En un año en el que hasta muchos urbanitas de raza han tenido momentos en los que han fantaseado con irse a vivir al campo y han sentido la llamada de la naturaleza como nunca antes lo habían hecho, es normal que las estanterías de las librerías también se hayan llenado de libros que hablan de ese espacio de fuera de la ciudad, de la conexión con el entorno natural y de todo lo que nos perdemos al vivir dándole la espalda.
Si pensamos en libros en los que la naturaleza tiene una presencia muy intensa, especialmente en el mundo del ensayo, la tradición anglosajona enseguida aparece carraspeando muy fuerte Walden, el clásico de 1854 en el que el escritor y poeta estadounidense Henry David Thoreau cuenta su experiencia yéndose a vivir a una cabaña en el bosque. Es posiblemente la obra más famosa de la llamada nature writing o escritura de la naturaleza: textos que tienen en común el medioambiente como tema principal. El género vivió su esplendor en el siglo XIX entre el Reino Unido y Estados Unidos, con autores como el ornitólogo John James Audubon, el filósofo Ralph Waldo Emerson (amigo y mentor de Thoreau) o incluso el biólogo Charles Darwin. Hubo también mujeres, cuyo trabajo se ha empezado a reivindicar y traducir en los últimos años, como la naturalista Susan Fenimore Cooper o la novelista Mary Hunter Austin.
El género dista mucho de haber muerto y la época dorada que vive en la actualidad ya había empezado antes de la pandemia. Editoriales como Errata Naturae, que en su colección Libros Salvajes da salida a muchos de estos libros, o Tundra, que tiene hasta un premio dedicado a esa temática, llevan años poniendo la naturaleza en el centro. Sin embargo, si nos fijamos en quién escribe la mayoría de esos libros, encontramos un hueco: ¿hay autoras hispanohablantes actuales que escriban sobre la naturaleza? La respuesta es un rotundo sí. Algunas son más conocidas y citadas; otras se escapan de la selección porque introducen los elementos naturales en su narrativa de un modo más sutil y menos fácil de entroncar con un género típicamente anglosajón.
Esta es una selección de libros recientes escritos por autoras actuales en español en los que la naturaleza es, de un modo u otro, una protagonista más.
‘Tierra de mujeres’ - María Sánchez
No se puede hablar de literatura de naturaleza en español sin hablar de María Sánchez (Córdoba, España, 1989). Veterinaria de campo y escritora, su debut editorial se produjo con Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2017), un poemario cuyo título ya indica por dónde van los tiros y cuyo éxito le abrió la puerta de, entre otras cosas, muchas historias familiares que no le habían contado. Para mucha gente ajena al mundo de la poesía, su primer encuentro con la autora fue a través de su siguiente libro, Tierra de mujeres (Seix Barral, 2019), un ensayo muy bello y muy poético en el que reflexiona sobre su (y nuestra, como sociedad) relación con el campo: quién trabaja en ese mundo rural en el que según las estadísticas apenas hay mujeres, quién escribe sobre y, en definitiva, cuenta el campo, cómo es estar a medias entre ambos mundos y sentir que no eres de verdad de ninguno de ellos, el esfuerzo por atrapar esas palabras locales y rurales que sentimos en peligro de extinción.
De este último esfuerzo nace su libro más reciente, Almáciga (GeoPlaneta, 2020), un “vivero de palabras del medio rural de las distintas lenguas de nuestro territorio que sigue vivo y creciendo en formato virtual”, como lo define la propia Sánchez en su web. Su labor ha sido reconocida por varios galardones, entre ellos el Premio Fundación Princesa de Girona Artes y Letras 2021.
‘No es un río’ - Selva Almada
En la última novela de Selva Almada (Villa Elisa, Argentina, 1973), es precisamente un río —no cualquier río, el Paraná— el paisaje y personaje constante y omnipresente. Pero no es el único: también lo son la isla y el monte, los isleños y los forasteros, los hombres y las mujeres, los vivos y los muertos. La autora vive en Buenos Aires, pero en su obra son los paisajes de su infancia rural en la región del Litoral de Argentina los que rodean y casi asfixian, los que crean una atmósfera que nada tiene que ver con las idealizaciones que muchas veces nacen de autores ajenos al mundo del campo.
No es un río (Literatura Random House, 2020) cierra una “trilogía de varones” que empezó con El viento que arrasa (Mardulce, 2012, ganador del First Book Award de Edimburgo) y continuó con Ladrilleros (Lumen, 2014). En una entrevista en el canal de YouTube de UNQtv, Almada explica esa dualidad entre lo bello y lo duro del rural y ser de provincia: la infancia fue muy hermosa, de vinculación con la naturaleza y el paisaje; pero ser adolescente era difícil en un pueblo muy conservador y católico donde había “como un molde” de cómo deben comportarse las mujeres.
‘La carretera será un final terrible’ - Andrea Mejía
Irse a una casa aislada en la montaña. Intentar escribir un libro. Eso es lo que hace Ana, la protagonista de La carretera será un final terrible (Tusquets Colombia, 2020), en plena crisis vital, existencial y familiar. La primera parte, mudarse a la casa, es la fácil; la segunda, escribir, es la complicada. Se dedica principalmente a recordar y revivir su pasado, todo en un presente rodeado de una naturaleza invernal que se cuela (o que invade) sin pedir permiso, como lluvia a través de un tejado mal sellado.
No es la primera vez que la bogotona Andrea Mejía, doctora en Filosofía por la Universidad Nacional de Colombia, da a al mundo natural y salvaje un papel protagonista: en su libro de relatos La naturaleza seguía propagándose en la oscuridad (Booket Colombia, 2018) ya había presentado, de forma menos directa, ese universo en el que, como en el título del libro, detrás de todo está la naturaleza totalmente ajena a nuestros pequeños dramas humanos.
‘Niadela’ - Beatriz Montañez
Eso de dejarlo todo e irse a una casa en mitad de la naturaleza lo hizo de verdad la periodista Beatriz Montañez (Almadén, España, 1977), muy conocida en España por haber sido entre 2006 y 2011 copresentadora del programa El intermedio. Tras un par de años alejada del mundo televisivo, en 2016 dio el paso definitivo al encontrarse con la casa a la que se acabaría mudando. “Niadela está situada encima de una pequeña colina rodeada por un río y se veía triste o, al menos, a mí me lo parecía. Nos atrajimos mutuamente: las dos estábamos abandonadas y tratando de averiguar cómo habitarnos de nuevo”, contó la autora en una entrevista a la revista Traveler. De ese retiro —que continúa— nació un libro, Niadela (Errata Naturae, 2021), los diarios de su vida en esa casa apartada de todo y de todos que, en la más pura tradición del nature writing, hablan de mucho más que de una casa en la naturaleza.
‘Siberia. Un año después’ - Daniela Alcívar
“El lenguaje del mundo es ajeno a lo humano, y su forma de vivir está hecha de intensidades y pausas que no se corresponden con ningún relato. Aparece soberanamente, sin aspavientos ni secretos; el paisaje no existe, solo la tierra y los mares, y los terrenales accidentes que nos hacen tan bello o tan atroz lo que podemos ver”, dice Daniela Alcívar (Guayaquil, Ecuador, 1982) en un momento de Siberia. Un año después (Candaya, 2019). En este libro la naturaleza no es el tema principal, sino un escenario constante (incluso en la ciudad) e indiferente. Esa indiferencia y carencia de significado fascina a la autora y a la protagonista, que pasa mucho tiempo observando el paisaje durante el duelo que vertebra la narración: el que sufre por un hijo que apenas estuvo vivo unas horas.
Alcívar escribió la novela en pleno dolor tras salir del hospital sin un bebé en brazos, y durante todo el libro se recrea en cielos que cambian y permanecen, en la contemplación de un mar calmo que sabe que es salvaje a pocos kilómetros de distancia, y en vientos y pájaros y montañas (las de Quito) y planicies (las de Buenos Aires). Todo mientras hila con puntadas, a veces caóticas pero siempre certeras, el antes y después de ese día en el que dio a luz a un niño del que no se pudo despedir cuando aún vivía.
‘Lluvia’ - Karina Pacheco
En todos los relatos de Lluvia (Booket Perú, 2019) hay naturaleza que sirve como paisaje, como símbolo y como personaje. Los protagonistas se adentran en la selva (o ya viven en ella) y se zambullen en ríos y lagos en los que nadan y por los que bucean. Hay piedras y pájaros; ostras y arena. Incluso en los relatos situados en la ciudad, la conexión con la naturaleza aparece con detalles como el deseo de comer la tierra húmeda de una maceta.
Karina Pacheco (Cusco, Perú, 1969) es antropóloga y usa la experiencia y sensaciones de sus expediciones como inspiración, algo que se trasluce también en la presencia constante de esa contraposición entre el “progreso” capitalista, que quiere progresar a costa de selva y comunidades, y la permanencia de lo ancestral. Algo de realismo mágico, situaciones de violencia, amantes y desapariciones. Y personas que, una y otra vez, se sumergen en aguas de todo tipo. Para alcanzar el otro lado, para buscar perlas, para amarse en las profundidades más oscuras. Pacheco obtuvo el Premio Nacional de Novela Federico Villarreal 2010 por su novela La sangre, el polvo, la nieve y, en 2018, una mención especial en el Premio Nacional de Literatura por Las orillas del aire.