En un periódico tradicional descubrió que quería contar historias amables y contarlas de otra manera. En la revista Etiqueta negra se convirtió, lo dice todo el tiempo, en la cronista que es ahora. Aspiraba a contar lo bonito y sus dos primeros libros, Lama (Turbina, 2017) y Volcánica (Debate, 2019), acabaron siendo el relato de dos tragedias. Necesito saber hoy de tu vida (Anagrama, 2023) es, por fin, su primer “libro feliz”.
Este es el álbum de los retratos que coleccionó en sus años de lusofonía, los perfiles que escribió en Portugal y Brasil. Con maestría en el periodismo literario, Duque muestra la ternura debajo de Cristiano Ronaldo, cuenta Lisboa a través de Fernando Pessoa e inmortaliza un mundo en desaparición con su fino texto sobre el arquetipo del camarero lisboeta. Ver dibujos con su hijo la llevó a conocer a Celia Catunda, pionera de la animación infantil. El canto que hace a Roberto Carlos casi se puede oír. Eusébio, icono del fútbol portugués al que vio comer tantos días, se murió antes de que lo entrevistara.
Hace 15 años que Sabrina Duque (Ecuador, 1979) no vive en su país. Le gusta la “mirada nueva” y la “falta de pudor para preguntar” que otorga el saber que no se sabe sobre un lugar. Ahora vive con su marido y su hijo en Atlanta (EEUU), donde ha vuelto a la estabilidad en un medio con The New York Times. Durante años sostuvo su carrera como periodista freelance y escritora gracias a su trabajo de traductora. Su no ficción también busca ser un puente entre el mundo que habla portugués y el universo que sueña en español.
- ¿Cómo llega, finalmente, este “primer libro feliz”?
- Yo siempre dediqué mi no ficción a estos temas más amables, más de curiosidad y descubrimiento. Creo que como periodistas cubrimos las tragedias, y siento que se nos va la mano de ese lado. No reportamos nada de lo bonito, de lo curioso, yo quería siempre contar esas historias. Y lo hice durante los años que estuve en Portugal y en Brasil. Sabía que quería recopilarlas algún día.
- Pero otras historias, duras y urgentes, se adelantaron.
- Sí, cuando estaba en Brasil ocurrió algo y terminé publicando mi primer libro, Lama, que es sobre una gran tragedia minera. Y después nos mudamos a Nicaragua, donde empecé a escribir un libro que terminó siendo otra cosa por el estallido de 2018.
- Volcánica era en principio un proyecto de la beca de crónica viajera Michael Jacobs.
- Sí, y estaba enfocado sólo en el tema de la relación de los nicaragüenses con sus volcanes. Era un tema que escapaba de la política a propósito. Cuando estaba terminándolo ocurrió lo de 2018 y entonces el libro que tenía no era el que iba a publicar, obviamente. El país se convierte en la metáfora.
- ¿Cómo viviste contar la tragedia nicaragüense?
- Fue emocionalmente desgastante. De pronto personas que tú conoces terminan en la cárcel, nunca más las vuelves a ver, tienen que escapar. Las familias se separan de un momento a otro porque el Gobierno los quiere agarrar.
- La viste cambiar en primera línea.
- Estuvimos cinco años. Nosotros llegamos cuando era el país idílico de América Central, el país más seguro. En el 2018 fue la revolución, con toda la violencia, y a partir del 2019 la represión y el terror, y cada año peor.
- Tuviste que salir del país antes de terminarlo.
- Hice un año de reportería del libro original. En junio tuve que salir del país con mi hijo Bruno. Todo estaba muy violento. Mataron a una brasileña al salir del hospital donde estudiaba Medicina, ya no podías siquiera andar por la calle sin que una bala perdida te pudiera alcanzar. Así que mi esposo, que es diplomático brasileño, dijo que nosotros nos íbamos. Fuimos la última familia de diplomáticos en salir, mucha gente se había ido hacía meses.
- Ya en Estados Unidos, llegó después la hora de tu libro feliz.
- Recuperé todas estas historias que había publicado en Etiqueta negra y en otras revistas, y me puse a pensar qué es lo que une a esta gente: que es como testaruda, tenaz, constante, inconformista. Y por ahí lo fui armando. Estoy muy contenta porque este libro es más la cara de lo que yo he sido, de lo que yo escribo, aunque amo mis otros libros.
- ¿Hay alguna parte inédita de los perfiles en el libro?
- Algunos textos cambiaron mucho. Por ejemplo, el de Celia Catunda había sido publicado antes de que la voz de las mujeres se reivindicara con tanta fuerza. Todos los perfiles los edité, porque algunos eran de 2012, como el Cristiano Ronaldo, y las cosas cambian. Hice un trabajo de atemporización, para que no envejecieran las crónicas después de la publicación del libro.
- ¿Cómo hiciste para fijar el marco?
- Este libro es el corte de los años que viví en portugués, entonces no quería poner nada más. Quería tomar la instantánea de esa época que fueron los cuatro años en Portugal y los dos en Brasil. Estos textos son los que más me gustaron de las cosas que escribí durante seis años.
- ¿Cómo ha sido contar ese mundo tan cercano pero a la vez desconocido?
- Me pareció interesantísimo, algo así como una misión de vida: voy a ser el puente. Brasil es un país muy cerrado. Piensa que se comunica con sus vecinos, pero en realidad toda su cultura es hacia dentro. Consume poco de fuera, quizás de Estados Unidos y minoritariamente de Argentina. De Portugal tampoco sabemos apenas en los países hispanohablantes de América Latina. Incluso entre Portugal y Brasil tienen problemas de comunicación tremendos. Realmente disfruté muchísimo haciendo esto, porque sentí que estaba presentando a dos amigos muy queridos que tenían muchas cosas en común, pero que en realidad nunca habían coincidido o querido coincidir.
- ¿Te planteaste en la revisión que sólo hay un perfil de una mujer?
- Sí, me molesta solamente haber escrito el de Celia Catunda, pero son los temas que yo trabajé y pensé en ese momento. Escribí otro texto sobre mujeres, pero no está incluido aquí porque no es un perfil de una persona o personaje, sino el retrato de una sociedad: de las mujeres de más de 50 años de Río de Janeiro, muy diferentes al prototipo de la abuela latinoamericana que yo había conocido.
- ¿Por qué decidiste incorporar un texto que no tiene nombres ni apellidos? El del camarero portugués.
- El camarero de Lisboa me gusta mucho como arquetipo. Es un perfil en el que hablo de muchísima gente, es como contener una multitud en esa pequeña historia. Es un texto que retrata un espíritu y una época. Todavía en algunos restaurantes lisboetas el camarero te da una bronca si no terminas la gran cantidad de comida que te sirvió.
- ¿Quien te descubrió con Volcánica te reconocerá en estos textos anteriores?
- Volcánica ya es la voz que soy ahora, mientras que en los perfiles de este libro todavía estaba encontrando mi voz. Siento que hay algunas diferencias de estilo. Pero con estas historias de no ficción me convertí en la escritora que soy ahora y mi escritura de ahora es lo que se lee en Volcánica. Tengo mis obsesiones: me gusta meter la cultura pop en la mitad de alguna cosa de historia contemporánea, y soy muy nerd de la historia.
- ¿Te has planteado escribir ficción?
- Hice un curso de ficción, tengo unos cuentos no publicados. Pero no siento esa necesidad porque creo que la no ficción es literatura, necesitas un manejo del lenguaje.
- ¿Cómo se sostiene la vida de cronista y escritora independiente?
- Yo pasé de ser periodista asalariada a ser una freelance que no tenía ni idea de cuánto iba a ganar en cada mes. Fue un momento bien difícil porque, si bien mi marido me ofreció su apoyo como compañero, me parecía tremendo no tener un ingreso después de haberme ganado mi cheque desde los 18 años. Estuve un tiempo así y luego me pasé al tema académico, de la traducción y la interpretación. Así conseguí tener una vida súper cómoda, porque un intérprete también es un freelance, pero uno al que le pagan bien.
- ¿Recomiendas esa fórmula?
- Hay que tener siempre algo así más, digamos, burocrático que te permita tener una estabilidad. No hay heroísmos ni poetas trágicos. Hay que conseguirse algo que sea seguro y, a partir de eso, ir escribiendo e ir alimentando tu pasión. Uno tiene que cuidar primero de la vida y la salud mental, y luego pensar en las pasiones.
- ¿Te gustaría también hacer no ficción sobre tu país, Ecuador?
- Allí fui reportera, así que sí conté el país pero justamente de ahí, de esas primeras experiencias, saqué el gusto por contar estas otras historias. Nunca pude dedicarle a ninguno de los textos en el periódico el tiempo que le puse a los que hice después en las revistas. Yo digo que soy una cronista peruana porque fui criada en Etiqueta negra. En Ecuador tenía todas las herramientas de reportería, pero no tenía el talento de detenerme, respirar y sentarme a pensar sobre lo que quería contar. Ese tipo de reflexión es un lujo.
- ¿Te sientes cómoda en el papel de quien mira un mundo ajeno?
- Me encanta ser extranjera por eso. Tienes la mirada absolutamente ingenua y no tienes ningún tipo de pudor para hacer preguntas porque sabes que no sabes. Me fui de Ecuador hace 15 de años, así que creo que si escribiera una historia allá ahora sí tendría distancia, la capacidad de maravillarme de cosas que antes no me maravillarían.
- ¿En qué estás trabajando en este momento?
- Estoy escribiendo una historia de no ficción que empecé a reportear cuando vivía en Nicaragua. Tiene una parte allí y otra en otro país. Es una historia complicada de contar y estoy en proceso de descubrir por dónde voy a entrar.
- Tuviste un paréntesis de publicación entre Volcánica y este último libro.
- Estuve escribiendo mi tesis de doctorado, eso explica por qué no he publicado nada en todo este tiempo. Mi maestría y doctorado son en traducción, y estudio la figura de una escritora muy famosa de finales del XIX y principios del XX en Brasil, Júlia Lopes. He traducido sus novelas y cuento cómo fue su vida, es una mujer extraordinaria. Fue la primera mujer escritora brasileña reconocida por la crítica y el público.