Una muchacha lee un libro para su compañera de asiento, pero termina haciéndolo para todos los que efímeramente reúne un bus que recorre las calles de Bogotá; una mujer sale del Chile de la dictadura y saca el libro envuelto en pañales de bebé; un estudiante sin dinero recorre librería tras librería en Buenos Aires hasta leyendo a escondidas hasta acabarse uno que no puede comprar.
¿Qué libro es?
“Escribí Las venas —explicó Eduardo Galeano (Montevideo, 1940-2015)— para difundir ideas ajenas y experiencias propias que quizás ayuden un poquito, en su realista medida, a despejar los interrogantes que nos persiguen desde siempre: ¿es América Latina una región del mundo condenada a la humillación y a la pobreza? ¿Condenada por quién? ¿Culpa de Dios, culpa de la naturaleza? ¿No será la desgracia un producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por lo tanto, ser deshecha? Este libro fue escrito con la intención de divulgar ciertos hechos que la historia oficial, historia contada por los vencedores, esconde o miente. Sé que pudo resultar sacrílego que este manual de divulgación hable de economía política en el estilo de una novela de amor o de piratas. Creo que no hay vanidad en la alegría de comprobar, al cabo del tiempo, que Las venas no ha sido un libro mudo”.
No, de ninguna manera Las venas abiertas de América Latina fue un libro mudo. No, de ninguna manera lo es. Cincuenta años después de su publicación en 1971 y seis años tras la muerte de su autor, sigue hablando y dando qué hablar, sigue levantando la voz y haciéndose oír con una actualidad que sorprende tanto como hiere.
Para celebrar que la voz de Eduardo Galeano no se silenció con su fallecimiento, las tres editoriales, los tres Siglos XXI, que publican sus obras en México, Argentina y España se han unido para publicar ediciones conmemorativas. Expresamente no se querían añadir más palabras a las escritas por el autor. Ni prólogos, ni codas… Se trata de un libro que se basta por sí mismo. ¿Qué añadir entonces? Nada, solo había que contar de otro modo. Y para ello se recurrió a la nueva portada de Max Rompo y, principalmente, a las ilustraciones de Juan Matías Loiseau, el humorista gráfico conocido como Tute, que ha hecho con Las venas abiertas de América Latina lo que Galeano con la historia de América Latina: contarla de otro modo. Ahí ese mapa cuyos habitantes saltan al vacío con la desesperación que recordamos haber visto en quienes se tiraban desde las Torres Gemelas. Ahí esos narigudos soportando a aquel con potestad para decidir su destino como quien aplasta a una hormiga. Ahí esa estatua de la libertad… de arder.
En España, Siglo XXI se integra en el grupo Akal. Su edición conmemorativa es la misma que la argentina, con las ilustraciones de Tute, pero con una portada distinta y con unas láminas de varios ilustradores (David Ouro, Atxe y Anthony Garner) que se regalan junto con el libro. También, para apoyar el lanzamiento, se ha pedido a diversas personalidades de la cultura que lean fragmentos de Las venas abiertas de América Latina, como el cantante Joan Manuel Serrat.
Ni escrito en código ni literatura de parroquia
Las venas abiertas de América Latina es un libro que no conoce fronteras ni entre países ni entre generaciones. Pero, ¿qué es lo que hace de él un libro tan vivo?
Las claves las ofrece ya el propio Galeano en un texto que escribió a los siete años de la publicación y que, desde entonces se suele publicar a modo de epílogo. Sí, Las venas abiertas es un ensayo, pero no, no está escrito en código, en la somnífera jerga demasiado habitual en que han sido escritos demasiado ensayos. Y no, tampoco tiene como interlocutor al público de los convencidos; no repite “las mismas frases hechas, los mismos adjetivos, las mismas fórmulas declamatorias” No, no es esa literatura de parroquia de la que Galeano afirmaba estar “tan lejos de la revolución como la pornografía del erotismo”.
Es ensayo y es popular. Cada vez que se juntan estas palabras mueren varios clichés. En Las venas abiertas hay datos, muchos datos, pero no son lo más importante. Los datos prescriben, pero las razones persisten. ¿Quién dijo que no se pueden exponer con firmeza y rabia en vez de con tablas y gráficos?
El libro está escrito para la gente y la busca a cada párrafo. Si se pregunta qué gente o que quién es la gente se puede responder gente es todo aquel que se acerque a sus páginas para saber “qué somos, para saber qué podemos ser” y se reconozca en sus líneas. Está escrito para aquel que haga el ejercicio —tan filosófico siempre— de la sospecha sobre las relaciones de la riqueza y los juegos de poder y quiera indagar sobre ello. Y eso es tan de antes como de ahora: “La riqueza ha multiplicado el hambre y el miedo: la riqueza continuó concentrándose y la pobreza difundiéndose”. ¿Cuándo datarían esta frase? En algún momento entre el siglo XV y el XXI sería una respuesta ancha y correcta.
Un actualidad sobrecogedora
“Existe siempre, creo, una íntima relación entre la intensidad de la amenaza y la brutalidad de la respuesta”. De nuevo, ¿cuándo datarían esta frase que tan bien le cuadra a la respuesta de la policía colombiana ante las recientes revueltas en sus calles? La frase la encuentran en el anexo a Las venas abiertas de América Latina.
“Lo tremendo es que, cuando lees este libros a los 50 años de haber sido escrito, cambias dos o tres palabras —y más bien dos o tres nombres de países— y parece hablar sobre el Chile de 2020 o la Colombia de este 2021”, comenta Jesús Espino, subdirector editorial en el grupo Akal. “Eso no hace más que demostrar la vigencia de la denuncia que hizo Galeano, los problemas estructurales y el saqueo al que fue sometida América Latina primero por la corona española; luego por Estados Unidos, que tenía allí un particular laboratorio para hacer cositas; y luego por las trasnacionales norteamericanas y cuando digo norteamericanas digo también Canadá, que está callada, pero detrás de todos los conglomerados mineros que devastan America Latina”.
Eso por lo que se refiere a la historia hecha de grandes episodios o relatos, pero es que también en lo más habitual, en las polémicas nuestras de cada día, también Galeano parece estar hablando desde no se sabe donde para intervenir: “La veneración por el pasado me pareció siempre reaccionaria. La derecha elige el pasado porque prefiere a los muertos: mundo quieto, tiempo quieto. Los poderosos, que legitiman sus privilegios por la herencia, cultivan la nostalgia. Se estudia historia como se visita un museo; y esa colección de momias es una estafa. Nos mienten con el pasado como nos mienten con el presente: enmascaran la realidad”.
Crítica y autocrítica (más bien al revés)
Censurado o prohibido por las dictaduras de Uruguay, Argentina y Chile, Las venas abiertas de América Latina le dio a su autor una vida de exilio. Tras ser encarcelado en Uruguay, marchó a Argentina, de la que tuvo que huir después del golpe militar. En España siguió escribiendo sobre América Latina su Memoria del fuego. Regresó a su país en 1984.
Aunque el autor toma partido, el éxito del libro no radica en ser un libro de partido, algo que expresamente quiso evitar Galeano. En El cazador de historias, libro terminado un año antes de morir y publicado póstumamente en 2016, el propio escritor confesaba: “En 1970, presenté Las venas abiertas de América Latina al concurso de Casa de las Américas, en Cuba. Y perdí. Según el jurado, ese libro no era serio. En el 70, la izquierda identificaba todavía la seriedad con el aburrimiento”.
Actualidad, vivacidad, pertinencia, relevancia traducidas en millones de ejemplares vendidos y lecturas… En 2014, el propio Galeano —que por ser críticos con todo empezaba por él mismo— sorprendió al decir en el contexto de la II Bienal del Libro y la Lectura de Brasilia sobre su célebre obra que “no sería capaz de leer el libro de nuevo” y que lo escribió cuando quizá "no tenía la formación” necesaria. "No estoy arrepentido de haberlo escrito pero fue una etapa que, para mí, está superada”, afirmó. No fue desaprovechada la ocasión para atacar al título y al autor, acusándolo de demagogia.
“Que muchas de las tesis —comenta Jesús Espino— y hasta fragmentos de Las venas abiertas puedan ser ahora mismo parte de una crónica en cualquier medio da fe de lo bien que estaba hecho su análisis. No se trata de denuncias demagógicas ni argumentos cogidos al vuelo, se trata de poner sobre la mesa unas claves que permitan entender nuestro tiempo histórico y que sirven (o deberían servir) para afrontar el presente. Ese es su gran valor y la razón de los intentos de desprestigiarlo. Basta leerlo y mirar alrededor para comprender que no hay demagogia en una denuncia muy seria, una denuncia de hace 50 años que lamentablemente sigue siendo muy válida y muy necesaria hoy mismo”.