Tren de Aragua, el imperio criminal forjado en una cárcel de lujo

La banda venezolana, que ha extendido sus tentáculos por Latinoamérica, goza de una impunidad total. Así lo documenta la periodista Ronna Rísquez.

En 'El Tren de Aragua', Ronna Rísquez investiga el funcionamiento de la banda criminal venezolana. PLANETA
En 'El Tren de Aragua', Ronna Rísquez investiga el funcionamiento de la banda criminal venezolana. PLANETA

El Centro Penitenciario de Aragua, más conocido como la cárcel de Tocorón, no es una prisión común. En sus dos kilómetros y medio de extensión funciona una estructura delictiva dirigida por tres reos que genera millones de dólares al año. Una insólita historia plasmada en el libro El Tren de Aragua. La banda que revolucionó el crimen organizado en América Latina, de la periodista venezolana Ronna Rísquez (Caracas, 1969), que nos cuenta cómo lo imposible se hace posible.

Para quien se acerca al lugar donde se encuentra esa cárcel, nada resulta sospechoso. Desde el exterior se ve a gente que camina tranquila de un lado a otro por los comercios de los alrededores, un gran edificio de un azul deteriorado y dos grandes torres resguardadas por la fuerza del orden, en este caso, la Guardia Nacional de Venezuela. Pero, al traspasar la puerta principal del centro penitenciario, es como si se ingresara a otro mundo. Tras los muros hay centros recreativos, discoteca, piscina, bares, casino, tiendas con ropa de marca, sistema bancario propio, canchas deportivas, zona para espectáculos a los que han asistido artistas internacionales y hasta un parque infantil. 

Quienes pertenecen a los más altos niveles de la organización habitan en departamentos protegidos por hombres armados. Todo ello construido con dinero proveniente del narcotráfico, la extorsión, el secuestro y la larga lista de los delitos que reseñan sus prontuarios individuales. Más que un búnker como los que se conocen en el mundo mafioso, se trata de una especie de microestado que tiene sus propias leyes, controla aproximadamente 20 negocios ilegales y opera en ocho países de Latinoamérica, entre ellos Chile, Perú y Ecuador.

“¿Cómo fue eso posible?”, se preguntaba Ronna Rísquez cuando visitó por primera vez la cárcel de Tocorón, ubicada en la población del mismo nombre, al sur del estado de Aragua. La respuesta la encontramos en la detallada narración que hace la periodista en su libro, recientemente publicado por Editorial Dahbar en Venezuela y por Planeta en el extranjero. Una historia insólita que va más allá de contar cómo una organización delictiva se ha expandido por el continente operando desde una prisión. A través de los hechos, la autora describe la historia de un país fundido con el crimen y en el que se han diluido conceptos como ciudadanía, el bien y el mal. Donde su gente ha aprendido a convivir con el absurdo y, en muchos casos, no ve diferencia en someterse a las demandas de una banda mafiosa o a la extorsión de las autoridades formales.

Portadas del libro 'El Tren de Aragua', de Ronna Rísquez. EDITORIAL DAHBAR/PLANETA

Las primeras líneas de la narración dan medida del extraño mundo existente en “La Gran Casa” —como también llaman a ese penal— mediante el testimonio de una joven que encontró en Tocorón un mundo mágico:

—Allí cumplí varias de mis fantasías.

Eso fue lo primero que me dijo Roxana sobre la Casa Grande, mejor conocida como la cárcel de Tocorón.

—Me bañé en licor, en chocolate, en dinero, gocé, disfruté de masajes, peluquería, descanso y atenciones. Tenía respeto, poder. Yo sabía que había delincuencia, que desde allí atacaban a los de afuera, pero era tal el orden y la organización que llegué a creer que allí estábamos mejor.

Cuando Roxana entró por primera vez a la Casa Grande, sintió que era su verdadero hogar. Adiós a la escasez, a las colas, a la violencia en las calles venezolanas. Nunca se le habría ocurrido pensar que lo ‘mejor’ se le presentaría al pisar una cárcel. Fue aquí donde conoció al hombre que le cambiaría su vida, un preso que la bañó en champaña y dólares, un hombre del que hoy intenta escapar.

La historia de Roxana es una mirada de lo inaudito, de quien allí vio un oasis que flota sobre un país en destrucción. Un lugar en donde los héroes son los villanos de una mafia delictiva integrada por unas 5.000 personas, la mayoría de ellas reclutadas en las propias cárceles de Venezuela, y con un estructura de mando conducida por tres jefes, conocidos como “Los tres papás”.  

Para su libro, Rísquez —periodista con más de 20 años de experiencia en la cobertura de temas de violencia, crimen organizado y derechos humanos— acudió a numerosas fuentes y estuvo en la propia cárcel de Tocorón, así como otras en donde el sistema de control a manos de los presidiarios es semejante. Habló con “pranes” (cabecillas de las bandas criminales de las cárceles), con agentes especializados, con analistas, con ONG; y visitó el barrio de San Vicente, cercano a Tocorón, manejado y controlado por esta organización delictiva.

En el texto destacan las conversaciones que la periodista sostuvo con la propia Roxana, Julieta y Rosita, tres mujeres que se emparejaron con los jefes del Tren de Aragua, quienes narran desde lo íntimo, desde lo emocional, las experiencias, malas y buenas, que cambiaron sus vidas. Esos testimonios fueron los que precisamente animaron a Rísquez a escribir el libro. “Fueron historias que no entraban en mi lógica. Eso me hizo pensar que debía ser estudiado. Me impactaron tanto que tuve que acudir a un amigo psicólogo, para que me ayudara a entenderlas”, dice la autora en diálogo con COOLT. “Para mí fue un proceso de mucho aprendizaje. Era asimilar que, aunque no lo entendiera, era la lógica de otras personas”.

La periodista venezolana Ronna Rísquez, autora del libro 'El Tren de Aragua'. CORTESÍA
La periodista venezolana Ronna Rísquez, autora de 'El Tren de Aragua'. CORTESÍA

- El Tren de Aragua arroja nuevas variables sobre la evolución de las bandas criminales que han existido en Venezuela y Latinoamérica. El hecho de que esta organización criminal cuente con 5.000 integrantes y un amplio sistema de negocios ilegales dentro y fuera del país la convierte en un tipo de estructura con características muy distintas a lo que conocíamos hasta ahora.

- Sí, tiene unas características muy distintas a lo que han sido las bandas delictivas en los últimos años. Una de las cosas que les ha facilitado operar internacionalmente es la capacidad de comunicación que desarrollaron desde la prisión. La banda se comunica permanentemente con la jefatura que opera desde la cárcel de Tocorón a través de las redes sociales y los celulares. Pero eso también los ha afectado: importantes integrantes de la banda en Chile, Perú, Colombia y otros países han sido detenidos porque los servicios de inteligencia han podido identificarlos.

Un cambio importante que ha consolidado a esta banda ha sido la forma de operar no con ejércitos armados que también los tienen—, sino con una violencia menos visible. Tienen una gran capacidad de adaptación para negociar con otros grupos criminales, lo cual les ha permitido instalarse en otros países. Para ellos, lo más importante es el negocio y no necesariamente el enfrentamiento por espacios, violencia, o fuerza, aunque desde luego la usan.

También aplicaron esa conocida recomendación de “no coloques todos los huevos en una misma canasta” y entendieron que no podían mantenerse con un solo delito, como es el caso de los grandes grupos que operan en el narcotráfico. Mantienen una diversidad, un portafolio criminal de aproximadamente 20 delitos que les generan rentas. Eso les ha permitido expandirse.

Y entendieron que su principal mano de obra está dentro de la prisión. Cuando una persona sale de prisión, ¿quién le da trabajo? Sale sin dinero, sin saber qué hacer y a dónde ir. Ellos se dieron cuenta de ese recurso y les dijeron a los exreos: “Vente a trabajar con nosotros”.

- Uno de los temas que debe causar gran preocupación es el origen de ese poder del Tren de Aragua, no solo para los venezolanos, ya que ahora el grupo está diseminado por varios países de Latinoamérica.

- Uno de los problemas es el sistema penitenciario. Los presos son ciudadanos que tienen derechos: si cometieron un delito, pagan por ello para que comprendan que no pueden tener ese tipo de conducta. Eso no ocurre cuando no hay conciencia de la necesidad de atender a la población penal.

Estamos observando en la actualidad una crisis terrible en Ecuador, muy parecida a la que ha ocurrido en Venezuela, que tiene que ver con estructuras criminales que se han trasladado a las prisiones porque estas se han convertido, por el olvido de los Estados, en los búnkeres del crimen organizado.

El Tren de Aragua germinó en los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Todo lo que pasó con esta agrupación delictiva se viene gestando desde hace décadas. El sistema penitenciario venezolano está colapsado y fracasado: antes veíamos matanzas y motines en las prisiones, pero hoy son los propios presos los que gobiernan muchas de las cárceles. La ausencia de institucionalidad les dio ese poder; [las cárceles] son como un territorio liberado desde donde esas organizaciones pueden delinquir.

Motín de reos en una cárcel de Venezuela, en 2015. EFE
Motín de reos en una cárcel de Venezuela, en 2015. EFE

- En tu libro describes la utilización de los propios reclusos como milicias armadas para actuar en operaciones de interés del propio Gobierno. ¿Existe un vínculo entre la banda y algunas autoridades?

- Es un punto delicado y complicado. Me llevó tiempo indagar sobre ese tema hasta que concluimos que, en efecto, ha sido así. Cuando estuve haciendo las investigaciones en las cárceles venezolanas, en dos de ellas los presos me confirmaron que en algún momento ellos eran utilizados para reprimir las protestas. Los sacaban para acompañar la represión a las manifestaciones a cambio de algún tipo de beneficio o privilegio en prisión.

- A pesar de que hay una identificación clara de quiénes son los máximos jefes de la organización Niño Guerrero, Johan Petrica y Larry Changa, a los que denominan “Los tres papás”, las autoridades suelen desconocer su existencia. En tu entrevista a quien fuera durante casi nueve años la ministra de Prisiones de Venezuela, Iris Varela, desconoció que Niño Guerrero encabece esa organización y hasta dice que el único “pran” que existe en el país es ella.

- Yo no puedo decir que tales funcionarios están vinculados a la organización criminal o forman parte de ella, la apoyan o la benefician. Lo que uno ve son hechos. Hay hechos que resultan llamativos, como cuando uno llega a la prisión de Tocorón y en la entrada está la Guardia Nacional. Prácticamente ni se revisa lo que uno lleva, te dejan pasar, porque hay una orden de Niño Guerrero de no revisar a los familiares de los presos. Antes de que ellos tomaran el control, las revisiones se hacían de una forma muy agresiva, mediante requisas excesivas e innecesarias. Pero este es el otro extremo, donde no revisan nada. No por una orden del Gobierno o por un mecanismo que se haya establecido para evitar la violación de los derechos de los familiares, sino por la orden de un reo. Una vez que se pasa esa parte del penal, al pasar esa puerta, del otro lado, uno encuentra a la verdadera autoridad. Uno se sorprende cuando ve que hay presos que están armados, se desplazan en motocicletas y tienen todo el control. Además, entran y salen sin ningún tipo de restricción y son quienes toman todas las decisiones.

Edison Agustín Barrera, alias Catire (centro), cabecilla del Tren de Aragua en Perú. ARCHIVO
Edison Agustín Barrera, alias Catire (centro), cabecilla del Tren de Aragua en Perú. ARCHIVO

¿Qué explica que esto pase? 

Es lo que se pregunta Ronna Rísquez en El Tren de Aragua cuando describe que en la estructura criminal a cargo de la cárcel de Tocorón se encuentra Héctor Rusthenford Guerrero Flores, alias Niño Guerrero. Este preso disfruta de su reino mientras paga una condena de 17 años por una docena de delitos, entre ellos homicidio y tráfico de drogas. Aunque está oficialmente encarcelado, entra y sale del penal a su gusto: una vez fue visto a bordo de un yate de lujo en una de las bahías del estado Aragua. Una llamada telefónica obligó al grupo policial que intentaba inspeccionarlo a retirarse.

Otro de los “Los tres papás”, Larry Amaury Álvarez Núñez, apodado Larry Changa, se estableció en Chile hasta que fue identificado por las autoridades. Pudo huir antes de que lo apresaran. Del tercer líder, Yohan José Romero, alias Johan Petrica, se desconocía su paradero, aunque apareció en el estado de Bolívar, controlando la zona más importante de yacimientos de oro del país.

- Un símbolo del poder del Tren de Aragua es el barrio de San Vicente, que controla la organización y donde no intervienen los cuerpos de seguridad. ¿Cómo fue tu experiencia al visitarlo?

- Yo tenía un contacto a través del cual pude entrar sin llamar la atención. La gente ya sabe que todo está controlado por este grupo y se han acostumbrado a vivir con eso. No es que les guste, los testimonios confirman que para ellos es algo indeseable, pero “eso es lo que hay”, dicen; esa es la realidad. 

Hice algunas entrevistas en el propio pueblo, otras afuera, pero de personas de allí. Uno supone que estos grupos extorsionan, es lo común. Pero nos contaron que ellos decidían hasta los cupos en colegios, las normas para que los niños fueran a la escuela; que regulan que se pongan o no decoraciones para Navidad, vigilan que se siembren plantas en las entradas de las casas, controlan el transporte público. Eso me pareció impresionante y encaja dentro de lo que algunos expertos han identificado como gobernanzas criminales. Eso no es posible que pase si no hay una autoridad que lo permita.

- Como periodista, ¿por qué te conectaste con estas historias cruentas y qué reflexión te deja lo que has conocido de la violencia?

- Yo cubrí muchas fuentes del periodismo, desde deporte hasta información general, pero la de la criminalidad es muy apasionante. Me enganchó. Dicen que puedes pasarte la vida sin entender a tu país, a la gente, a la sociedad, pero siempre supe que era necesario entenderlo para poder contarlo a través del trabajo periodístico. Empecé a darme cuenta de que era necesario comprender la violencia, una de las principales características de la vida en Venezuela, que llegó a ser el país con la tasa de homicidios más alta del mundo. Me pareció importante discernir por qué pasa esto, tiene que haber una explicación, y mientras la buscaba me involucré cada vez más en esos temas, y aquí estamos. Sigo pensando, y estoy cada vez más convencida, que si nos ocupáramos en entender la dinámica de las bandas criminales y la violencia en el país podríamos entender un poco más por qué estamos dónde estamos en este momento y por qué tenemos la situación política que tenemos.

Periodista y consultor. Ha trabajado en medios como El Diario de CaracasEl Universal, donde fue editor del área de Investigación. En 1995 ganó el Premio Nacional de Periodismo por el libro Las cuentas ocultas del presidente. Es autor de otros títulos como Las balas de abril (2006), Afiuni, la presa del comandante (2012) y Los últimos días de Hugo Chávez (2020).

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