Libros

Sara Gallardo volvió para no irse

La obra de la escritora argentina fue olvidada tras su muerte. Tras múltiples reediciones, ahora es parte indiscutible del canon literario.

La escritora argentina Sara Gallardo. ARCHIVO

En 1977, Sara Gallardo contaba con 45 años cuando visitó Buenos Aires para dar una serie de entrevistas. La autora argentina llevaba algún tiempo viviendo en las Sierras de Córdoba, apartada del ruido de la capital, y había acudido a la ciudad para presentar El país del humo, uno de los últimos libros que publicaría en vida. Una de esas entrevistas promocionales la concedió a la mítica revista sobre belleza y estilo de vida Para ti. El periodista Daniel Pliner aprovechó un momento de la conversación para formularle a Gallardo una pregunta seca y directa: “¿Qué ha hecho usted con su vida?”. Ella contestó: “Por lo visto ha sido un camino que ha tendido a combatir el aislamiento esencial de mi persona. Tenía vocación intelectual y elegí tener cuatro hijos. Elegí jugarme mucho en el amor. He librado una batalla permanente, lenta pero implacable, para abatir al personaje que de chica sólo conocía héroes y mártires”.

Esa respuesta condensa bien el recorrido personal y profesional de Sara Gallardo (Buenos Aires, 1931-1988), una escritora que de un tiempo a esta parte vive un redescubrimiento editorial a ambas orillas del Atlántico.

Autora de cinco novelas, un libro de relatos, literatura infantil y colaboradora en revistas como Confirmado y periódicos como La Nación, Gallardo cayó en el olvido tras su muerte, pero con el inicio del nuevo siglo el interés por su literatura volvió. Fue el escritor Ricardo Piglia quien la colocó de nuevo en el mapa. En 2001, Piglia incluyó Eisejuaz, la novela más ambiciosa de Gallardo, en una antología de textos clásicos de la literatura argentina organizada por el diario Clarín. Después, en 2004, Leopoldo Brizuela, uno de los mayores especialistas en la obra de la escritora, editó su narrativa breve completa en el sello Emecé. Puede decirse que aquellos fueron los dos primeros pasos en un camino que aún estamos recorriendo hoy. Gracias a ambas publicaciones, la obra de Gallardo comenzó a llamar la atención de las editoriales, de los escritores y escritoras del momento y, más tarde, del público general.

“El hiato que sufrió su obra fue brevísimo, y de hecho funcionó más bien como un descanso que fortaleció mucho el interés por su trabajo”, cuenta a COOLT la escritora argentina Valeria Tentoni. “Me parece una pausa casi natural. Después de la muerte de quien ha escrito, suele haber un periodo de ordenamiento en el que se escalonan las reediciones, las publicaciones de inéditos, etcétera”.

Cuando “la Seria” no dormía por las noches

La estirpe de Sara Gallardo es bien conocida. Por el flanco de su madre era tataranieta del presidente argentino Bartolomé Mitre y bisnieta del escritor Miguel Cané, mientras que por el lado paterno fue nieta del célebre naturalista y político Ángel Gallardo. Apodada “la Seria” por su bisabuela, desde niña fue alta y espigada, de aspecto frágil, boca grande y dientes prominentes. Debido a sus problemas de asma, que se recrudecían durante las noches, la joven Sara pasaba horas y horas leyendo en la cama, mientras el resto de la familia dormía. Devoraba lo que encontraba en la biblioteca del hogar: Dickens, Melville, vidas de santos e historias de la patria argentina, esa que precisamente habían fundado sus antepasados.

Su primera novela fue Enero, publicada en 1958, cuando la autora contaba con 27 años. Gallardo la escribió cuando aún vivía en casa de sus padres y compartía habitación con su hermana Marta. Como casi toda su producción, Enero es una novela ambientada en el campo argentino. “Si bien Gallardo no idealiza el campo, sí que lo observa con una gran fascinación, más parecida al amor que al desprecio. En sus libros, el campo no es solamente un paisaje, sino también un escenario de clase”, dice Valeria Tentoni. La protagonista de Enero es Nefer, una joven que se ha quedado embarazada contra su voluntad (posiblemente tras una violación, aunque esto no queda del todo claro). Nefer es incapaz de darle un nombre muchas de las cosas que siente, pero lo que sí alcanzamos a saber es que la vergüenza, la culpa y la angustia la consumen. Por eso busca soluciones con las que acabar con ese “hongo negro” que crece en su interior. La joven cabalga y cabalga por la pampa argentina anhelando que los movimientos bruscos del animal hagan realidad aquello que más desea. También visita a una abortera de nombre Borges, pero finalmente no se atreve a ponerse en sus manos.

Tras su debut literario, vinieron Pantalones azules (1963) —una novela de la que ella nunca estuvo demasiado orgullosa— y Los galgos, los galgos (1968). Esta última obra recibió premios y fue bien acogida por la crítica y el público, lo que le otorgó a Gallardo cierto nombre y reconocimiento.

* * * *

En alguna ocasión Sara Gallardo confesó que le aterraba tener que conversar con intelectuales. Por esa razón siempre prefirió presentarse ante los demás como periodista, no como escritora. No mentía: su oficio era el periodismo, era este el trabajo que la mantenía. Y periodista fue también su primer marido, Luis Pico Estrada. Con él, Gallardo tuvo tres hijos: Delfina, que falleció al mes y medio de vida, Paula y Agustín.

Durante la década de los sesenta, Gallardo colaboró, sobre todo, en la revista Confirmado. Allí publicaba cada semana una columna firmada y una página sobre moda sin rubricar. Acompañando a las columnas aparecía su fotografía. En la imagen, Gallardo daba aires de mujer elegante, bella, refinada, tal vez algo frívola. Nada que ver con lo que leemos en sus novelas y relatos.

Ese trabajo periodístico está recopilado en dos libros, Macaneos (2016) y Los oficios (2018), gracias a la labor de Lucía de Leone, investigadora del Conicet y una de las mayores expertas en la autora. 

Agua que corre hacia muchos lugares

La segunda mitad de la década de los sesenta fue, posiblemente, la época más feliz de la vida de Sara Gallardo. En aquel tiempo escribía con regularidad en Confirmado, vivía en Buenos Aires con sus hijos y mantenía una relación con el ensayista y poeta Héctor A. Murena. Tras separarse de Luis Pico Estrada, Gallardo contrajo matrimonio con este escritor porteño que, entre muchas otras cosas,  fue el primer traductor al español de la obra de Walter Benjamin. Los dos tuvieron un hijo en común, Sebastián.

Lo de la felicidad de estos años no es una conjetura. Paula Pico Estrada, hija de la escritora, ha contado que Los galgos, los galgos es una novela que a su madre nunca le convenció demasiado, a pesar de los premios y elogios. El motivo: creía que la había escrito durante un periodo de su vida demasiado feliz.

A finales de esa década de los sesenta, Gallardo comenzó a trabajar en Eisejuaz, su libro más reconocido hoy.  Y también el más experimental. Eisejuaz es una novela insólita en la literatura argentina y en la propia producción de la autora. La idea para escribirlo salió de una columna que Gallardo publicó en Confirmado en junio de 1968. En aquel artículo, Gallardo cedió la voz y el protagonismo a Lisandro Vega, un indio mataco que ella había conocido durante una visita a Embarcación, una pequeña localidad de la provincia de Salta, en el noroeste de Argentina. “Hoy, miércoles 27, esta página pertenece, porque se lo prometí, a Lisandro Vega, mataco, treinta y seis años, encargado de sus compatriotas en el campo de la misión noruega que rige el pastor Pedersen”, escribiría la autora.

Ese encuentro con Lisandro Vega le brindó a Gallardo la idea para escribir Eisejuaz. En la novela, publicada en 1971, Lisandro Vega —también llamado Eisejuaz, o Este También, o Agua que Corre— vive a caballo entre dos mundos: entre el monte y la ciudad, entre lo rural y lo urbano, entre lo pagano y lo cristiano. Eisejuaz observa cómo un mundo desaparece —el de sus antepasados— mientras otro muy distinto recién se instaura, y por eso actúa de un modo alucinado, psicótico, como si no llegara a comprender muy bien lo que sucede a su alrededor y dentro de sí mismo. Eisejuaz se cree habitado por una divinidad pagana, aunque al mismo tiempo trata de comportarse como un buen cristiano. Por este último motivo cuida con insana devoción a El Paqui, un hombre moribundo (y blanco) que Vega rescata y cuida y da cobijo una y otra vez.

Para expresar las dudas de Eisejuaz, para expresar su situación de desconcierto, Gallardo confecciona una lengua extraña e indefinible. Por ejemplo, durante un pasaje de la novela, Gallardo escribe: “Vi la voz del Señor pintada y saltando en todos los lugares, brillando y siempre tapada, cantando y siempre callada […] Y vi a ése de quien soy el cuerpo, Agua Que Corre, esperando mi cumplimiento para quedar libre y para brillar. Y vi a Eisejuaz, Éste también, el comprado por el Señor, que empezaba el último tramo de su camino”.

En conversación con COOLT, la escritora argentina Marina Closs cuenta que cuando hojeó por primera vez las páginas de Eisejuaz, en una de esas librerías de saldo que abundan en la calle Corrientes de Buenos Aires, ella misma se asustó con su propio entusiasmo. Tiempo después, cuando por fin compró el libro, lo leyó entero muchas veces. “Lo que a mí me sorprendió particularmente de Eisejuaz es que su vínculo con el mundo mataco no iba tanto por el lado del pasado, la tierra, lo mágico (que es la conexión típica). Más bien, es un mundo vivo, luchando por sobrevivir en otro mundo vivo, mucho más fuerte, más definido, y que le resulta por definición hostil y extraño. Ese mundo que es Eisejuaz, no sé con qué derecho, pero a mí me pareció cercano. Porque es un mundo emparchado, a medias destruido, a medias reacomodado. No tan distinto del nuestro (o del mío). Un mundo levantado a medias, para mí esa fue la revelación: que de un mundo así también puede salir una gran novela”, dice.

* * * *

Tras unos años de inestabilidad emocional y serios problemas de alcoholismo, en 1975 falleció Héctor Murena. La muerte de su compañero sumió a Gallardo en una profunda crisis personal —bueno es recordar ahora aquella respuesta a la pregunta del periodista: “Elegí jugarme mucho en el amor”, decía la escritora—. Gallardo abandonó Buenos Aires porque todo en la ciudad le recordaba a su difunto esposo. Entonces se instaló en La Cumbre, Córdoba, en la casa del escritor Manuel Mujica Lainez.

Gallardo vivió allí, en las montañas cordobesas, junto a sus hijos, entre 1976 y 1977. En ese tiempo aprendió a cocinar, a lavar, a planchar. Observado con la perspectiva del tiempo, parece como si Gallardo se estuviera preparando para lo que vendría después. En 1977 publicó El país del humo, una colección de cuentos que había escrito antes de la muerte de Murena. El último relato del libro —inmensamente bello y poético— lleva por nombre Un solitario y está inspirado en su pareja, tan singular y quizá por eso tan fascinante.

En 1978, Gallardo cumplió un deseo de juventud: vivir en Europa. Junto a dos de sus hijos y una galga, la primera parada fue Barcelona. En la ciudad española Gallardo escribió su última novela, La rosa en el viento (1979). Luego vendrían estancias en Roma y Suiza, donde por fin se asienta. Durante la década de los ochenta, la autora se ganaría la vida escribiendo columnas y notas para La Nación. Salvo un libro de literatura infantil, no publicaría más novelas ni relatos.

Gallardo falleció en 1988, en Buenos Aires, mientras estaba de visita exprés en la ciudad para encontrarse con su familia. Su muerte fue accidental, un imprevisto: uno de esos ataques de asma que sufría desde niña le sobrevino sin la medicación a mano. Apenas tenía 56 años.

Y al final, la recuperación

Tras su muerte, sus obras y su figura quedaron relegadas a un segundo o incluso un tercer plano. La omisión generalizada duró más de una década, pero nada más comenzar el nuevo siglo tuvo lugar la restauración. Primero, Piglia; luego, Leopoldo Brizuela; después, Lucía de Leone. Desde entonces, las reediciones en las editoriales argentinas no han cesado. La editorial Fiordo ha publicado Enero, Pantalones azules, La rosa en el viento y Los galgos, los galgos; mientras que el sello El Cuenco de Plata ha hecho lo mismo con Eisejuaz y El país del humo.

Fuera de Argentina, la pequeña editorial boliviana Dum Dum, un proyecto de la escritora Liliana Colanzi, escogió Eisejuaz para iniciar su andadura editorial, allá por 2017. En España, fue la joven editorial Malas Tierras quien decidió apostar por la literatura de Gallardo. Hasta la fecha, este sello ha publicado cuatro de sus obras, seguramente las más importantes (Enero, Eisejuaz, Los galgos y El país del humo).

Guillermo Pérez, uno de los fundadores de la editorial española, cuenta que lo que más le llamó la atención de Gallardo cuando la leyó por primera vez fue su “potente” prosa. “Más allá del contenido, nos interesó la forma. Lo primero que leímos fue Enero, un libro que, para ser una primera novela, nos pareció muy maduro. Luego leyendo las siguientes obras vimos cómo esa madurez iba a más. Hablo de madurez en el sentido de que ella nunca se quedaba estancada, siempre buscaba algo diferente en cada novela”, dice.

La obra de Gallardo también ha encontrado acomodo en otras lenguas, más allá del español. Eisejuaz, una novela muy complicada de trasladar a otros idiomas por el lenguaje que emplea la autora, se ha publicado en alemán y en portugués brasileño. Además, en 2021 el Ministerio de Cultura argentino lanzó un Premio Nacional de Novela con el nombre de la escritora. El galardón se otorga únicamente a mujeres y tiene una dotación de 600.000 pesos.

¿Por qué el interés en Sara Gallardo no deja de crecer durante los últimos años? ¿Qué tiene su literatura que interpele tanto al presente? Quizá es la prosa tan rabiosamente bella y extraña de Gallardo lo que nos atrae tanto. Quizá es ese empeño de la autora en huir de las etiquetas y las categorías. O quizá tiene más que ver con que ciertas preocupaciones actuales casualmente —o tal vez no tan casualmente— coinciden con lo que le inquietaba y obsesionaba a la autora 60 años atrás. El caso de Enero se revela, en este punto, como paradigmático. La novela, escrita durante la década de los cincuenta del siglo pasado, se leyó con fervor en Argentina entre 2018 y 2020, mientras en las calles y el Congreso del país se debatía en torno a una nueva ley del aborto.

Sea como sea, hay algo de lo que ya es imposible dudar: hace tiempo que Sara Gallardo forma parte del canon de la literatura argentina. Marina Closs condensa bien esta idea: “A veces me parece que Eisejuaz es el único clásico argentino en mucho tiempo, no sé desde cuándo, pero quizá hasta ahora”.

Periodista. Ha escrito para medios como Colofón Revista Literaria, Perfiles o Viajar, entre otros.