Cuando se confirmó la cita de esta entrevista, nadie se imaginaba que la actualidad se iba a enrevesar tanto como para hacerla simbólica. Horas antes de que la conexión Barcelona-Frankfurt vía Zoom diese comienzo, en España se desató una guerra política feroz por la ley del solo sí es sí, aprobada en el Congreso el pasado 25 de agosto. El nombre hace referencia a uno de los lemas que se repitieron en las manifestaciones en apoyo a la víctima de una violación grupal en agosto de 2016. Los cinco miembros de La Manada —como ellos mismos se hacían llamar— fueron condenados a nueve años de cárcel por abusos sexuales continuados pero no por violación, para incredulidad e indignación de gran parte de la sociedad española, que se echó a la calle a protestar.
El Ministerio de Igualdad trabajó durante seis años para estructurar y sacar adelante una ley que toma como eje el consentimiento, elimina el concepto de ‘abuso’ para que todo sea ‘agresión’ y da más apoyo y protección a las víctimas, entre otros muchos puntos. Una iniciativa legislativa que irritó a muchos, los mismos que se frotaron las manos cuando este noviembre se supo que algunos presos por delitos sexuales habían conseguido rebajar sus penas aplicando la nueva normativa. La explicación presenta muchos matices, pero lo que sí está claro es que las víctimas volvieron a ser un arma arrojadiza. Aquellos que negaban que existiese la violencia de género se mostraron como los más preocupados por la protección de las mujeres, y quienes ponían en duda los testimonios de las agredidas pusieron el grito en el cielo para sorpresa de nadie.
Así que mientras Cristina Araújo Gámir (Madrid, 1980) responde a las preguntas de COOLT sobre su novela Mira a esa chica, recién publicada y ganadora del XVIII Premio Tusquets Editores, la política española escupe acusaciones y defensas sobre la mencionada ley como una metralleta. ¿Dónde está lo simbólico? Pues en que el libro está protagonizado por Miriam, una adolescente que sufre una violación grupal en un portal en una noche que sale de fiesta. Sus agresores le rompen el móvil y ella se queda en la calle incapaz de moverse para ir al hospital o tomar cualquier decisión. Después llegará el trauma del juicio, tanto legal como social, y la joven verá su caso repetido mil veces en los medios y se cuestionará constantemente a sí misma.
Aunque no se trata de un libro sobre lo ocurrido con La Manada estrictamente, es imposible no relacionarlo con él. “Es inevitable y no lo he intentado ocultar. De hecho, puse a propósito las fechas y las cosas muy obvias para remarcarlo yo antes de que lo hiciesen otros”, sostiene la autora. “En ese caso de violación había un hilo argumental y se daban muchas situaciones que me llamaron la atención y a las que quise darles mucho protagonismo. Como por ejemplo lo del detective privado que le pusieron a la víctima, que dijo que la había visto con sus amigas y que estaba bien, como para indicar que se lo había inventado todo. A Miriam también la acusan de eso”, explica Araújo.
- ¿De dónde surge este libro?
- Tenía un montón de ideas en la cabeza que, de repente, un día se combinaron. Una fue un artículo sobre las pruebas médicas a las que se tiene que enfrentar una chica después de una violación. Yo nunca me había planteado algo así porque, cuando veía una noticia sobre violación, siempre me quedaba con el trauma de la violencia y no con lo que viene después. Ese artículo me dio que pensar porque hablaba de todas las exploraciones internas ginecológicas, más las vacunas, los análisis de sangre, los antibióticos para las ETS y la medicina del VIH que se tienen que tomar las víctimas de violación. Esto último me impresionó porque tienes que estar tomándola dos meses y después tienes que ir a hacerte pruebas periódicas hasta un año después para descartar el contagio del todo.
Y luego pensé en las víctimas de los casos muy mediáticos que tienen que ver su caso comentado en los medios y en las conversaciones de la gente. Te ocurre algo así y encima tienes que pasar por eso. Reflexioné mucho sobre el después: ese camino tan duro hasta que en algún momento ya se puede pasar página, de alguna manera. Quería contar esa parte y meterme muy a fondo en las emociones.
- Se puede decir que la novela se divide en tres partes: el antes, el durante y ese después.
- Necesitaba ir al antes para que se entendiesen los motivos de la protagonista para ser así y que hubiese un arco de desarrollo. Tenía que ser un personaje de un perfil muy concreto: una chica que no fuese muy popular, que flirteara, que no tuviese un respaldo muy fuerte de la gente de su edad. Si hubiese sido una chica popular, correcta, todo el mundo la habría apoyado directamente.
Miriam, la protagonista, está en el instituto, que es una época muy dura y en la que se tiene una mentalidad muy cerrada, porque te preocupa que no te pase nada con lo que te puedan atacar. Su paso a la universidad, que la hace conocer a gente mucho más tolerante y que no la juzga, le hace darse cuenta de que hay un mundo más grande y que puede confiar en la gente que la rodea, sobre todo en las mujeres, a las que tenía tan clasificadas.
- De hecho, Mira a esa chica también se puede leer como una novela de iniciación, como el paso de la adolescencia a la edad adulta. En el caso de Miriam, de una manera horrible; pero también en el de sus amigos, de diferentes formas.
- Hay muchas cosas de las que me he dado cuenta después de haberlas escrito. Es verdad que uno de mis objetivos importantes era reflejar la personalidad de cada uno de los personajes, los diferentes grados de proximidad que les hacen tener diferentes relaciones con ella, cómo reaccionan ante la noticia frente a los demás. Todos los personajes, cuando se hiciesen mayores, podrían pensar en si estuvieron a la altura, desde la madurez y la flexibilidad.
Me ha gustado que la gente lo viese con empatía. Tenía miedo de que la gente pensase que tanto los amigos como Miriam, que también tiene lo suyo, son demasiado horribles y malos. Los elaboré mucho. De hecho, tenía tanto miedo de que se malinterpretasen que hice un libro más largo de lo que ha acabado siendo. Lo recorté porque desde la editorial y la agencia me dijeron que no hacía falta explicarlos o justificarlos tanto.
- ¿Cómo fue volver a la época del instituto para construir a los personajes?
- Me acuerdo muy bien de aquella época. Me encanta porque es súper intensa y aunque quizá no fuese tan buena, todo es un descubrimiento. Esa sensación de tenerlo todo por delante y poder equivocarte muchas veces. Es lo que pasa en el libro, se equivocan pero aún pueden enmendarlo y redirigir sus vidas. He intentado ser bastante humilde y sincera con cosas que se me pasaban a mí por la cabeza en aquellos años y que sé que no eran correctas, aunque me diese un poco de miedo recordarlas.
- Teniendo en cuenta el tema, ¿fue muy duro el proceso de documentación?
- Sí, sobre todo las transcripciones que leí de los juicios. Muchas eran de los de La Manada, pero también de otros juicios de chicas que habían sido violadas por una sola persona. Y también de las experiencias que ellas contaron de lo que pasó después de la violación. Una chica comentó algo que le pasa a Miriam con Lukas, uno de sus mejores amigos: le dijo que no quería volver a quedar con ella a solas por si un día le acusaba de violación. Quise combinar todo lo que podría haber pasado. Con todos esos juicios hice como un esqueleto y luego fui cambiando cosas en función a la historia del libro.
- Miriam habla en segunda persona, es algo muy llamativo.
- A mí la segunda persona e incluso el presente, que ahora se usa mucho, me echaban para atrás en las novelas. Pero había leído libros en segunda persona, Luces de neón de Jay McInerney y algunos relatos de Lorrie Moore, en los que me gustó bastante el efecto. Me daba la sensación de que estaban escritos en primera persona y me llamó la atención. Había pasado tiempo desde que los había leído, pero cuando se me juntaron todas las ideas y me puse a escribir en un cuaderno, me salió la segunda persona de manera automática, así que seguí. Me di cuenta de que con esa voz podía narrar algunos sentimientos y algunas cosas que le pasaban a ella por la cabeza de una manera en la que parecía que se estaba juzgando a sí misma todo el rato. Con la primera persona no me sonaba tan fluido. Y también me sirvió para el tema de la disociación, me parecía que hacía un efecto muy bueno y muy simbólico. Fue bastante natural.
- ¿Le preocupa que la víctima de La Manada vea de nuevo su caso en el libro después de tantas cosas? Se han hecho obras de teatro e incluso un tour —que resultó ser falso pero recibió una denuncia— por los lugares donde sucedieron los hechos.
- Sí, sí, claro que lo pienso. De hecho, hay una parte del libro en la que lo menciono, cuando Miriam piensa “tú les inspiras, se van a hacer obras de teatro, la gente te va a mencionar en las tesis”.
Esa violación fue un hecho muy impactante, y lo mismo que hubo cosas sobre el 11-M, sobre las guerras y seguramente del covid vaya a haber un boom dentro de algunos años, se han hecho cosas sobre esto. Pero yo no quería hablar del hecho en sí, sino que quería que ‘el después’ fuese más visible para la gente que no se plantea esas cosas.
- Vive en Alemania ¿cómo se percibe allí la violencia sexual?
- No sé ni números ni estadísticas, pero yo en Madrid tenía más miedo que aquí. También es verdad que en Frankfurt te dejas las cosas por ahí y nadie te las roba, así que ese sentimiento se refleja en todo lo demás. Me acuerdo de una anécdota que está un poco relacionada con esta sensación: una vez apareció una mujer muerta en un parque y, por supuesto, los españoles estábamos muertos de miedo pensando que la habían asesinado [risas]. Y los alemanes ni siquiera se plantearon un momento que fuese una agresión, todos decían “pero qué la van a asesinar, le habrá dado un infarto”, que es lo que había pasado.
- Con su ópera prima ha ganado el Premio Tusquets Editores ¿Tenía expectativas?
- Ni de coña. No me lo esperaba para nada, y tampoco que las críticas iban a ser tan guays. Yo me esfuerzo muchísimo en el estilo y pensé que me iba a llevar mis bofetadas en ese sentido, pero no. Un día vi el libro debajo de las gafas de mi madre, que se lo estaba leyendo, y no me podía creer que lo hubiese escrito yo.
Sí que me imaginaba publicar algún día, aunque fuese en una editorial mediana, porque me puse mucha disciplina. Sobre todo desde que tuve agencia. Antes me daban muchos bajones y dejaba aparcada la escritura.
- ¿Está trabajando ya en algo nuevo?
- Tengo más ideas pensadas, no es la primera novela que escribo aunque sea la primera que publico. Había escrito otras que eran más crudas y bastas, no estaban tan cuidadas, también es que yo era mucho más joven. Así que estaba trabajando ya en una de esas ideas cuando se anunció lo del premio. Me puse nerviosísima, empezaron los viajes a España para las entrevistas y la promoción además de los viajes que tengo que hacer por mi trabajo, así que tengo muchas distracciones.
Mira a esa chica lo escribí durante la pandemia y echo de menos la rutina de escribir. Me da rabia no poder dedicar todo mi tiempo a ello, porque es lo que realmente me apetece hacer. Además, esta historia es la que más ganas tengo de escribir, aunque todo el mundo me asusta diciendo que el segundo libro es el más difícil. A ver qué pasa.