Una periodista le extiende el micrófono a una señora con un carrito de la compra: “¿Puede decirme algo sobre la sexualidad femenina?”, pregunta. “Mire, yo de eso no entiendo mucho. Tendría que preguntarle a mi marido...”. Antes de que Rebecca Solnit describiera en su libro cómo los hombres explican cosas a las mujeres, Núria Pompeia sabía, dibujaba y denunciaba que los hombres, sencillamente, explicaban a las mujeres, hablaban por ellas, como si no existieran. Punto.
Otra viñeta y otra escena. Sentados en un sofá, un hombre alecciona a una mujer con pinta de aburrirse: “Después de tantos siglos de sumisión y esclavitud, la mujer ha llegado a la mayoría de edad. Las reivindicaciones que pide no sólo me parecen justas y atinadas desde el punto de vista de la mujer... ¡Ah!, mi mujer”, exclama al ver a su esposa, que entra en la escena. Entonces él se levanta y...: “¿Dónde demonios has estado metida para llegar a casa a estas horas?”. Sucede delante de Palmira, un personaje creado por la propia Pompeia y cuyas columnas gráficas en la revista Triunfo firmaban ella y Manolo V.(ázquez Montalbán) en los setenta.
“En vista de lo cual ¡mujercitas del mundo entero, uníoooooos!”. Esa viñeta, también de la misma autora —cierra su libro Mujercitas—, da título a la muestra que hasta principios de junio se puede ver en la Biblioteca del Museo Reina Sofía de Madrid. Una exposición que reúne las obras y los nombres de una serie de autoras de cómic adulto que abrieron un panorama de gran diversidad estilística y narrativa en España desde finales de la década de los sesenta hasta mediados de los noventa. Quizá no suenen los nombres de Rosa Lleida, Sara Presutto, Montse Clavé, Isa Feu, Mariel Soria, Marika Vila o la propia Núria Pompeia, pero sus reivindicaciones sí; son presente continuo y ese es su triunfo.
Reivindicación, denuncia y meme
La llegada a los quioscos del trabajo de estas pioneras estuvo precedida de no pocas dificultades. Entre ellas, había que atraer a un público femenino que había desechado los cómics debido a sus antecedentes sexistas. Había también que reapropiarse de unos personajes femeninos cuyas voces y cuerpos eran representados desde una perspectiva masculina y patriarcal. Se daba la circunstancia de que algunas de estas autoras habían comenzado su carrera en el ámbito del tebeo para niñas, pero pivotaron y pronto buscaron desarrollar sus historietas al margen de los cánones sexistas. Fruto de todo ello, una producción de viñetas de actitud combativa, con historias rebosantes de reivindicación feminista y denuncia sociopolítica de una actualidad que impresiona.
Con un Albert Einstein a los fogones, a ver si daba con el punto justo del pavo, en la portada de la revista Vindicación feminista, en diciembre de 1977, se leía: “¿Por qué no ha habido mujeres genio?”. Firmaba el tema Montserrat Roig, la escritora y periodista que ya hace más de 40 años analizaba la dificultad de las mujeres para desarrollar su potencial intelectual frente a los hombres y lo relacionaba con las cargas sociales y familiares. Roig criticaba la pervivencia de tradiciones y estereotipos que situaban al hombre en el centro de las actividades intelectuales, relegando a mujer a otros ámbitos: “la cocina y el dormitorio”, como denunciaba la actriz Susi Sánchez en la última ceremonia de los premios Goya. El diálogo con el presente es llamativo. Y no es el único ejemplo. En ese mismo año, Montserrat Clavé ilustraba la doble jornada con una página así titulada, en la que una mujer realizaba todas las tareas del hogar y se ocupaba de los niños al son de las reflexiones en voz alta de su marido sobre la falta de solidaridad, el egoísmo, ese ir cada uno a lo suyo tannnn dañino…
Marika Vila denunciaba las agresiones sexuales con la tira … y en la noche una mujer …y en el día una mujer. La obra se explica por sí misma con solo transcribir el texto de las dos últimas viñetas: “...y cada día una mujer es violada por un extraño”, se lee sobre fondo blanco; y sobre fondo negro, “...cada noche una mujer es violada con la legalidad del matrimonio”.
En el polo opuesto por el tono, un año después, Sal común salía con una fantasía de portada que inventaba el meme antes del meme. “Qué hace un Miguel Bosé como tú en una revista como esta”, se leía junto a un retrato del cantante. Completaba la fantasía el anuncio de una entrevista con Herbert Marcuse y, en la parte inferior, el dibujo de una pareja ilustrando el rótulo: “Cómo hacer el amor con el tío debajo”. Colaboradora de esta publicación, la argentina Mariel Soria Miranda publicaba aquí junto con Andreu Martín la serie nacida originariamente con el nombre Bruc-2 y que posteriormente pasaría a las páginas del semanario El Jueves.
Los ochenta eran suyos
Iniciando una senda que hoy día se sigue transitando, en los ochenta, y mientras las autoras mencionadas seguían en activo, apareció una nueva generación que supo aprovechar la veda abierta por sus predecesoras. Entre ellas están Marta Guerrero, Pilar Herrero Bendicho, Ana Juan, Mamen la del Cafó (Carmen Santos Castilla), Victoria Martos, Ana Miralles, Roser Oduber y Laura Pérez Vernetti.
Esta nueva generación se caracterizó por un giro hacia lo lúdico y lo festivo. Aunque la defensa de la libertad de la mujer y el tratamiento de la sexualidad sin tapujos seguiría ocupando un lugar central, estas creaciones tienen, por lo general, un carácter más hedonista. La formación de muchas de estas autoras permitió que sus obras tuvieran una estética más libre y experimental, mientras que desde lo narrativo abordaron temas e inquietudes personales. Sus aportaciones se enmarcan fuera del underground, pues la mayoría de sus trabajos aparecieron en revistas de editoriales especializadas tales como El Víbora, Medios revueltos, Rambla... En esta última, en 1983, se publicó, por ejemplo, un delicadísimo y pionero trabajo de Ana Miralles titulado Suicidios.
En otras ocasiones, las artistas tomaban parte en publicaciones editadas por organismos públicos, como fue el caso de Madriz, cuyas páginas acogieron cómics de Victoria Martos, Asun Balzola o la propia Ana Juan, que en 2010 ganó el Premio Nacional de Ilustración. Obras suyas publicadas en esa mítica revista, en la prodigiosa década de los ochenta, como No quisiera estar en mis zapatos o Ese oscuro encanto de la licantropía, están presentes en la muestra del Museo Reina Sofía.
Aquellos polvos, estos brillos
A finales de los ochenta, el cómic español sufrió las consecuencias de la fuerte crisis que afrontaba el propio sector editorial. A esta se sumaron los efectos de una fuerte recesión económica y todo ello mientras se consolidaban nuevas formas de ocio. Esta coyuntura llevó al cierre de numerosas cabeceras y la migración hacia otras profesiones. Tal panorama desolador no impidió que a principios de la década de los noventa cerraran el círculo —y el ámbito de la exposición— dos álbumes de autoría colectiva y de mensaje combativo en los que se volvían a denunciar los problemas de la mujer. Estas publicaciones fueron Los derechos de la mujer (1992) y Cambio el polvo por el brillo (1993), cuya aparición no supuso ningún éxito comercial, pero contribuyó a implantar una semilla que años después eclosionaría en el desarrollo de diferentes movimientos críticos impulsados desde la ilustración como, por ejemplo, la plataforma Wombastic (2014) o en el aumento del número de autoras que triunfan en el cómic y la novela gráfica actual.
¡Mujercitas del mundo entero, uníos! Autoras de cómic adulto (1967-1993) contribuye así a la difusión del trabajo de todas estas viñetistas, destacando la labor que desarrollaron como guionistas o ilustradoras en importantes publicaciones de las últimas décadas del siglo XX. Mujeres que, con su trabajo, allanaron el camino a autoras que hoy, gracias a transitar aquellos caminos áridos llenos de piedras y polvo, pueden lanzar sus mensajes con libertad y obtener gracias a ellos su reconocimiento y su brillo.