Mientras paseaba entre las tumbas del cementerio, Silvia Moreno-García (México, 1981) sintió que estaba en una película de la Hammer y que Christopher Lee iba a aparecer de repente. Fue hace mucho tiempo, durante una visita a Real del Monte, una ciudad minera del estado mexicano de Hidalgo donde hasta la densa niebla susurra historias. Algunas fantasiosas, como que hay duendes mañosos que trenzan las crines a los caballos, o que si te rompen el corazón es culpa de la Llorona; pero otras son muy ciertas, tanto que están escritas sobre las lápidas que miran hacia Inglaterra como girasoles marchitos. Historias con nombres y apellidos británicos.
En torno a 1824, varios barcos procedentes de Cornualles, en la uña del pulgar de la isla de Gran Bretaña, desembarcaron en el puerto de Veracruz con la intención de explotar las minas de plata abandonadas tras la guerra de independencia de México. No eran más de 15 hombres que tardaron un año en instalarse en Hidalgo, pero con el transcurrir del tiempo se multiplicaron hasta acabar convirtiendo la pequeña urbe montañosa en una Cornualles del sur, asediada por inundaciones, huelgas mineras, epidemias y, así lo sintió Moreno-García, maldiciones (imperialistas) que se extienden como el moho.
Este es el neblinoso lugar en que Moreno-García se inspiró para crear High Place, una mansión desmadejada en lo alto de una colina a la que viaja Noemí Taboada, una joven y pija mexicana aspirante a antropóloga que acude en ayuda de su prima Catalina, quien le ha escrito una desesperada carta en la que parece que ha perdido la cabeza. Pero lo que Noemí no espera es encontrarse con Virgil Doyle, el esposo de Catalina y un perverso narcisista de tomo y lomo. Ni tampoco a su familia, que vive en su pequeño mundo británico y desgastado cobijando un oscuro secreto lleno de pesadillas húmedas, seres brillantes, matricidios y teorías eugenésicas sobre la pureza de la raza que tienen en común las esporas de unos misteriosos hongos.
“Los hongos no son animales ni vegetales, son otro tipo de organismo. Establecen vínculos complicados con otras especies”, cuenta la autora norteña radicada en Canadá, quien tiene una curiosa fascinación por estos seres vivientes. “Por ejemplo, bajo tierra los hongos tejen redes de filamentos que se llaman micelio y que llevan información de un lado a otro de un bosque. Los hongos también se relacionan con la religión porque existen teorías de que el consumo de ciertos hongos que producen estados alucinógenos pueden haber llevado a nuestros antepasados a pensar que estaban entrando en contacto con algo divino”.
Y sin embargo, los hongos de Gótico (Minotauro, 2021), que ahora se publica en español, no son hilos de telégrafo o puertas a una realidad superior, sino transmisores de la maldad, la memoria y cierta pureza y longevidad que linda con un veneno real, el del supremacismo y las teorías eugenésicas. Algo mucho más en boga de lo que parece en nuestras modernas sociedades globalizadas.
La mala mujer y la mala raza
En torno al tiempo en que Charles Darwin publicó El origen de las especies (1859), un primo del biólogo británico que estaba obsesionado con los datos y las mediciones, Francis Galton, acuñaba el término “eugenesia” para referirse a una serie de prácticas e investigaciones que tenían como propósito la mejora genética de la especie humana, y que defendían que tanto el genio como la criminalidad eran hereditarias. La difusión de las ideas de Galton derivó en medidas positivas, como el impulso del ejercicio físico o la mejora de la vivienda en muchos lugares, pero también, y a la luz del racismo científico, cimentó políticas basadas en la existencia de razas superiores a otras que comportaron la prohibición de matrimonios interraciales, la segregación o la esterilizaciones forzosas.
El México de Porfirio Díaz, un mestizo, también abrazó las teorías eugenésicas para reforzar su Gobierno y justificar la existencia de una élite blanca mucho más apta que los indios, a los que se relacionaba científicamente con la pobreza y la ineptitud, y abrir la puerta a los colonos europeos como forma de hacer prosperar el país y mejorar la raza. Desde luego, esto también ocurrió en Estados Unidos, y por supuesto, en la Alemania nazi. Pero, unido a este racismo galopante se encontraba una misoginia que pocas veces se menciona y que Silvia Moreno-García conoce bien:
“Para los eugenistas, la mujer es la madre de la raza, por lo cual una ‘mala’ mujer es peligrosa porque puede crear una ‘mala’ raza. Las razones por las cuales una mujer era ‘mala’ eran muchas e incluían si era sexualmente promiscua, si era pobre o quería trabajar fuera del hogar. Este temor a las mujeres eventualmente desencadena la esterilización como un método de control. Uno de los casos más famosos en los Estados Unidos es el de Buck vs. Bell en el que una joven que había sido violada fue esterilizada porque supuestamente era sexualmente inmoral y tenía baja capacidad mental”, explica la escritora, que apunta como caso excepcional el de una joven muy rica, Ann Cooper Hewit, que fue esterilizada en contra de su voluntad acusada de ser promiscua.
“En 1970, en Carolina del Norte, todavía existía un Eugenics Board que realizaba esterilizaciones, y en 2020 varias mujeres que fueron detenidas por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos dijeron que habían sido esterilizadas a la fuerza”, concluye.
Como suele ocurrir, la cultura no ha sido solo el espejo de una época, sino la manera de colonizar un imaginario que autores como Moreno-García intentan descolonizar a través de la ficción y, especialmente, la literatura de terror, un género que exorciza las mayores angustias, incertidumbres y miedos atávicos y sociales del ser humano.
“La eugenesia era increíblemente popular y existían escritores como Charlotte Perkins Gilman, autora de Matriarcadia, que definitivamente eran súpereugenistas y escribían ensayos a favor de legislación y prácticas eugenistas. Muchas cuestiones eugenésicas son racistas, pero no todos los racistas son eugenistas, si eso tiene sentido. Digamos que Lovecraft quizá no era tan organizado como para convertirse en miembro de un grupo eugenista y subscribirse a las revistas de ese corte de la época, pero muchas de sus ideas eran las mismas que manejaban los eugenistas (como la inferioridad de ciertas razas o el temor a las minorías) y las transmutó en historias como El horror de Red Hook”, dice la autora, que recientemente se ha convertido en la primera hispana en ganar el prestigioso premio Locus a la mejor novela de terror.
Descolonizar la literatura
Gótico es un giro de 180 grados a la literatura gótica clásica con sus casas embrujadas y sus episodios velados de violencia sexual. “La casa encantada y la mujer son elementos clásicos de la literatura gótica. Hay mujeres atrapadas desde que Rochester encerró a su esposa en el ático en Jane Eyre y a Madeline Usher trataron de enterrarla viva. Los libros de corte gótico indican que el terror no es exterior, si no que el terror es doméstico, está dentro de tu casa”, resume.
Pero la novela también está salpicada de referencias a los grandes autores del género, muchos de los cuales hicieron gala de un racismo que le han servido a Moreno para “bautizar” a sus protagonistas. De esa forma, Howard Doyle, el aberrante patriarca de la familia Doyle en la novela, es un híbrido entre (Howard) Phillips Lovecraft y Arthur Conan Doyle —aunque el padre de Sherlock Holmes, a la sazón aventurero, denunció el racismo colonial y también resolvió algunos casos en que se acusaba a migrantes de asesinato únicamente basado en prejuicios.
Ahora bien, ni Moreno-García escribe únicamente terror —su próximo libro, Velvet Was The Night, es una novela negra ambientada en El Halconazo de 1971, que culminó con la represión, tortura y muerte de estudiantes que se manifestaban en Ciudad de México el Jueves del Corpus—, ni la comparación con Lovecraft resulta tan certera, y no solo estilísticamente: “Obviamente lo que a Lovecraft le aterrorizaba no es lo mismo que me aterroriza a mí. A Lovecraft le daba miedo tomar el metro en Nueva York porque veía muchos inmigrantes y personas que no eran blancas. Ese no es uno de mis miedos. Entonces mis monstruos no son los mismos”.
Lo que a Lovecraft le aterrorizaba no es lo mismo que me aterroriza a mí
Cuando Gótico se publicó en Estados Unidos bajo el título de Mexican Gothic se convirtió en un verdadero fenómeno editorial en un sector eminentemente blanco y en donde los autores latinos eran una pujante minoría que tenía verdaderas dificultades para abrirse camino en las librerías. Fue algo anterior a que movimientos como Black Live Matters revolucionasen las calles y volviesen a señalar, como se hiciera en las décadas de 1960 y 1970, las injusticias y desvaríos históricos que se ocultaban bajo los pedestales de las estatuas y en cualquier ámbito de la vida, desde los libros de textos hasta el acceso a la salud.
Los jóvenes latinos aficionados al terror, especialmente mexicoamericanos, encontraron un espejo en donde verse reflejados, Noemí Taboada, que, aunque mexicana, representaba una nueva mirada sobre vicios del sistema que se habían normalizado y un puente con su herencia al otro lado de la frontera.
Desde entonces, Moreno-García, fronteriza en varios sentidos —como canadiense y mexicana, como mujer nacida en la frontera que siempre ha vivido “entre espacios geográficos y literarios”— empezó a despuntar como una de las voces de la literatura decolonial de género que no ha dudado en criticar la extrañeza con que las editoriales reciben a una escritor mexicano que transita por otros caminos:
“En México realmente no hay editoriales de corte fantástico locales con poder adquisitivo, y en términos de traducción las editoriales extranjeras han favorecido el llamado realismo mágico. Entonces es muy difícil que un escritor mexicano se ponga a escribir una novela acerca de astronautas cuando no hay ni editoriales ni una cultura que fomente la literatura de ciencia ficción, de terror y de muchos otros tipos”, admite.
Puede que la sombra de los herederos de Galton siga siendo una alargada lacra fuera y dentro de las páginas de un libro, pero ahora que recién se ha anunciado que Gótico se convertirá en una serie de televisión acercando su mensaje a través de otros formatos tal vez nuestra narrativa del mundo pierda un poco del moho que la cubre.