y de estudiar ni hablar”. Lo curioso es que los que postulamos todo lo contrario, al mismo tiempo, estamos muy interesados en que las supuestas culturas originarias no cambien y sigan siendo distintas de la nuestra, en vez de pensar que lo que vale la pena es el mestizaje, la integración de todo, que se mezclen y que algunas de sus cosas sobrevivan en la cultura mezclada y que tomen otras cosas de esa cultura porque les gustan más que las que tienen, qué sé yo, toda esa parte me sorprende mucho.
- En el libro cuenta que la idea de Ñamérica surgió en El Salvador.
- Estábamos en una sala de un hotel en San Salvador, en el foro que organiza El Faro, hablando sobre el periodismo en América Latina. Veía que me iba a tocar el turno y yo iba a decir como siempre que América Latina en realidad no existía, que nadie sabía qué era, que era una construcción confusa, que es lo que llevaba muchos años diciendo. Y la verdad, pensé, “es que estoy aburrido de decir siempre lo mismo, debería poder decir otra cosa”, y entonces me planteé qué es para mí América Latina, y no tenía una buena respuesta. Fue en ese momento cuando se me ocurrió que quizás valía la pena pasar un par de años, o lo que fuera necesario, tratando de contestar a esa pregunta que últimamente nadie se había hecho en serio.
Ñamérica es la región con mayor proporción de población urbana del mundo
- ¿Por dónde empezó?
- Comencé a leer y me llamó la atención que hacía tiempo que, aparentemente, nadie había tenido una mirada de conjunto sobre la región, pensar sus características y problemas. La última gran mirada había sido Las venas abiertas de América Latina, pero estaban por cumplir 50 años, era una mirada de otra época sobre una región totalmente distinta. Empecé a pensar en qué cambió la región. En 1970 la mitad de la población era rural y en 2017, solo el 20%. Con un 80%, Ñamérica es la región con mayor proporción de población urbana del mundo, más que Europa, que Estados Unidos. Entonces dije: por qué no voy a ver esas ciudades para empezar a entrar en materia. De casualidad, para mi sorpresa, la idea de una serie sobre las ciudades sudacas le interesó a Montse Domínguez para El País Semanal y así empecé a hacer esos recorridos que me permitieron repensar cosas y empezar a organizar el libro.
- ¿Cómo surge la idea de delimitar Ñamérica por la lengua?
- Cuando empecé a mirar un poco los rasgos que me interesaban más de la región, me pareció que Brasil distorsionaba todo. Brasil es demasiado grande por razones históricas, simplemente porque estuvo demasiado vacío hasta fines del XIX y por lo tanto no se subdividió como el resto de América Latina. Lo que quedó fue un país desproporcionado con respecto a todos los demás. Él solo es mayor en superficie que los otros cinco que lo siguen en América y tiene más población que casi todos los demás juntos. Entonces, cualquier dato que uno piense sobre América Latina tiene una influencia excesiva de los datos brasileños. Y, por otro lado, culturalmente me parece que está fuera. Si hay un fenómeno extraordinario que define a Ñamérica es el hecho de que 19 países hablen el mismo idioma, esto no sucede en el mundo, no hay otro lugar en el mundo en que eso suceda. La India, que es un solo país, habla más de 20 idiomas y Europa, que sé yo, 40. En cambio, toda esta zona que habla un mismo idioma le da una característica totalmente única que se pierde si uno incluye a Brasil, que no se incluye, además: no nos relacionamos realmente. Podría ser de otra manera pero no es, hay alguna relación comercial, pero culturalmente tenemos muy poco que ver, no nos leemos, no nos conocemos, no nos miramos.
- ¿Y cómo surge el nombre de Ñamérica?
- Se me ocurrió que de lo que quería hablar no era de toda América Latina, sino de eso que podemos llamar, a falta de otro nombre, Hispanoamérica. Pero me faltaba otro nombre, quería un nombre que no fuera tan burocrático y que no sonara tanto a naftalina. Se me ocurrió Ñamérica porque, si algo distingue a esta región, es que toda ella habla un mismo idioma, el castellano, y si algo distingue al castellano es que es el único idioma al que se le ocurrió el capricho extraño de inventar una letra para decir un sonido que en todos los demás idiomas se dice con varias. La eñe está muy claramente identificada con el castellano, entonces pensé que una América que habla en castellano podría llamarse Ñamérica.
- ¿Qué definición de la RAE se imagina para Ñamérica?
- Región del continente americano constituida por 19 países cuya lengua principal es el castellano. Ñamericano, relativo a Ñamérica, obviamente. No sé si la RAE, pero si algunas personas lo usaran y escribieran de vez en cuando yo me sentiría absolutamente feliz.
- En Ñamérica, Miami tiene un capítulo y aparece 114 veces, mientras que Madrid no lo tiene y sale en 14 ocasiones. Estados Unidos se menciona 118 y España, 44. ¿Qué dice esto sobre la influencia actual de esos dos polos?
- No había, por supuesto, caído en cuentas tan exactas, pero es evidente que en los últimos 100 años Estados Unidos ha sido decisivo en las formas que ha adoptado Ñamérica para muchísimas cosas. Toda la cultura dominante, sobre todo en los últimos 70 años, es sin duda estadounidense. Mucho de lo que hacemos, cómo lo hacemos, cómo nos vestimos, cómo pensamos, qué música escuchamos, qué películas vemos, tiene que ver con la presencia de Estados Unidos. No solo eso, sino cosas que se ven mucho menos porque ya parecen totalmente habituales: las sociedades del automóvil, los centros comerciales, las gorritas. Un programa mínimo de liberación tendría que empezar por quemar todas las cachuchas, las gorras, que se han transformado en una especie de objeto ubicuo en la región. También es cierto que, con la globalización, Estados Unidos se desentendió mucho de su ex patio trasero y ya no tiene el mismo tipo de presencia que solía tener. La presencia cultural es fuerte en sentido amplio, pero menos en lo político, militar y económico. Menos no quiere decir que no tenga ninguno, pero sí menos que en una época en que estaba omnipresente.
La fuerza que tiene ahora el español en Estados Unidos es el síntoma más evidente del fracaso
- Pero Estados Unidos es cada vez más latino.
- El fenómeno de la latinización de la cultura norteamericana es interesante y tiene muchas características. Me sorprende cuando los diversos políticos y burócratas al uso se jactan de la fuerza que tiene ahora el español en Estados Unidos, porque es el síntoma más evidente del fracaso. La enorme mayoría de los hispanoparlantes que están en Estados Unidos van allí porque no podían vivir en sus países. Si hubieran sentido que sí podían vivir en ellos, prácticamente nadie hablaría castellano en Estados Unidos ahora. Es una de esas cosas que habría que disimular, que no sepan que hay tantos hispanoparlantes en Estados Unidos, que no se den cuenta de lo mal que lo hicimos, y en cambio hacen lo contrario porque son bastante idiotas, como ya sospechábamos.
- En Ñamérica habla de esta quinta ola migratoria.
- Una cosa que aprendí haciendo el libro fue el peso de la migración en América en general. Hubo cuatro grandes corrientes migratorias que se pueden delimitar muy bien, cosa que en otros lugares del mundo es muy difícil de hacer. En Ñamérica está muy claro: vinieron los primeros de Asia central hace 20.000 años, después llegaron los españoles en 1500, luego trajeron esclavos africanos en el 1600, 1700. Más tarde los europeos pobres del sur en el 1900 y entre todos esos armaron esa mezcla que somos. Cada una de las cuatro corrientes migratorias está muy clara, y un dato fuerte es que la quinta corriente ya no es hacia Ñamérica sino de Ñamérica hacia afuera. Gente que ha decidido que no tiene salvación dentro de sus comunidades y, de algún modo, que sus comunidades no tienen salvación, y que por lo tanto hay que irse, hay que buscarse la vida en otras partes. Por ejemplo, en estos días es increíble en Argentina la cantidad de gente que me dice que quiere irse, no lo puedo creer, la mayoría de las personas con las que tengo algún contacto están pensando en irse o dicen ojalá pudiera. Los venezolanos, se han ido cinco millones y pico en unos años.
- Usted vive en Torrelodones, Madrid. ¿Es la capital española lo acogedora que esperaríamos que fuera para los ñamericanos?
- No es que Madrid te rechace, en este sentido no hay por qué quejarse. Pero está claro que no eres uno de ellos. Cuántas veces me han dicho: tú no puedes opinar porque no eres de aquí. ¿Cómo se hace para ser de aquí? He vivido aquí muchos más años que en casi cualquier otro lugar, mi padre era de aquí y yo estoy probablemente más enterado de lo que pasa aquí que el 90% de los habitantes de la ciudad, entonces, ¿por qué no puedo opinar? En Buenos Aires muchas veces me llama un periodista y me dice qué piensas de tal cosa, acá nunca me sucedió. Le digo mi ejemplo, que es el que mejor conozco, pero me parece que en todos los ámbitos pasa más o menos lo mismo, que sí te aceptan, te acogen, pero está claro que no eres uno de ellos.
España no ha sabido armar una verdadera comunidad hispanoparlante
- En el libro dice que España no ha sabido hacer buen negocio con el castellano.
- España no sabe bien qué hacer con ese regalo que le cayó del cielo. Un país cuyo idioma podría haber sido como el holandés o como el polaco, que lo hablaran 20, 30, 50 millones de personas en un territorio limitado, un país y nada más. En cambio, y por un azar de la historia, 500 millones que lo hablamos y España no sabe qué hacer con eso. Hubo una época en que trató de sacarle jugo económico, en los noventa, con los socialistas que mandaban empresas a comprarse todo lo que se privatizaba por allí. So capa de socialismo, participaron como nadie de las privatizaciones neoliberales. Las instituciones culturales hacen un esfuerzo patético por poner en pie de igualdad España, por un lado, y sus 45 millones de habitantes y Ñamérica, por otro, y sus 430 millones. Dan el Cervantes una vez a un español, otra a un latinoamericano. Tienen en el Instituto Cervantes una preminencia absoluta de la cultura española por sobre la hispanoamericana. España no ha sabido armar una verdadera comunidad hispanoparlante donde los países ñamericanos se sientan parte a parte entera, entonces no funciona.
-Y en el periodismo, ¿los que hablamos castellano nos interesamos unos a otros?
- Muy poco. Muy poco por el éxito de este plan de atomización que venimos llevando a cabo desde hace 200 años. Nos quejamos siempre de que América Latina no está unida, cuando lo que hemos hecho desde 1810 en adelante es tratar de desunirla, tratar de crear unidades nacionales basadas en la diferencia con todas las demás. Eso son las patrias, unidades que postulan que son radicalmente distintas de aquella que está a 200 kilómetros más allá, y han tenido mucho éxito en eso. El nacionalismo está en uno de sus grandes momentos en general en el mundo. Pese a que los ricos de verdad saben que operan a escala global y que lo que importa es el planeta, los idiotas de siempre seguimos creyendo que lo que importa es el paisito, la cosita que pasa más o menos cerca, que habla el mismo dialecto y se pone la misma camiseta, estamos atrasados también en eso, no sé como saldremos de esa tontería.
-¿Se le ha ocurrido alguna idea para crear esa comunidad?
Pienso en lo importante que ha sido para mí, para entender la existencia de Ñamérica, la Fundación Nuevo Periodismo. Fue el primer espacio en el que sistemáticamente me empecé a encontrar con gente de todos los países de la región y empecé a entender justamente las cosas en común que teníamos, de las que muchas veces no nos dábamos cuenta. Y a partir de ahí se creó una red que ya lleva 25 años dando vueltas. Si se hicieran más iniciativas de ese tipo, en distintos sectores y a distintos niveles, se armarían más redes que irían de algún modo desarmando las trampas de las patrias, pero qué se yo, cómo saberlo.
Uno de los problemas del periodismo tiene que ver con insistir todo el tiempo en la violencia
- ¿Por qué Netflix consigue que nos interesemos por contenidos de otros países hispanohablantes y el periodismo no?
- En Netflix lo ñamericano son los narcos o los marginales o la corrupción. Ese tipo de cosas es lo que cristaliza como imagen de la región en este gran propagador de imágenes que es Netflix o son las plataformas de ese tipo. Por qué consigue una audiencia que el periodismo no, creo que básicamente porque está bien contado, porque está mejor contado. No sé si bien, pero está contado. El periodismo tiene muchos problemas y uno de esos problemas tiene que ver con insistir todo el tiempo en la violencia, que es una forma de conseguir audiencias pero que también es una forma de falsear totalmente la imagen de lo que uno está contando. En los peores lugares de América Latina, con unas tasas de homicidio de 70 personas por 100.000, aún en esos lugares hay 99.930 a los que no matan y eso no lo sabemos contar. No sabemos contar la vida, entonces creamos una imagen en que la violencia es lo único que se ve y ese es un fracaso fuerte del periodismo, me parece.
- En uno de sus artículos usted propone escribir “contra el público”.
- Habría que matizar esa expresión. Lo que planteo es escribir a favor de un público que quizás no exista, pero haciendo como si existiera. Entonces es contra el público de cuya existencia tenemos demasiadas pruebas, en esas listas de más leídos, y a favor del público que nosotros quisiéramos. Porque la única manera que tenemos para contribuir ínfimamente a que ese público alguna vez exista es trabajar para él, sin creernos que lo vamos a modelar con tres o cuatro pequeños golpes de cincel. Si hay la suficiente gente que trabaja como si ese publico existiera, va a empezar a existir un poco más.
- ¿Qué lugar de Ñamérica prefiere para hacer periodismo?
- Cualquier lugar de Ñamérica es bueno para hacer periodismo porque es un caos. Pero para eso, no lo puedo negar, lo que más me interesa es Buenos Aires.
- ¿Y para escribir?
- Esa es más complicada, porque no necesito una ciudad para escribir. Necesito más bien irme de una ciudad. Un ranchito con el lago Atitlán de fondo, el Tigre, en Buenos Aires, donde viví un tiempo. Necesito un espacio para tener tiempo y calma y concentrarme en eso.
- ¿Y para comer?
- La Ciudad de México, es puro olor a comida, no hay ciudad donde la comida esté mas imbricada en su tejido. Y la cocina mexicana me parece, con mucha diferencia, la mejor del continente.
- ¿Cómo se siente como ñamericano?
Esto requeriría la respuesta más larga de todas, tendría que hacer la historia de mi vida. Los argentinos somos en general poco ñamericanos, por razones culturales e incluso biográficas en muchos casos. Mi padre nació en Madrid y vivió allí hasta los 19 años; mis abuelos maternos, en Rusia y Polonia. La argentinidad o la latinoamericanidad es escasísima en mi caso, y no soy un caso particular. También viví muchos años en distintos lugares. Ñamérica me interesa, me da cariño, me siento parte por momentos cuando estoy en determinados lugares y en otros momentos me siento distante. Mi condición ñamericana está muy matizada por mi argentinidad, por mis destierros y por una cantidad de otros factores, pero también es lo suficientemente fuerte como para que me haya importado tratar de pensarla y de trabajar sobre eso, y que lleve muchos años mirando para ese lado.